Por Roberto Fernández.- En Chile el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza.
Si consideramos el 10% más rico, éste posee el 66,5% de ella.
Cabe recordar también que nuestro país es el séptimo más desigual del mundo.
Es evidente que la epidemia ha traído consecuencias económicas y financieras imprevistas y de gran magnitud.
En el campo de la salud, protección de los sectores sociales más vulnerables, ayuda a los cesantes y las Pymes, el apoyo urge.
A este respecto, con diferencias de montos, el número de beneficiarios y los plazos, existe un cierto consenso político.
La pregunta del millón de dólares es: ¿quién pagará todo esto?
El discurso oficial es que TODOS los chilenos tenemos que hacer un gran esfuerzo para superar esta crisis.
Aquí podemos señalar, sin riesgo de equivocarnos, que no es necesario un post grado en economía para darse cuenta que esa petición oculta una realidad objetiva que debemos asumir.
Es cierto que la mayoría de nosotros nació en Chile. Tenemos una tarjeta de plástico con un número asignado que lo acredita, más una bandera y un himno que nos identifica, la verdad es que está muy claro que no todos somos iguales.
Como alguien dijo, “el chancho está muy mal pelado”
La concentración de la riqueza y la desigualdad social es abismante. “Inmoral”, ha dicho muchas veces la Iglesia Católica.
La conclusión lógica de todo esto es que el esfuerzo económico al que se nos invoca, debe ser repartido en forma proporcional a los ingresos de cada uno.
El 10% debe contribuir con el 66,5% del costo ocasionado por la epidemia.