La tasa de fecundidad más baja de la historia y un país que envejece aceleradamente revelan una crisis silenciosa. El Censo 2024 advierte: sin políticas audaces y un cambio cultural profundo, el modelo social chileno se vuelve insostenible.
Por Samuel Erices.- Mientras celebramos avances relacionados con el desarrollo humano y la modernización, la capacidad de renovarnos como sociedad se erosiona de forma silenciosa y acelerada. En este sentido, las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) indican que la tasa global de fecundidad disminuyó a 1,03 hijos por mujer, el registro más bajo de nuestra historia y uno de los más reducidos del mundo. Este dato representa una alerta que compromete el futuro económico, social y cultural del país.
El Censo 2024 indica que Chile cuenta con aproximadamente 18,48 millones de habitantes. De esta cifra, los mayores de 65 años representan el 14 % de la población, mientras que los menores de 14 años alcanzan el 17,7 %.
Detrás de estas cifras hay mucho más que decisiones personales. El alto costo de la vida, la precariedad laboral y la insuficiente red de cuidados empujan a muchas parejas a postergar o renunciar a la maternidad y paternidad. A pesar de los avances, las mujeres siguen soportando la mayor carga de crianza, en un mercado laboral que castiga las interrupciones y premia la disponibilidad total. Formar familia y criar hijos se percibe, cada vez más, como un proyecto arriesgado.
Las consecuencias son evidentes: una menor tasa de nacimientos implica una menor tasa de recambio generacional, lo que dificulta sostener pensiones, financiar el sistema de salud y dinamizar la economía. Otra dimensión es la migración, que si bien puede aportar población joven, depender de ella sin una política de integración sólida solo traslada el problema.
La respuesta exige política de Estado y visión de largo plazo. Ampliar y flexibilizar las licencias parentales, crear jardines infantiles universales y asequibles, entregar subsidios directos a las familias jóvenes y avanzar en la corresponsabilidad de género son medidas urgentes. También se requiere una estrategia migratoria inteligente que complemente, sin reemplazar, los esfuerzos internos. Y, sobre todo, un cambio cultural que devuelva valor social a la crianza, sin que implique sacrificar el desarrollo personal.
Chile no puede resignarse a ser un país envejecido antes de tiempo. Las cifras del INE son una advertencia clara: si no actuamos hoy, cada generación será más pequeña que la anterior y la sostenibilidad de nuestro modelo social quedará en entredicho. El desafío es mayúsculo, pero la oportunidad también lo es.
Samuel Erices es académico de la carrera de Trabajo Social, U. Central

