Por Roberto Fernández.- La respuesta a la invasión de Ucrania por parte Rusia, más allá de las amenazas y condenas verbales, ha sido la de aplicar al país invasor fuertes sanciones económicas. Se puede suponer que estas medidas tienen dos objetivos principales: detener la invasión y provocar una crisis económica en Rusia, que afecte de tal manera en su vida cotidiana a la población y esperar que ésta se levante contra Putin y lo destituya.
Al día de hoy, un análisis objetivo de la situación muestra que ninguno de estos objetivos se ha cumplido.
Putin sigue avanzando militarmente en Ucrania -al parecer con más dificultades de las previstas- y salvo manifestaciones menores en Rusia en relación con el número de habitantes de ese país, que son reprimidas con dureza por la policía, estas no parecen afectar mayormente al mandatario. A lo que hay que agregar un control férreo del gobierno sobre los medios de comunicación y que una parte mayoritaria de los rusos apoya la invasión.
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Al mismo tiempo los europeos y el mundo entero comienza a tomar conciencia que las sanciones económicas contra Rusia producen efectos importantes en sus propias economías, con consecuencia políticas y sociales potencialmente muy graves.
Además estas sanciones son paradójicas. Les Echos, periódico francés, informó que desde el inicio de la guerra el 24 de febrero, las exportaciones de gas ruso a Europa aumentaron en 30%. Pasaron de 250 a 350 metros cúbicos y ese gas pasa por Ucrania. Por su parte India sigue aumentando sus compras de productos rusos. Ejemplos como estos sobran.
Está claro que los efectos de la guerra afectan en mucho menor medida a EEUU y esto va de la mano con la postura más agresiva de ese país contra Putin. Preguntarnos si a Norte América le conviene el debilitamiento de Europa es válido y relevante.
Lo que está claro, se confirma permanentemente, es que al día de hoy ni EEUU ni la OTAN van a enfrentarse directamente en una guerra contra Rusia. Esto es razonable. El costo y consecuencias de un evento tal sería infinitamente más grande, sobre todo para Europa, que el control de Ucrania por los rusos.
El resultado de la guerra dependerá de la capacidad de resistencia militar de Ucrania, que es sorprendente fuerte y decidida. Si los rusos resultan vencedores impondrán las cuatro condiciones que han manifestado claramente: Desmilitarización total de Ucrania; reconocimientos de las repúblicas del este que se declararon independientes; reconocimiento de Crimea y; garantías constitucionales de que Ucrania no se incorporará a la Unión Europea.
La dificultad que eventualmente se deberá resolver es si es aceptable que un país democrático pierda su autonomía en beneficio de un acuerdo de paz negociado entre las grandes potencias. Creo, además, que seguramente que Rusia agregará el levantamiento de las sanciones económicas en los acuerdos finales.
Zelensky ya aceptó lo que la UE le reiteró con insistencia: no incorporarán a su país a esa organización. Una señal positiva para las negociaciones en curso.
Ahora bien, independiente del resultado de la guerra, hoy se puede constatar que se están produciendo cambios fundamentales a nivel planetario, sobre todo de orden económico. El primero, y más importante, será el término de la globalización. Evidentemente esto excluye las comunicaciones. El mercado global está siendo puesto en tela de juicio y pasamos de manera brutal de un mundo globalizado a otra cosa. El cambio que se avecina será de largo plazo, durable y afectará a todo el mundo.
Para las grandes naciones y sus alianzas, la prioridad será la independencia, sobre todo energética, y la autonomía económica.
En este contexto la pregunta urgente que nos debemos hacer es cómo afectará esto a Chile. Nuestra dependencia del petróleo es total, importamos el 80% del gas que consumimos y más del 50% del trigo. Esto sin contar los efectos laterales del aumento de precios y abastecimiento de los productos que importamos. Afortunadamente el alza del precio del cobre nos permite compensar en parte los efectos negativos de la crisis.
En esta configuración de un nuevo orden mundial económico, estimo que es esencial una respuesta a nivel regional. Se requiere una reflexión urgente sobre estos problemas. Se deben establecer rápidamente acuerdos con nuestros vecinos para enfrentar lo que se viene de manera conjunta. En esto tenemos intereses comunes. Nuestros países poseen, en energías y alimentos, lo necesario para enfrentar de buena manera los cambios que se avecinan.
Tal vez sea el momento de resolver de manera seria, mutuamente satisfactoria. Por ejemplo, los problemas que arrastramos con Bolivia.