Por Librepensadores por la Fraternidad.- Al parecer fueron los griegos los primeros en usar un artilugio que les permitía esconder la realidad de lo que eran. En el acto de la tragedia que recién nacía, las máscaras de los “hipócritas” se mostraban como el mecanismo que separaba la realidad de la ficción. En los bailes de máscaras, por ejemplo, el juego permite representar algo que no se es y, de esta manera, ocultar la verdadera personalidad. Se subvierte la realidad. Creemos la ficción que nos imponemos. Somos otros en un juego de máscaras que funciona mientras los demás creen en el personaje que representamos.
Con las últimas declaraciones de ocho senadores de RN, liderados por Andrés Allamand y 9 senadores de la UDI, respaldando el rechazo en el plebiscito a la opción de crear una nueva Constitución, y la posición vacilante (aparentemente reflexiva) de los diputados de Evópoli, la derecha, comienza a mostrar su verdadero rostro. Las máscaras comienzan a deslizarse lentamente.
Recordamos, ahora, que muchos de ellos mostraban su preocupación por el estallido social en nuestro país y hacían llamados constantes al gobierno de hacerse cargo de lo que la ciudadanía requería. Hoy, pensando en que «lo peor ya pasó», aparecen desenmascarados, mostrando al país sus verdaderas caras, las mismas que han sabido ocultar durante los 30 últimos años. ¿Cuál es su verdadera preocupación? Solo un mejoramiento aparente de instrumentos y políticas públicas, que ya están vigentes. El fondo de lo que se reclama, que se evidenció en los plebiscitos municipales, esto es, contar con una nueva Constitución escrita en democracia de cara a la ciudadanía, ha dejado de ser el centro de sus preocupaciones.
A mayor abundamiento, este martes 7 de enero se rechazó en la Cámara Alta la idea de legislar sobre el proyecto de reforma constitucional que pretende consagrar las aguas del país como un bien de uso público, en medio de la campaña que llama a cuidar el recurso hídrico. Tal cual lo prevé la actual constitución, el quórum de dos tercios que se requiere para la aprobación, actuó como poder de veto por parte de una minoría que se niega a cualquier posibilidad de cambio. El acuerdo que se firmó para dar inicio a un proceso constituyente, comienza a tambalear. La actual constitución sigue siendo muy útil para la derecha. Y no están dispuesto a dejarla.
Simón Bolívar escribió que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”. Pero el tupido velo de la ignorancia se está descorriendo. La democracia tutelada a la que nos tenían acostumbrados comienza a fragmentarse. El modelo de progreso que nos vendieron ha comenzado a ser cuestionado.
Nos dirán en estas semanas que la violencia nos ha capturado, que no estamos preparados para tejer nuestra propia Carta Magna, que no somos ni hemos sido elegidos para ello, que estamos poniendo al país de rodillas por un capricho. Levantarán el discurso del miedo para convencernos de que nos estamos metiendo en una empresa que suena a locura y a engaño. Mostrarán sus buenas formas y si no funciona, llenarán sus palabras de odio y violencia. Sus máscaras se deslizan. Ya sabemos cómo son.
La oposición, que está por la opción de aprobar una nueva constitución y redactarla por medio de la Convención Constituyente, ha actuado de forma dividida y con matices sobre el proceso. Sin embargo, la campaña #YoApruebo impulsada por la DC, ha sido el primer paso que busca aunar fuerzas comunes de cara al plebiscito de este 26 de abril. El llamado de la ex Senadora Carmen Frei a formar una mesa de unidad, con las diferencias que se tienen, para ser capaces de trabajar todos juntos y la aclaración del Partido Comunista para llegar a objetivos comunes, permite guardar la secreta esperanza, tal cual se diera durante la dictadura, de lograr una unión que permita abrir espacio para un nuevo Chile. Es hoy el momento de unirse bajo el alero de la tolerancia para sentar las bases democráticas de este Chile que desde su despertar el 18 de octubre, ha clamado por cambios reales, que solo se pueden conseguir a partir de una nueva constitución. Los rostros comienzan a mostrarse.
A poco más de dos meses del plebiscito, el llamado a la unidad de la oposición es un imperativo. El trabajo en el oficialismo y en partidos de la derecha por la opción rechazo ya empezó. La derecha se agarra de las mismas viejas falacias: el caos, el colapso económico, el desarrollo estancado. La figura de «Chilezuela» esparcida por todas partes obedece a la misma lógica del plebiscito del ‘88 o las presidenciales de 2017. Tenemos que saber que una nueva constitución nos traerá más democracia y más participación ciudadana; más progreso y más desarrollo económico; nos traerá, definitivamente, un país más solidarios para todos. Un país en donde se dejen las máscaras de lado y emerja el rostro claro de un Chile más justo.