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«La Odisea de los Giles» o cuando los giles se ponen de pie

Por Alvaro Medina Jara.- Un gil es, según la Real Academia Española, una persona simple, incauta. Con una definición similar, de hecho, comienza “La Odisea de los Giles”, una obra maestra del cine argentino que, dirigida por Sebastián Borensztein, retrata el espíritu América Latina.

Ambientada en la Argentina de 2001, relata cómo un grupo de trabajadores, pequeños empresarios, esforzados ciudadanos, pierden todo en medio de la crisis económica y política, pero no por la crisis, sino por el abuso y la especulación de funcionarios, de los “licenciados” y los “doctores”. Digo que retrata el espíritu del continente, porque sus personajes son los que llevan la historia de su país a cuestas, con sus traumas y con sus fábulas y epopeyas de antaño. Pero, más todavía, porque –como todos los americanos al sur del Trópico de Cáncer y especialmente al sur del Ecuador , llevan a cuestas como un peso inimaginable, los sueños de un futuro mejor.

El alma es la misma, viva usted en la capital o en una remota aldea. Todos quieren deslomarse trabajando con la idea de que las cosas serán mejor. Y ahorra y ahorra, peso a peso con la idea de que mañana será mejor que hoy.

Ricardo Darín y un elenco espectacular (incluyendo a su propio hijo, el Chino Darín, que interpreta… a su propio hijo) dan vida a ese sueño y la idea de que somos todos giles, gente que pasa la vida pacíficamente intentando creer que con trabajo todo se puede.

Pero los giles descubren el engaño de un sistema hipócrita y vuelcan la misma energía que habían puesto en una vida de trabajo y esfuerzo, en tratar de recuperar lo que es suyo, lo que se transforma en toda una odisea, del mismo modo que lo fue para Ulises el volver a la amada Ítaca y a los brazos de Penélope. En este caso, una odisea para hacer justicia en un pequeño escenario lleno de ciudadanos que lo habían perdido todo.

El título con el que la tradujeron al inglés fue “Heroic Losers” (Perdedores Heróicos). No me parece adecuado… No son perdedores, al final. Y tampoco por concepto. Los giles en definitiva representan al honesto ciudadano que se aburre de que se lo jodan una y otra vez y aprende a ponerse de pie. Por eso, no son perdedores.