Por Felipe Guevara.- La ciencia no es una actividad estática. Es un libro que se escribe en el tiempo, en la búsqueda constante de pulir su contenido. Es por esto, que la ciencia necesita, probablemente más que cualquier otra disciplina, el intercambio constante de saberes y pareceres, de conocimientos e ideas. En 2018 se promulgó la ley 21.097, que declara el primer domingo del mes de octubre de cada año como el “Día Nacional de las Ciencias, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación”. Una invitación a recordar que la ciencia no es propiedad de los científicos, y que debe salir de los muros de laboratorios, centros y universidades.
Previo a que Gutenberg inventara la imprenta, el ir y venir de preguntas y respuestas se realizaba principalmente mediante manuscritos, y en específico, mediante cartas. De hecho, hoy en día muchas revistas científicas mantienen el nombre de “letters on…” o su traducción “Cartas sobre…”.
Durante el siglo XIX se popularizó una forma más visual de transmitir y presentar los últimos avances científicos y tecnológicos en los llamados “teatros científicos”. Surge también el género literario de la ciencia ficción (aunque podríamos proponer una traducción más acorde al español de “science fiction” como “ficción científica”). En el siglo XX los científicos se vuelcan de forma más consciente a la popularización de la ciencia (“popular science” es el término en inglés para referirse a “divulgación científica») con exponentes relevantes como Stephen Jay Gould o Carl Sagan. Pasamos de las letras a las imágenes, acercando la ciencia a la sociedad mediante los medios audiovisuales que permitía la televisión.
Y llegamos al siglo XXI con un gran número de posibilidades, más diversas, más accesibles. La posibilidad de escribir y difundir contenidos está a un clic de distancia. Podcast, videos, redes sociales. Pero ¿para qué?
El avance de la ciencia es esencial para la sociedad. Popularizar y difundirla puede ayudar a elevar su perfil y aumentar su importancia (y por consiguiente la necesidad de aumentar su financiamiento). Una mejor comprensión del mundo que nos rodea nos lleva a tomar decisiones más informadas. Y no hablamos de solo difundir las aplicaciones de la ciencia. La ciencia aplicada siempre tiene como base una buena ciencia, y la buena ciencia se sustenta en la necesidad de descubrir el andamiaje del mundo que nos rodea. Esperamos que estas instancias nos permitan tener muchas más “letters on…”, pero también “podcast on…”, “tik tok on…” “tweets on…” y un largo etcétera para seguir avanzando en el desarrollo de una sociedad basada en el conocimiento.
Felipe Guevara es subdirector de Investigación en la Universidad Central