Por Diego Arango.- Tal como desde hace un siglo, se siguen construyendo asentamientos informales a los pies de las montañas, la cordillera o en el borde costero donde la población queda expuesta a una amplia diversidad de desastres. En Cerrillos, San Bernardo, San José de Maipo o Colina, en las alturas de los cerros de Lampa, los campamentos sin instalaciones de luz, alcantarillado y acceso a servicios proyectan las mismas vulnerabilidades sociales de antaño asociadas a la pobreza, infraestructuras precarias o la ausencia de redes de apoyo. Esto supone nuevos niveles de alerta en este tipo de poblaciones donde ya es complejo resistir terremotos, aludes, frentes de mal tiempo y la diversidad de desastres naturales propios de Chile.
Desde una mirada crítica, académica y ciudadana, es sorprendente cómo Chile -un país a menudo enfrentado a este tipo de riesgos- mantiene una cultura arraigada para convivir con ellos que no se refleja en la generación de investigación y nuevas metodologías de tipo local. Pese a ser un país que convive con desastres socionaturales como terremotos, tsunamis, volcanes, incendios forestales y otros, el desarrollo de la historiografía y las ciencias sociales respecto de este tipo de fenómenos, es mucho más escaso que el de otros países como México, Brasil, Venezuela o Colombia donde también están muy presentes estas vulnerabilidades.
Estos riesgos socionaturales presentan al país y su política pública una excepcionalidad que requiere miradas transversales desde la institucionalidad, pero también desde la investigación y la innovación. Entre estos fenómenos hay otras catástrofes que son menos visibles que un tsunami, extensas sequías o un deslizamiento de tierra: persisten bolsones de pobreza, falencias educacionales y estructuras que, como problema, se tornan más complejos por sus múltiples dimensiones.
La conjunción de las externalidades del cambio climático y las zonas de sacrificio o la falta de servicios afectan aún más a las zonas castigadas por la sequía, por mencionar parte de esta realidad local. Muchas de estas realidades urbanas hacen necesaria una actualización de herramientas y metodologías de investigación y acción que se hacen cargo de la desigualdad, la vulnerabilidad, desastres y otras amenazas que rodean a las grandes ciudades de Chile, pero que también se aprecian en ciudades pequeñas del norte y el sur donde conviven por igual riesgos naturales y sociales de desigualdad.
De este tipo de amenazas se desprende una necesidad vital: pensar las catástrofes locales desde la prevención y miradas interdisciplinarias aplicadas al riesgo social y sus consecuencias. Ya sea desde el trabajo interdisciplinario del sicólogo y el sociólogo en cuanto a asuntos como el estrés postraumático o cómo la identidad, la pobreza y el género, influyen en estos contextos; así como desde el enfoque del antropólogo y las implicancias del mundo rural y la gestión administrativa asociada a sus vulnerabilidades, entre otro corpus en el que participen abogados, arquitectos y estadísticos, por ejemplo.
Diego Arangoes Dr. en Estudios Urbanos, Historiador y docente del curso “Riesgo de desastres en espacios urbanos. Aproximaciones prácticas desde las Ciencias Sociales” de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano