ElPensador.io.- “El experimento neoliberal está completamente muerto”. Es una de las principales conclusiones del economista Sebastián Edwards, en un artículo publicado este 19 de noviembre en el sitio del Stigler Center de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago, titulado “La realidad de desigualdad y su percepción: La paradoja de Chile”.
En su publicación, Edwards -quien es profesor de la cátedra Henry Ford de Economía Internacional en la Universidad de California- afirma que “Chile es un caso fascinante de lo que puede salir trágicamente mal durante un proceso de modernización”, y que después del estallido social de las últimas semanas, hay -para él- pocas certezas. Una de ellas es la muerte del sistema tal como se concibió y que probablemente sea reemplazado por un modelo de estado de bienestar como en los países nórdicos.
Otra de las “claridades” del académico es que “desde una perspectiva económica, Chile experimentará graves problemas. El desempleo se disparará, la inversión extranjera se agotará y el capital abandonará el país. Habrá una reversión completa a la media latinoamericana que aún está por verse. Chile se convertirá en un país más igualitario”.
Y en tercer lugar, afirma que “Chile tendrá una nueva Constitución, una que otorga un papel central al Estado en los asuntos económicos y sociales, y garantizará el nivel constitucional de los derechos sociales como la educación y la salud”.
Paradoja de Chile
Según Edwards, muchos analistas ya habían señalado que la desigualdad era el talón de Aquiles de Chile. Pese a que las cifras parecían mostrar otra cosa. “Chile pasó a ser el país más pobre en América Latina (conjuntamente con Perú), a tener el mayor PIB per cápita en la región. Su coeficiente de Gini es uno de los más altos de la OCDE. Es alto pero ha disminuido rápidamente. Durante las últimas dos décadas, ha habido un progreso significativo en el frente de las condiciones sociales”.
“En términos de desigualdad -afirma- Chile es un país latinoamericano típico”.
Estos datos muestran una imagen “relativamente positiva”. “Pero, detrás de estas cifras optimistas, hay una gran paradoja: si bien los indicadores convencionales muestran una disminución de la desigualdad, este contraste entre «realidad» y «percepción» constituye «la paradoja de Chile«, dice el artículo.
Las explicaciones para ello, dice el autor, son varias. Una es que se está hablando de dos significados diferentes de «desigualdad». Si bien la mayoría de los economistas se centran en la «desigualdad de ingresos», según lo medido por el Gini, también debería tomarse en cuenta el acceso a los servicios básicos, la naturaleza de las relaciones interpersonales y el grado de «justicia» de los sistemas políticos y económicos.
En segundo lugar, es posible que las personas no se den cuenta de que las condiciones han mejorado mucho. Este es un tipo de argumento de «velo de ignorancia».
Y tercero, “creo que las cosas se mueven muy lentamente. Este es un argumento de «impaciencia» que compara la realidad con las aspiraciones. Un ejemplo es el sistema de pensiones. Si bien las personas esperaban, y se les prometió, una alta tasa de reemplazo, esta fue, en promedio, un muy bajo 30%”.
Desigualdad vertical y horizontal
Pero, para Edwards, “el factor más interesante detrás de la paradoja está relacionado con diferentes nociones (o dimensiones) de desigualdad. En ese sentido, es útil distinguir entre desigualdad «vertical» o de ingresos y desigualdad «horizontal» o social”.
“Durante los últimos años, la OCDE se ha esforzado por analizar una amplia gama de indicadores sociales y de calidad de vida, una noción amplia de «desigualdad horizontal». Resulta que a Chile le va mal en casi todos estos indicadores. A continuación, una lista de los componentes de este índice y la clasificación de Chile dentro de una muestra de 40 países (la mayoría de ellos miembros de la OCDE):
En Vivienda: Chile es 25° de 40; Chile es el mejor país latinoamericano.
Ingresos: Chile es 35° de 40; Chile es el mejor país latinoamericano.
Empleos: Chile es 31° de 40; México es el mejor país latinoamericano.
Comunidad: Chile es 37° de 40; Brasil es el mejor país latinoamericano.
Educación: Chile es 35° de 40; Chile es el mejor país latinoamericano.
Medio ambiente: Chile es 32° de 40; Brasil es el mejor país latinoamericano.
Compromiso cívico: Chile es 40° de 40; Brasil es el mejor país latinoamericano.
Salud: Chile es 29° de 40; Brasil es el mejor país latinoamericano.
Satisfacción con la vida: Chile es 21° de 40; México es el mejor país latinoamericano.
Seguridad: Chile es 35° de 40; Chile es el mejor país latinoamericano.
Equilibrio trabajo-vida: Chile es 34° de 40; Brasil es el mejor país latinoamericano”.
El lado oscuro de la modernización
Por el contrario, cuando se utilizan medidas tradicionales, Chile siempre ocupa el primer lugar entre estas naciones latinoamericanas, a menudo por un amplio margen. En términos de PIB per cápita, en 2018 Chile se situó en US$23.000, México en US$18.000, Brasil en US$14.500 y Colombia en US$13.600. Con respecto al Gini, Chile tiene el menor grado de desigualdad en esta muestra (pequeña). Según la CEPAL, en 2017 el Gini fue de 0,43 en Chile; fue de 0,54 en Brasil, 0,51 en Colombia y 0,50 en México.
“La discusión anterior, entonces, muestra que tan pronto como uno pasa a medidas más amplias de desigualdad horizontal, la visión de Chile como el «paraíso» de América Latina se vuelve algo borrosa, y que las élites disfrutan de privilegios masivos”, afirma el artículo.
“Existe una creciente sensación de que las empresas privadas pueden coludir y abusar sin ser penalizadas y que los sistemas de educación y salud están profundamente segregados. En resumen, una gran fracción de la población cree que hay un lado oscuro de la «modernización»”.
“En Chile -dice Edwards- la hipótesis de infelicidad recibió el nombre de hipótesis de «malestar». «Éxito en generar crecimiento y reducir la pobreza». Pero, en algún momento dejó de ser efectivo. El modelo no funcionaba correctamente en un país de ingresos medios y necesitaba ajustes importantes. Esta era una nación muy pobre que no era apropiada en un país en crecimiento con aspiraciones masivas y un sentido de vulnerabilidad. Esta clase media quería mejores servicios sociales, mejor salud, mejor educación y mejores pensiones; quería más solidaridad y menos privilegios para la élite. La gente quería más «igualdad horizontal»; la gente exigía respeto y «dignidad»”.
A juicio del economista, “esta hipótesis fue sistemáticamente rechazada por intelectuales conservadores, quienes argumentaron que las personas estaban satisfechas con el llamado modelo «neoliberal». Se argumentó que, aunque tenían algunas quejas sobre el desarrollo de su estrategia, estaban satisfechos con sus vidas y que el modelo no requería ajustes o cambios importantes. Esta perspectiva fue la plataforma económica y social durante la campaña presidencial de 2017”.
Puede ver el artículo completo de Sebastián Edwards aquí.