Por Hugo Cox.- “Los jóvenes son biológicamente rebeldes, pero hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, entre esos me cuento yo”. (Salvador Allende, 1972, Discurso a los jóvenes, Universidad de Guadalajara México).
Han pasado ya días desde que se celebraron las elecciones de gobernadores, y en torno a dicho acto electoral, como a los que le precedieron, se han escrito varios análisis que dan cuenta de visiones de una realidad cada vez más compleja.
En esta oportunidad esos actos nos entregan una lección que la historia se encarga de mostrarla a cada instante, solo con la unidad de los sectores cristianos y de izquierda, el pais ha avanzado hacia profundos cambios que han marcado la historia de este país.
Durante la campaña de gobernadores por la Región Metropolitana asistimos a una versión de descalificación verbal que me recordó el “avanzar sin transar” de los años del gobierno de Salvador Allende.
Ser joven implica una gran responsabilidad. No hay lucha generacional. Podrá haber miradas distintas, pero debe existir siempre un norte que no se debe perder, y ese norte es cómo logramos una sociedad sin grandes desigualdades de origen. Este hecho no nos debe llevar a no reproducir errores de un pasado no lejano. Por esos errores, el país cayó en una cruenta dictadura.
Hoy hemos presenciado un desprecio por la historia y por las personas que, con errores y aciertos, han logrado colocar al país de pie nuevamente. Salir a la calle ya no involucra el peligro de que la Dina y después la CNI, te hagan desaparecer o encerrar en sus mazmorras. Ese solo acto tiene un valor que va más alla de lo que cualquier ser humano aprecia.
En los años 60, por ejemplo, con el concurso del socialcristianismo, la izquierda marxista y sectores laicos, se aprobó la Reforma Agraria (reforma estructural que cambió la cara al agro chileno), se entregaron los recursos para su implementación y, así, surgen organismos de apoyo a este proceso (ICIRA, INDAP, CORA, fomento a la sindicalización campesina). En ese periodo y con el concurso de los mismos sectores se aprueba la Chilenización del Cobre (queda un 50% en manos de las compañías cupríferas y un 50% en manos del Estado). Este paso significa que, en los años 70 y con la unanimidad de las fuerzas políticas, se aprueba la nacionalización del cobre.
Con el golpe se pierde este avance progresista, rompiendo con la capacidad de entendimiento (no olvidar que el contexto histórico global es la Guerra Fría). Chile, al igual que América Latina, no ha participado de la centralidad del poder, y en la centralidad del poder en conjunto con fuerzas locales inician un largo proceso de desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular, que culmina en el golpe militar. Durante ese periodo no se logró construir mayorías -como en los años 60- que permitieran sostener y profundizar los cambios iniciados más allá de los eslóganes y discursos motivadores.
A fines de los 80, Chile da paso a la construcción de una amplia alianza destinada a terminar con la dictadura. Esta alianza expresaba las distintas visiones del país y su objetivo era reconquistar la democracia utilizando la vía electoral, dando paso a la construcción de un Chile democrático (construcción, como todo fenómeno, complejo, con luces y sombras).
El cambio social y económico que se avizora es de una profundidad tal que necesariamente la unidad de todas las fuerzas sociales cristianas, progresistas y laicas y de las diversas izquierdas permitirá sostener y hacer viable en el tiempo los cambios y no cometer el error de los años setenta, entendiendo que los contextos históricos han cambiado.
En síntesis: una persona cesante, independiente de su mirada o que no tenga ideología política, debe tener derecho a vivir y trabajar. Solo la unidad en la diversidad puede proporcionar dignidad. En la medida que dotemos a la política de ética y dignidad y le entreguemos un deber, ser las personas pueden volver a creer en la política y no se estará legislando si el voto ha de ser obligatorio o no. Dotemos a la política de la profundidad que necesita.
Ojala que no se repitan errores del pasado, ya que la soberbia y la falta de conocimiento de la historia de este país (y, por qué no decir, desprecio hacia la historia), pueden llevar a un miopía que, de paso, impida advertir las complejidades de la hegemonía del capital financiero global y local.
La historia porfiadamente nos demuestra lo peligroso de sobredimensionar las fuerzas. La segunda vuelta de la elección de gobernadores entregó algunas pinceladas al respecto.