Por Alejandro Puente.- El auge acelerado por un crecimiento económico, urbano y turístico, entre otros indicadores, son algunos elementos de gran peso que atrapan la atención de las masas, posicionándose con gran fuerza en la mente de todo aquel entusiasta que, al menos una vez, ha imaginado viajar al “nuevo y moderno Medio Oriente”, ya sea por placer o negocios. Y no es para menos. Basta con observar el Índice de Desarrollo Humano y opciones de estilo de vida a la carta que la mayoría de países de la Península Arábiga pueden ofrecer al mundo; el resultado es un modelo de aspiración al progreso invitando a la migración masiva hacia estos países. La motivación principal suele ser la inmensa oferta laboral que cubre las demandas en diversos sectores tanto para la mano de obra en construcciones y trabajos domésticos, como para el sector empresarial en inversiones, haciendo de esto un paraíso para los expatriados provenientes principalmente de Europa y EEUU.
¿Realmente todo es tan perfecto como la imagen que se proyecta al mundo?
Vivir la experiencia de trabajar en Qatar, implica considerar las condiciones laborales y oportunidades de crecimiento, que no son realmente equitativas si analizamos los casos entre expatriados provenientes de Europa o América Latina versus los inmigrantes provenientes de las Filipinas, Pakistán o Bangladesh, por mencionar algunos; estos últimos llegan a trabajar principalmente en el sector de la construcción bajo una ley conocida como el Sistema Kafala, que originalmente nació con el objetivo de permitir la entrada de trabajadores extranjeros para labores que requieren mano de obra durante épocas de crecimiento económico. La realidad es que, actualmente, se ha transformado en un sistema de trabajo que denigra y explota a las personas bajo condiciones que muchas veces son inhumanas de acuerdo a diversos testimonios.
El Estado de Qatar, como se le conoce oficialmente, es un emirato (principado) también considerado una monarquía dentro de un estado soberano. Esta forma de gobierno es muy común en varios estados de la región de Medio Oriente, específicamente en la mayoría de países que integran la Península Arábiga.
Qatar es una economía de altos ingresos, respaldada por las terceras reservas de gas natural y de petróleo más grandes del mundo de acuerdo con cifras oficiales; también es el mayor exportador mundial de gas natural licuado y el mayor emisor de dióxido de carbono per cápita del mundo.
Por otro lado, Qatar es partícipe de acciones que van más allá de haber patrocinado por años al famoso FC Barcelona a través de su emporio conocido como Qatar Airways, o actualmente poseer los derechos propietarios del equipo de fútbol Paris Saint Germain (adquisición que no por casualidad ocurrió en un momento en que el astro del fútbol Lionel Messi se unió al equipo). Y, por último, pero no menos importante, los qataríes son los anfitriones de la Copa Mundial 2022.
Durante 2021, el Emir de Qatar, el Jeque Tamim Bin Hamad Al-Thani, fue acusado una vez más por presunto financiamiento al terrorismo. Una demanda presentada a través de la justicia británica e información recopilada por diversos servicios de inteligencia británicos e internacionales, señalaron que Doha, capital del emirato, estuvo inyectando durante años previos a 2021, centenares de millones de dólares a la organización extremista y subsidiaria de Al-Qaeda en Siria, conocida como el Frente Al-Nusra.
El lavado de dinero se habría realizado mediante la elaboración de contratos y pagos excesivos a trabajadores extranjeros provenientes de Siria. Los fondos se transferían desde cuentas bancarias de empresas con diferentes giros y algunas “organizaciones benéficas” de Qatar directamente a Siria o, algunas veces, a través de entidades de Turquía que filtraban dinero en la frontera con Siria.
A la cabeza de esta operación millonaria, está la oficina de ingeniería privada del organismo gubernamental Amiri Diwan; institución que recibe instrucciones directas del Emir de Qatar Tamim Bin Hamad Al-Thani. El Amiri Diwan también es el órgano soberano y la oficina administrativa del monarca; es el lugar de trabajo oficial y oficina central del Emir. Literalmente representa el centro figurativo y burocrático de Qatar. Esto fue una prueba más que revela el papel del Emir como involucrado en el asunto, e incluyen en la acusación que la transferencia de activos, también contó con la cooperación de la organización islamista de los Hermanos Musulmanes en Egipto, y que llegaron a tener encuentros en suelo turco entre agentes qataríes y representantes de varios grupos de movimientos yihadistas que operan en Siria con el objetivo de dinamizar dichas acciones terroristas.
La extensa nómina de acusados está formada por las “organizaciones benéficas” de Qatar, empresarios, funcionarios y políticos; en esta última categoría de acusados y elementos terroristas, se encuentran el ex Primer Ministro de Qatar, Hamad Bin Jassem Bin Jabr Al-Thani, y el propietario del London Ritz Hotel, Abdulhadi Mana Al Hajri. Por si fuera poco, entre los reportes por la demanda presentada por parte de los británicos, también se encuentran dos entidades bancarias de suma importancia: el Banco Nacional de Qatar, que por cierto es el patrocinador oficial de la Copa Mundial Qatar 2022, y también por el Banco de Doha, capital del emirato.
La pregunta es: ¿los bancos realmente desconocían que estaban siendo utilizados para transferir fondos con fines terroristas?
En caso de haber tenido nulo conocimiento del escabroso asunto, de cualquier forma, infringieron la ley por “no revisar y monitorear” las cuentas bancarias.
Cabe recalcar que grupos extremistas islámicos, como el movimiento Talibán en Afganistán y los Hermanos Musulmanes en Egipto, cuentan con oficinas en Qatar que operan como centros de mando y logística en apoyo a sus respectivas causas, al igual que el grupo terrorista palestino y autogobierno de facto en Franja de Gaza conocido como Hamas, que también son financiados por el emirato proporcionando generosos fondos de capital y oficinas acondicionadas dentro de Qatar, esto aunado al respaldo total a su causa por parte de Turquía e Irán.
La relación política de Qatar con sus vecinos de la región
La realidad es que el emirato ha atravesado una relación diplomática un tanto frágil con algunos de sus vecinos árabes del Golfo. En 2017, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, entre otros Estados árabes no peninsulares, rompieron relaciones diplomáticas con Qatar y prohibieron que aviones y barcos registrados en Qatar utilizaran su espacio aéreo y rutas marítimas; sin embargo, Arabia Saudita fue aún más tajante al bloquear el único cruce terrestre fronterizo con Qatar.
La coalición liderada por el Reino de la Arabia Saudita condenó el presunto apoyo de Qatar al terrorismo como la razón principal de sus acciones impositivas, alegando que Qatar había violado un acuerdo de 2014 con los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, organismo del cual Qatar es miembro junto con Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Omán.
Arabia Saudita y otros países han criticado las relaciones estrechas de la principal cadena de noticias de Qatar llamada Al-Jazeera con Irán. Al final Qatar ha reconocido haber brindado asistencia a ciertos grupos islamistas como los Hermanos Musulmanes de Egipto, pero negó haber ayudado a grupos militantes vinculados a Al-Qaeda o al Estado Islámico de Irak y Siria. En contrapeso, el emirato también afirma tajantemente haber ayudado a Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo, la intervención militar contra ISIS y el rastreo de fondos de capital destinados a Hezbollah en el Líbano demostrando así, la estrecha cooperación y alianza que tiene Qatar con la Casa Blanca.
En enero de 2021, Qatar y Arabia Saudita acordaron una resolución a la crisis diplomática y de cooperación negociada por Kuwait y Estados Unidos como mediadores. Arabia Saudita reabriría su frontera con Qatar y comenzaría así el proceso de reconciliación entre ambas monarquías.
Sin embargo, Qatar también ha demostrado tener sus propios planes de ambición y cooperación regional al estrechar fuertes lazos diplomáticos con Turquía e Irán; más allá de la interesante movida en las piezas del tablero de ajedrez puesto sobre Medio Oriente por parte de Qatar al formar un eje de alianza con estas dos naciones no árabes, es evidente que los tres países buscan un posicionamiento estratégico y dominio regional por encima del orden establecido predominantemente árabe y liderado en muchos aspectos por el Reino de Arabia Saudita.
A grandes rasgos, Qatar busca protección militar por parte de Turquía e Irán, garantizando así la protección de la familia real gobernante a cambio de generosos fondos económicos para los intereses turcos e iraníes respectivamente. Turquía busca el beneficio económico de Qatar a cambio de mantener activa su base militar en el país árabe y la zona del Golfo en general. Irán por su parte, busca interferir en asuntos del Golfo a través de Qatar como su gran aliado además del beneficio económico que Qatar le proporciona.
¿Cuál es la importancia de prestar atención a este asunto?
Tal vez dentro de una observación muy general, pero que abre la cosmovisión a futuros análisis sobre el tema y la región de Medio Oriente, lo podemos ver desde la estrategia de Qatar en cuanto a su diplomacia pública como instrumento casi infalible para una propaganda eficaz; utilizando un efectivo método persuasivo a través de las ostentosas maravillas de entretenimiento y turismo que ofrece el megalómano emirato a las masas, desviando la atención de acciones siniestras que las organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional, suelen pasar por alto en la publicación de sus reportes, aparentemente absteniéndose de realizar una investigación exhaustiva y condenar dichas operaciones de apoyo al terrorismo y crimen organizado a través de las grandes inyecciones de capital del emirato, imponente infraestructura, la Fórmula 1, la Copa Mundial 2022, transmisión y sesgo de información a través de la empresa de noticias Al-Jazeera, que tajantemente expone una visión sesgada y limitada sobre lo que acontece en Medio Oriente y por qué no, el abuso de poder a través del sistema kafala como instrumento de explotación laboral y opresión a un sector específico de trabajadores extranjeros.
En conclusión, es interesante que la audiencia jamás pierde la “inocente” costumbre y el poder de asombro al recibir noticias sobre otros conflictos de Medio Oriente que provocan mayor terror y angustia al público en general. Por ejemplo, el eterno favorito del conflicto palestino israelí, la guerra en Siria, crisis en el Líbano y la opresión del movimiento extremista Talibán en Afganistán, o incluso la reciente guerra en Ucrania entre otros. Lo irónico es que, la mayoría de los conflictos mencionados, son financiados por el emirato de Qatar, y la reflexión recae en este año mundialista, donde todos estaremos regocijándonos en alegría y júbilo apoyando a nuestras selecciones de fútbol, mientras el desconocimiento del orden político establecido, nos orilla a lamentarnos por lo que atraviesan las víctimas oprimidas de la población civil de otros conflictos bélicos según sea el de su preferencia, empatía y elección de la región de Medio Oriente o cualquier parte del mundo que más atrae la atención de la esfera pública.
La reflexión es simplemente generar conciencia colectiva en la medida de lo posible para un consumo responsable de las atracciones que se ofrecen al público; es decir, la próxima vez que los medios de comunicación nos bombardeen con información relacionada a una crisis de refugiados sirios en Europa provenientes de campamentos turcos, o agresiones entre israelíes y palestinos solo por mencionar un par de ejemplos; recordemos que también fuimos seducidos por el menú de atractivas opciones a consumir dentro del emirato, al menos en este año mundialista para todo aquel afortunado que tenga la oportunidad de visitar el país anfitrión y poner su granito de arena, gastando capital del cual mínimo un porcentaje de los fondos generados, serán destinados a otras causas de intervencionismo por parte del emirato, o para el lanzamiento de proyectos establecidos en la agenda política que posteriormente hacen corto circuito en la mente del entusiasta receptor de noticias internacionales, esto de acuerdo a su ética o prejuicio una vez que recibe la información sobre la toma de decisión que el gobierno en cuestión ejecutó. Al final del día, la realidad es que no existe una sola nación de Medio Oriente que no cargue con un pecado original en la gestión de su política interior y política exterior.
Alejandro Puente es Profesor de Medio Oriente y Norte de África (MENA) y Medios de Comunicación y Política Exterior en la Universidad De Las Américas UDLA-CDMX en México.