Por Alvaro Medina Jara.- Me había resistido a ver la serie “The Society”, de Netflix. Tenía la impresión, debido a la publicidad, que se trataba de una nueva producción adolescente, que trataría el típico problema de los muchachos y muchachas en torno a liberarse a la autoridad paterna y la felicidad que les provocaría. El sueño de siempre de los colegiales de quedarse solos en casa un fin de semana y de qué manera podrían aprovecharlo para reventarse en fiestas, libres del yugo adulto.
Pero, a poco andar, lo que se plantea es un ensayo sobre las formas de gobierno y el comportamiento humano. Se trata de un planteamiento sobre la construcción valórica de las personas en nuestra sociedad actual y de qué manera funciona esa lógica -utilitaria, teleológica- en condiciones en las que se hace un deber pensar en el bien común.
“The Society” se transforma en un crisol para ver distintas teorías de comportamiento humano en sociedad, desde el paradigma hobbesiano del hombre salvaje, hasta la necesidad de un contrato social para la sobrevivencia en condiciones de recursos escasos o limitados, y la perspectiva de darse un motivo para seguir viviendo en comunidad.
La serie explora la forma en que surgen las reglas en un grupo humano, y cuánto importa la necesidad de orden y estructura en el cumplimiento de los objetivos comunes. Al mismo tiempo, da cuenta de las circunstancias en que los seres humanos estamos dispuestos a ceder parte de nuestra libertad (concepto relativo, por cierto) para sostener una forma de convivencia que asegure la estabilidad y la sostenibilidad de la forma de vida de que gozamos.
También aborda de una manera lúcida el rol de hombres y mujeres en la sociedad actual, y la forma en que cada uno, según su naturaleza, tiende a enfrentar los problemas.
Llama la atención cómo, en la producción, se convierte en anatema y se caen las perspectivas egoístas ligadas al neoliberalismo, y se las asocia con personajes sicóticos que, sin importar con que la crisis está en sus propias narices, prefieren la “libertad” de no seguir las reglas comunes para mantener privilegios que no pueden llevar a la tumba. La preocupación enfermiza por el “yo” en vez del “nosotros”, constituye el conflicto eje de esta serie que me atrapó antes de terminar el primer capítulo.