José Ignacio Avello reflexiona sobre los escándalos de la política que han remecido la ética en Chile.
Por José Ignacio Avello.- En 2024 nuestro país ha vivido en escándalos que sin duda nos hacen reflexionar sobre la política nacional.
Los tres poderes del Estado han sido partícipes de situaciones complejas: el caso Hermosilla y tráfico de influencias; el caso Monsalve, que implican entre otras cosas entre el Poder Ejecutivo y control sobre las policías; Cathy Barriga y sus negocios en Maipú, sumando el allanamiento a la oficina de su marido el Honorable Diputado de la República Joaquín Lavín jr.
Sin duda la crítica es fuerte por parte de la sociedad ante estos hechos que realmente nos tienen sumergidos en una serie de escándalos que no se recordaban desde el caso Penta y SQM.
A veces creo que la sociedad siguiendo el aspecto líquido, tiende a desfigurar, evaporar y desvanecer el relato, más bien una serie de hechos que se desvirtúan, y que de alguna manera somos teledirigidos para olvidar o tapar corrupción con mas corrupción.
Esto se ha transformado en una pasada de cuentas entre sectores políticos por la ambición del poder y cayendo en lo más nefasto que puede hacer un hombre en la política: faltar a la verdad y fallar a sus electores.
Es un juego sin ética, sin moral, que sin duda lleva a la ciudadanía a condenar a toda la política. El discurso de reforzar la institucionalidad cae cada vez más y pierde fuerza. Esto se debe a que cada semana estamos expuestos a un nuevo hecho de faltas a la probidad y todos ligados al mundo político y los nexos con el empresariado.
Sin duda alguna el caso Fundaciones fue un balde de agua fría en casi todas las regiones del país, y quedó en evidencia cómo se entregaron sumas muy altas de dinero a estas entidades desde los gobiernos regionales.
La critica ha sido muy dura hacia estos hechos. Sin ir más allá, el Estado requiere de una restructuración interna en cada uno de sus poderes y se necesita el fortalecimiento de sus organismos fiscalizadores par que sean aún más estrictos y vigilantes, como corresponde a un Estado moderno.
Me refiero a que en algún momento hasta la Contraloría fue cuestionada. El tráfico de influencias y los juegos de poder han perdido el control, no existen límites e incluso los organismos de fiscalización muchas veces han fallado y procesos judiciales han terminado en verdaderos circos mediáticos.
No obstante, existe un claro detalle y patrón evidente, que se ve en carencias en el sistema, fiscalización y el arma más potente de todas: la comunicación y sus juegos de poder.
Todos los gobiernos sufren crisis, desgaste y sobre exposición, pero no recuerdo una crisis tan grande y extensa como el caso Monsalve, que mantiene a La Moneda en un callejón -al parecer- sin salida, frente al cual el Poder Legislativo y sus integrantes han generado una dura crítica.
Sin duda, nos hace recordar el escándalo de Watergate en Estados Unidos, en la década del 70’, que afectó a casi 70 personas y 48 fueron declaradas culpables; muchas de ellas habían ocupado altos cargos en la administración de Nixon. Esto marca sin duda un precedente, que nadie está por sobre la ley.
La política necesita fortalecer estructuras y el diálogo constante hacia un mejor Estado, que esté a la altura de lo que la ciudadanía nos exige: ser garantes del respeto a los derechos y deberes, que se deben cumplir. La política sin duda es un arte hermoso como su ciencia, de mucho conocimiento, que debe inspirar respeto y por sobre todo ética y moral.
José Ignacio Avello Ortiz es diplomado en Política y Sociedad de la información, Magíster en Cs. Políticas y Comunicaciones, consultor en comunicación política y estratégica