A principios de la década de 1980, Brasil atravesaba una época de cambios políticos. Con la dictadura debilitada, la oposición presentó una enmienda a la constitución autoritaria que permitiría elecciones presidenciales directas en 1985. Folha se unió a la campaña Diretas-Já (Directas Ya) y abrió espacio a los principales líderes del movimiento. La propuesta fue derrotada en el Congreso todavía controlado por el régimen dictatorial, pero el posicionamiento de Folha dio sus frutos.
“El periódico comenzó a vender más, lo que lo puso en la cabeza de las ventas en estantes, vendió más suscripciones, empezó a ganar más con la publicidad y comenzó a tener una importancia que nunca antes había tenido, tanto en el estado de São Paulo, como en Brasil”, cree el periodista Caio Túlio Costa. Él fue uno de los periodistas encargados de implementar el llamado Projeto Folha, como se conoció el proceso de modernización del periódico, y también su primer ombudsman [o defensor de la audiencia]. A mediados de la década de 1970, Folha había iniciado una reforma editorial que abrió espacio para una mayor pluralidad, incluidos los opositores al régimen. A principios de los años 80, este proceso se profundizó, con un conjunto de reglas y normas que instituyeron medidas de control de calidad antes inéditas en la prensa brasileña.
“Estrictamente hablando, el Projeto Folha fue escrito por Otávio Frias Filho, entonces secretario del consejo editorial y poco después director de redacción y operamos este proyecto pluralista que escuchó a todos, abarcó controversias, los debates, abriendo la página de opinión a diferentes espectros de la sociedad civil, ya sea de derecha o de izquierda”, agrega. El giro editorial, y el resultado positivo, tanto comercial como institucional, es aún más significativo cuando se recuerda que unos años antes el mismo periódico había defendido el derrocamiento del presidente constitucional João Goulart y el régimen militar dictatorial que se instauró en el país.
El investigador André Bonsanto Dias estudia la relación entre la prensa brasileña y la dictadura militar. En su libro “O Presente da Memória” («El regalo de la memoria») investiga la reconstrucción de la identidad de Folha entre el apoyo al golpe y la redemocratización. Según él, los momentos de celebración de Folha, así como los de otros periódicos, son oportunidades para reforzar su identidad, y Folha lo hace asociándose a un hecho histórico conocido y positivo, que fue la campaña por elecciones directas. “Es normal que Folha recuerde los últimos 40 años. Folha fue varios Folhas y lo que queda es el Folha de la década de 1980. Así quiere ser recordado”, dice Dias. “Folha se unificó a principios de la década de 1960. Antes, había tres Folhas: de mañana, tarde y noche, pero seguía siendo un periódico que buscaba una identidad”.
Al cumplir 100 años, el diario ya tiene su identidad muy bien definida. Sin embargo, los desafíos de hoy son bastante diferentes a los de la década de 1980. En ese momento, el declive de la dictadura hizo florecer el periódico. Hoy, la crisis de prensa en el mundo y la específica en Brasil – que convierte a Folha en uno de los blancos predilectos del presidente Jair Bolsonaro en sus ataques casi diarios a periodistas – son un riesgo muy presente. Quizás por eso, el año pasado, el diario lanzó una nueva campaña. Inspirado en el movimiento Diretas-Já, que llevó a Folha a la escena nacional, el periódico lanzó la campaña “Use amarelo pela democracia” (Use el amarillo para la democracia). El amarillo, asociado al nacionalismo brasileño, es uno de los favoritos de los partidarios de Bolsonaro, pero también había sido el color del movimiento que convocó a elecciones directas para presidente. El periódico también cambió su lema de “un periódico al servicio de Brasil” a “un periódico al servicio de la democracia”.
Sin embargo, la mayor amenaza proviene del mercado de las noticias y la dificultad de convencer al público de que pague por las noticias y de movilizar una audiencia que justifique los altos precios cobrados por los anuncios. Hace cinco años, en la celebración del 95º aniversario de Folha, el entonces director, Otávio Frias Filho, ya decía que la ecuación económica del periodismo aún no está resuelta. “Vivimos en una paradoja. El buen periodismo es una actividad dispendiosa. Aunque existe un público muy prometedor dispuesto a pagar por el trabajo periodístico en forma de suscripción digital, la perspectiva publicitaria en este campo ha demostrado ser más problemática”, dijo Frías en ese momento. Dos años antes de morir en 2018.
Su sucesor, Dávila, apuesta a que el diario siga el ejemplo de otras publicaciones tradicionales del mundo, que hoy dependen más de los lectores, a través de suscripciones, que del mercado publicitario. El periódico está en camino de obtener su mayor fuente de ingresos de las suscripciones digitales, al igual que el New York Times, el Financial Times y otros. En cuánto tiempo llegaremos allí, es un punto crucial. Mirándolo hoy, estamos bien encaminados”, dijo Dávila. Para Costa, parte de la solución pasa por invertir en tecnología para recuperar el protagonismo perdido ante las redes sociales y otros medios.
“Los accionistas deben meterse la mano al bolsillo e invertir en tecnología, invertir su propio dinero, ya sea cotizando en bolsa”, dijo Costa. “Hay que tener suficientes recursos para mantener una redacción en pie, capacitada, independiente, preocupada por la pluralidad para mantener vivo el proyecto editorial”.
Júlio Lubianco es periodista y máster en Medios de Comunicación del London School of Economics y docente de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Artículo publicado en Latam Journalism Review.org