Por Patricio Tombolini.- Al cumplirse un año del “estallido social”, fecha que une y divide a los y las chilenas, y que si bien su origen corresponde a una profunda insatisfacción de nuestros ciudadanos hacia un sistema injusto y abusador, tuvo una expresión no imaginada por nadie.
El estallido que nace de forma espontánea ese día, responde a las angustias y miedos que vivían y viven aún nuestros compatriotas, y explotó de mil maneras: desde un caceroleo o una barricada, hasta el incendio de las estaciones del Metro en Santiago y posteriores saqueos en distintos lugares de Chile.
La rabia no se detuvo ante nada ni nadie. Poco a poco, en los días posteriores, fuimos viendo cómo la violencia y la destrucción se fueron apropiando de las legítimas demandas ciudadanas dejando atrás sus justas razones, para que extremistas unos y antisistemas otros, empezaran a arrasar, saquear y vandalizar farmacias, comercio al por menor, supermercados, algunos hoteles, restaurantes, pequeños y medianos emprendimientos.
También se afectaron algunos centros de ciudades como Temuco, Puerto Montt, Valparaíso y Antofagasta entre otros. Este descontrol ciudadano trajo aparejada la represión del Estado que tiene como obligación mantener el orden público y la paz social, y esta obligación puso en evidencia otra falla en nuestro país: la represión brutal e indiscriminada, sin control y sin límite por parte de Carabineros, que llegó al extremo de vulnerar los derechos humanos de las personas, con un gobierno inepto que no sabía qué hacer ni cómo resolver los problemas que se reclamaban. Sólo acudió al uso de la fuerza para acallar el despertar ciudadano.
Varios días después, exactamente el 25 de octubre, cientos de miles de chilenos y chilenas nos expresamos pacífica y ordenadamente a lo largo de todo nuestro país poniendo en evidencia nuestro descontento e insatisfacción sobre nuestras vidas, reclamando dignidad para todos. Ese día emerge desde lo más profundo de las familias chilenas el grito por mejor salud, mejores pensiones, una educación gratuita y de calidad, trabajo digno y bien remunerado en suma una calidad de vida digna, sin abusos, sin angustias ni incertidumbres y que es posible que nuestro país le entregue a los hijos de Chile.
Por eso digo que debemos celebrar con orgullo, sin distinciones entre nosotros el próximo 25 de octubre, porque en paz y sin violencia expresaremos nuestro descontento. Ese día las chilenas y chilenos veremos que solo en democracia y con nuestro voto podemos cambiar las cosas. Ese es mi orgullo, que vamos a lograr lo que queremos, ejerciendo nuestra democracia, sin violencia y en paz.
La próxima semana, el 25 de octubre nos va a permitir avanzar un paso más en pos del Chile digno que queremos. Espero y confío que ese día miles y miles de chilenos aprueben la posibilidad de construir y redactar una nueva Constitución.
Por esas cosas de la vida, en nuestro país hubo otro 25 de octubre pero de 1938, cuando se eligió Presidente de Chile al radical Pedro Aguirre Cerda que también dio inicio a la construcción de un país más justo y con mejores oportunidades con un eslogan que aún tiene vigencia: “Gobernar es Educar”. Por eso el título de esta columna: “¿Qué celebro el 18 o el 25 de Octubre?”. Yo celebro el 25 de Octubre porque representa la dignidad de un pueblo que quiere justicia, libertad y democracia en paz.