Por Librepensadores por la Fraternidad.- «Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven».José Saramago en Ensayo sobre la ceguera.
Clínica Santa María, Santiago. El cuerpo médico trata de salvar los ojos de Gustavo Gatica, joven estudiante universitario que fue atacado por las fuerzas policiales que, haciendo uso de escopetas antidisturbios, han disparado balines directamente al rostro de los manifestantes en las últimas semanas.
A la fecha se han contabilizado, como si estos fueran simples números, más de 200 ojos que han sido dañados (al menos 8 de ellos con pérdida de globo ocular) en esta represión selectiva. Pese a los llamados conjuntos de Amnistía Internacional, la Organización de las Naciones Unidas, el presidente del Poder Legislativo, el Colegio Médico de Chile, la Sociedad Chilena de Oftalmología y distintos presidentes de partidos de oposición y oficialismo para detener el uso indiscriminado de los balines por parte de Carabineros, desde Palacio hacen la vista gorda e insisten en seguir criminalizando la protesta pacífica, anunciando solo un «uso acotado» de estos para las próximas manifestaciones. Sería bueno que, como ciudadanos, pudiéramos conocer en qué consiste ese protocolo acotado.
Sumado a estos llamados, y a la negativa del gobierno, en las últimas horas, por medio de un comunicado de prensa firmado por los rectores de la Universidad de Chile, Universidad de Santiago, Universidad Diego Portales, Universidad Alberto Hurtado, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Adolfo Ibáñez y la Academia de Humanismo Cristiano (Santiago), anunciaron que presentarán un recurso de protección en contra de Carabineros de Chile, recurso que busca asegurar la integridad física y sicológica de los estudiantes que participan en protestas pacíficas.
La terrible metáfora de lo que estamos presenciando, la mutilación de la vista por parte de quienes tiene el uso preferente de las armas, nos sitúa en el inicio de una estadística que no tiene precedente en ninguna parte del mundo. Lo que hay en el fondo de todo, sospechamos, es un desprecio permanente por los DDHH, una negación de que la vida y la integridad de cada uno de los habitantes es fundamental para el Estado de Chile. Sospechamos que la retórica del «nunca más» no caló hondo en las inteligencias de quienes hoy dejan por la ciudad un reguero de ojos ensangrentados, mutilados, ciegos.
Estos ojos dañados deben recordarnos día a día que la democracia que tenemos es frágil y frágiles son los pilares sobre los cuales hemos vuelto a forjar nuestra sociedad en los últimos 30 años. Esta democracia protegida y secuestrada por los partidos del orden, aún no es capaz de demostrar que puede caminar sola. Es paradojal que 30 años después de haber recuperado el espacio democrático, vuelvan a ponerse sobre la mesa los conceptos de represión selectiva, de fuerzas especiales, de detenidos, de desaparecidos y vándalos. Nos harán falta estos 200 ojos para seguir avanzado en pos de un logro evidente, una democracia madura y cercana a nuestra propia realidad. Los Derechos Humanos siempre serán el norte y la fuente que nutre una democracia verdadera y fraterna para Chile.