Por Catalina Maluk.- Atrás quedaron los años en que la alta administración estaba en una suerte de torre de control, inalcanzable, monitoreando el vuelo de sus empleados para vigilar de cerca su productividad. El modelo de líder infalible, impenetrable, imperturbable e inalcanzable ha ido cediendo paso a uno más cercano, empático, llano; en definitiva, más humano.
El escenario de este cambio no es otro que la dinamización y complejidad del mercado, donde se hace necesario adaptarse al entorno, enfrentar nuevos desafíos y ser capaces de entender que hoy, ante un mismo problema, ya no hay una solución única.
Esta tendencia ha sido impulsada por factores como la distancia de los mercados y sus características diferentes, lo que conlleva una mayor necesidad de adaptación; la incertidumbre permanente, o sea, nada asegura que la estrategia de ayer, funcione mañana; y la capacidad de innovación, entendida como la voluntad de romper con la obsolescencia.
Por último, las empresas están insertas, desde luego, en un contexto social y deben encausarse en ese camino, es decir, entender que hoy, la transparencia, la empatía, la veracidad y la comunicación adecuada son elementos tremendamente valorados. Los cambios en el ámbito político e institucional, sin duda son elementos más que atendibles para sobrevivir y competir en el impredecible entorno que les toca.
Con todo, entonces, condiciones como cercanía, empatía, sensibilidad, parecieran sintonizar mejor con las necesidades de adaptación tanto individual como colectiva, de cara al futuro empresarial. La rigidez solo propicia la repetición de errores. Es en la adaptación al entorno donde hay mayores posibilidades de éxito real para líderes reales.
Catalina Maluk Abusleme es Directora de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Central