Si Boric sigue cambiando, muchos de sus críticos terminaremos votando por él, ya no como como en 2021 como el mal menor frente al extremismo de Kast, sino como el candidato de una unidad política parecida a la Concertación, afirma Patricio Hales.
Por Patricio Hales.- El Presidente Boric no logró transformar Chile, pero Chile transformó a Gabriel Boric.
No sé de psicoanálisis como para saber si cambió en lo personal, pero tengo larga experiencia en evoluciones político-ideológicas desde que me enamoré y divorcié desgarradoramente del Partido Comunista.
La evolución política suele ser lenta, con vacilaciones. Muy atrás quedaron las declaraciones “estallistas” del Presidente y también dejó atrás su programa.
En las redes sociales le recuerden sus consignas octubristas y discursos refundacionistas, pero eso ya dejó de ser su propia fuente de citas.
La primera lección la aprendió de la brutal derrota de su gobierno, cuando el voto popular le rechazó con el 61% esa propuesta constitucional que él promovió con sus ministros por todo Chile, advirtiendo que estaban en juego las reformas sociales que el país requería.
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Lo llevó al menos a cambiar su lenguaje político la misma noche de la paliza diciendo que “el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado”.
En sus propias filas se desplegaba una falta de unanimidad larvada, cuando él comenzó este proceso de avances y retrocesos, propio del gobernante que duda entre renovarse o encastillarse con los que lo rodean. El Presidente optó por cambiar.
Boric inició una lenta renuncia programática que evidencia reflexión ideológica. El acuerdo con Soquimich para explotar el litio no solo era inimaginable sino que, más allá de si probablemente hubiese sido mejor una licitación internacional, cambió la idea estatizadora contra los privados, desestimó la concepción revolucionaria, la desestabilización prometida se olvidó de su promesa de la Empresa Nacional del Litio y dio una señal socialdemócrata en la economía.
Esto no fue un cambio de tono, sino un cambio doctrinario más propio del modelo económico del Estado de Bienestar de sociedades libres democráticas que de las socialistas estatistas.
Su renuncia a la Reforma Tributaria como piedra fundante de las transformaciones prometidas y su demora, limitándola a evitar evasión y corregir injusticias, quizás terminará siendo más liberal que las de los modelos europeos.
La Reforma de Pensiones retrocedió de lo prometido. Evitó la quiebra de las Isapres y no avanzó más hacia las ilusiones del modelo único de salud prometido. Felizmente la evitaron con ahínco.
¿Para donde van las reflexiones del Presidente? No parecen ser sólo pasos tácticos oportunistas para recuperar fuerzas y volver a la carga. La importancia del crecimiento económico, tan denostado como enfoque supuestamente reductivo de los gobiernos de los criticados últimos 30 años, ha pasado a ser voceado y defendido por las autoridades ministeriales de los partidos políticos gobernantes más extremos en lo ideológico-económico.
El PIB ahora lo revisan a centésimas, midiendo la gestión gubernamental y abandonando las abstracciones fantasiosas con que se inició el Gobierno.
A lo expuesto se suma que, en lo institucional, el Presidente Boric no ha vuelto a insistir en cambiar Chile con las pesadillas refundacionales iniciales suyas y de su partidarios de extrema izquierda. Cambió sus juicios contra Carabineros y las FFAA , dedicándoles discursos casi de adoración.
Así también a la Justicia. Dejó la promesa del capítulo V de su programa abandonando refundar Carabineros con un “escalafón único que terminaría con la diferencia entre suboficiales y oficiales”.
Ya no estimula las tomas de terreno como lo hizo por escrito en los puntos 4.i.- y 4.ii.- de su promesa.
Sabiendo que dejará recuerdos de errores, incompetencia, torpezas y corrupción, el Presidente probablemente buscará construir su futuro político intentando que recordemos que terminó su mandato como un Presidente que aprendió de los errores de su arrogante extremismo inicial, atreviéndose frente a su partidarios extremos.
Mi predicción es que la habilidad del Presidente y la larga edad que le queda, lo llevarán a una evaluación comparada que lo transformará en un político socialdemócrata parecido a los que repudió.
Su reciente viaje a Europa debe haber sido un magíster sobre modelos de bienestar social basados en moderación, negociaciones, tratados internacionales, crecimiento, tributos, eficiencia, sociedades público privadas para enfrentar las oleadas extremas derechistas e izquierdistas. Yo creo que el Presidente está cambiando.
Pero aunque su cambio fuese sólo por oportunismo político, si él quiere ser reelecto a sus 47 años en 2033, deberá cambiar de programa y buscar otros aliados políticos.
Si él profundiza esta evolución cuando ya no sea Presidente y si entiende que renovarse no es una vergüenza sino un mérito, podría ser que, si Claudio Orrego no se decide, el “Nuevo Boric”, a sus 43 años en 2029 o a los 47 en 2033 sea nuestro candidato de centro izquierda.
Si sigue cambiando, muchos de sus críticos terminaremos votando por él, ya no como como en 2021 como el mal menor frente al extremismo de Kast, sino como el candidato de una unidad política parecida a la Concertación. A todos nos cambia la vida. Al Presidente Boric lo cambió nuestro país real.