Por Javiera Hernández.- Leo las respuestas de Jorge Baradit y no puedo creer que alguien les dé crédito. Dice, con un descaro increíble, que el borrado masivo de sus mensajes en Twitter en los que no solo denosta a las mujeres, sino que manifiesta aspectos francamente pervertidos, es una “deconstrucción” de su pasado.
¡Por favor! Anda a deconstruirte a otro lado.
Sus mensajes no eran misóginos: eran degenerados. Las alusiones a los cuerpos femeninos manifestaban un pensamiento enfermo (excitarse con personas por sus discapacidades o querer hacerle sexo a alguien por su garganta cortada, por mencionar sólo algunos ejemplos) que no se justifican con “la época”. Ese pensamiento es degenerado ahora y lo era hace 10 años. Más aún su manifestación pública como si fuera una gracia.
Su deconstrucción debiera partir, primero, por una profunda constricción, que no se ha visto en sus mensajes. Decir en una entrevista que fue un estúpido (la misma justificación de su entrañable amigo, Nicolás López) no basta, porque sus posteos no eran de estupidez, sino de enfermedad mental, sexual y social. Segundo, que vaya al sicólogo. No creo que haya un profesional de la salud mental en Chile que le diga que su comportamiento era (es) normal.
Lo peor es que su visión retorcida, volcada a su obra, es justificada por muchos que creen que es producto de su excentricidad.
No lo es…
Defender a Baradit no es solo defender a un misógino. Es defender a alguien con un pensamiento (y quién sabe si solo pensamiento) agresor hacia las mujeres, con un horrible potencial. Hacen falta en esta llamada de atención las voces feministas.