Por Uwe Rohwedder.- La arquitectura, en una de sus tantas definiciones, dice textualmente que es el “arte de construir bien”. Tras dos años de pandemia, tras la experiencia del “encierro”, pareciera que la definición anterior tiene poco de arte.
Nos enfrentamos a un problema donde no hay buenos controles de calidad y, lo que es aún más complicado, cada vez debemos construir más rápido, ya sea por un contrato o mandato para cumplir plazos y asegurar una entrega o venta. En muchos casos no hay un debido seguimiento y control sobre la calidad de lo que no se ve durante el proceso constructivo una vez entregada la obra. Ello, no sólo llevado a temas de cumplir con la norma sísmica, sino cada vez aparecen más casos de departamentos, cajones habitados, en donde que el confort acústico es francamente deplorable.
No puede ser que deba escuchar los pasos de alguien que camina por el piso superior como tampoco debiera escuchar las conversaciones y la música de la casa del lado. Este tema influye muy directamente en nuestro comportamiento y acciones diarias. Descansar o lograr la concentración necesaria para trabajar o estudiar, requiere cambios que no se han traducido en nuevas normativas para ser consideradas en el momento de diseñar y especificar los materiales.
El tema del ruido se ha hecho muy frecuente también por temas de hacinamiento, sobrepoblación y la inexistente o nula regulación de postventa y arriendos. Mas allá de nuevas costumbres o hábitos, “los vecinos” no debieran traspasar tan fácilmente nuestras paredes o ventanas.
Esa adaptación cultural se debiera reflejar o relacionar con el desarrollo tecnológico de materiales, la envolvente que permite transparencia, protección, privacidad, movimiento, actuar como cortina. Además de dar bienestar interior, debe considerarse como un elemento medible la protección sonora. Ello se relaciona con nuestra salud mental: no poder dormir bien por ruidos molestos debe ser uno de los factores más incidentes en nuestro irritable comportamiento cotidiano, reflejado en el agresivo comportamiento de peatones y conductores en nuestro espacio público.
Nos falta desde el diseño y la construcción, una reconexión social, la que evidentemente se debe expresar en mejores construcciones, la que en su concepción esté pensando en la diversidad y la inclusión de los otros, particularmente un diseño de practica vecinal.
Uwe Rohwedder es arquitecto y académico de la Universidad Central