En un escenario de avances científicos sin precedentes, el progreso se ve amenazado por crisis globales, solo la prioridad al bien común y a valores éticos como solidaridad y justicia podrá cimentar un futuro sostenible.
Por Roberto Fernández.- En momentos de desconcierto, temores e incertidumbre como los actuales, es necesario alzar la mirada y reflexionar sobre el mundo que estamos construyendo. El nivel de desarrollo científico y tecnológico es extraordinario, algo impensable hace apenas unas décadas. El mejoramiento en la calidad de vida resultante es innegable, aunque muy desigualmente repartido en el planeta.
Interdependencia en un mundo globalizado
Durante siglos, la humanidad vivió sujeta a guerras, epidemias y hambrunas. Hoy, la globalización e interdependencia hacen imposible la convivencia aislada: nos necesitamos unos a otros para afrontar retos comunes. La efectividad con que gestionemos esa interconexión condiciona el futuro de la civilización.
Desafíos globales urgentes
Los efectos del cambio climático son innegables, al igual que las tensiones políticas generadas por injusticias y desigualdades. Sin olvidar las crisis financieras, el narcotráfico y la inseguridad, los retrocesos en derechos humanos y el riesgo de conflicto entre potencias nucleares amenazan nuestro porvenir.
Hacia soluciones éticas y colectivas
Existen soluciones técnicas y recursos financieros —la prueba es el gasto en armamento—, pero faltan voluntad y conciencia de los peligros. Para avanzar debemos priorizar el bien común y aplicar principios éticos reconocidos universalmente:
- Amar y cuidar al prójimo como horizonte de nuestras acciones.
- Cultivar la solidaridad y la cooperación más allá de intereses egoístas.
- Garantizar la libertad y la justicia como ejes de la convivencia.
- Velar por el cuidado del planeta para las generaciones futuras.
Conclusión: un compromiso de todos
Puede parecer ingenuo, pero si evaluamos cada decisión con estos parámetros podremos construir un mundo más acogedor. No somos simples espectadores: la responsabilidad compartida y la acción colectiva son nuestra mejor defensa contra la catástrofe. Solo así podremos cerrar la brecha entre el progreso tecnológico y el desarrollo humano integral.