Por Alvaro Medina Jara.- La historia es como una moneda: siempre tiene (al menos) dos caras. Al menos. Una prueba flagrante es mirar los libros con los que se enseña la Guerra del Pacífico en Chile, en Perú y en Bolivia. La versión es distinta: lo que para unos fue una guerra defensiva, para otros fue una invasión despiadada; los héroes de unos, son los criminales de los otros. Lo único cierto, sin dudar, es que hubo una guerra.
En el plano internacional, el hecho cierto hoy es que hemos vuelto a una condición de Guerra Fría. Aunque es probable que en realidad nunca haya cesado.
La última reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) terminó en una batalla de cornadas entre dos bloques mundiales ya claramente definidos. Un lado de esta moneda es un Occidente, donde la hegemonía de Estados Unidos se ha hecho cada vez más patente, y más aún con liderazgos europeos debilitados: Alemania sin Merkel; España en crisis económica y bajo un conflictivo gobierno de Sánchez; un liderazgo británico a lo Trump (divorciado del Viejo Continente); y una Francia cuyo presidente ha intentado dar batazos internacionales, pero sin efectividad, como cuando trató de detener la invasión de Putin (que no de Rusia) a Ucrania.
El otro lado de la moneda es Rusia y, detrás, el verdadero poder que disputa la hegemonía mundial, amenazando a EEUU: China.
Y la Guerra Fría parte por escribir, cada uno, su parte de la historia. Mientras Occidente ha vendido la versión de que es el bloque de la libertad -llevando adelante numerosas guerras “defensivas” y “preventivas” que le han permitido control de recursos y rutas comerciales-. Así, entonces, la ayuda a Ucrania frente a Rusia es para detener el “avance” de los afanes imperialistas de un aparentemente inescrupuloso presidente devenido en Zar. Y las furibundas críticas a China por sus violaciones a los derechos humanos son, también, una muestra de cómo hay que defender las libertades y de lo libres que vivimos en occidente.
Pero el otro lado de la moneda tiene su propia historia y tanto Rusia como China la expresaron ayer luego de los anuncios de la OTAN de desplegar 300 mil efectivos (más que los que tuvo EEUU durante la postguerra en Europa). Putin señala que el imperialismo y la hegemonía están en occidente el que, dice, “lleva preparándose para la confrontación con rusia desde 2014 y esto no es algo nuevo… EEUU necesitaba un enemigo externo en torno a cuya supuesta amenaza sería posible unir a los aliados, e Irán no era lo más adecuado para este papel. Rusia sí lo es”.
“No hay nada nuevo para nosotros en esto -dice el líder ruso-. Empezaron a hacer de Ucrania una anti Rusia, un trampolín… comenzaron a luchar contra la cultura rusa, el idioma ruso…”.
Por su parte, en China, el portavoz de la cancillería en Beijing, Zhao Lijian, afirmó que “China defiende la paz mundial, el desarrollo global y el orden internacional. China nunca ha invadido a otros países, nunca ha empezado una guerra subsidiaria ni ha llevado a cabo bloqueos militares”. El gigante asiático acusa un sesgo ideológico y valoraciones propias de la Guerra Fría.
Cuando hay dos historias tan contrapuestas y polarizadas, y en cada parte se transforman en dogma, el panorama pinta oscuro.
La OTAN anunció que se está en camino de la “mayor revisión de la defensa colectiva y disuasión desde la Guerra Fría”. Y en virtud de eso se lanza abiertamente a una segunda versión de la misma. Y en realidad, es muy probable que nunca se hubiera acabado, pues habiendo un polo hegemónico (el de Washington), éste solo buscaba ampliar ese poder. Lo dice muy claramente el senador de EEUU John Rish: “Cometimos un gran error cuando cayó el Muro de Berlín. Todos pensamos que Rusia se tomaría un respiro profundo y se uniría a la comunidad internacional para hacer las cosas de manera civilizada”. La historia de este lado de la moneda necesitaba reconstituir a un enemigo poderoso, y el resultado de eso es la declaración de la OTAN que ayer termina reafirmando el armamento nuclear como instrumento de disuasión. “Las fuerzas nucleares estratégicas de la alianza, particularmente las de EEUU, son la garantía suprema de la seguridad de la Alianza…”.
Mientras tanto, la petrolera y gasífera rusa, Gazprom, da cuenta de un reagrupamiento al otro lado de los Urales, y quizás hacia Asia, pero alejándose de Occidente, al decidir -si importar la caída en la bolsa de Moscú- no repartir dividendos entre sus accionistas, sino utilizarlos en una estrategia de ampliación de las redes energéticas hacia el interior de Rusia. De paso, la empresa evitó la entrada en el directorio del ex canciller alemán, Gerhard Schroeder.
El escenario es de polarización declarada. Occidente buscará confrontaciones como la de Ucrania, probablemente asegurando también las alianzas en el Asia Pacífico, donde China tiene reclamaciones. Y en el corto plazo, esa Guerra Fría tomará para el resto del mundo la forma más concreta de una participación en una conflagración económica y probablemente en una guerra ideológica.