Por Alejandro Félix de Souza.- Una de las cosas más especiales que me ocurrieron en 2022, fue el poder volver, después de más de una década (ausencia que nunca pensé que me iba a pasar en la vida, ya que en un tiempo Buenos Aires era mi segunda casa, y ahora es la tercera, después de las ciudades de Panamá y Montevideo), a mi amada Santa María (como la definía Juan Carlos Onetti), esa maravillosa, singular y única ciudad, capital centrípeta del Sur Sudamericano, la gran París a donde iban a triunfar los latinoamericanos durante gran parte del Siglo Veinte (y no por casualidad fue la bonaerense Sudamericana la primera editora que se animó a publicar, contra todo riesgo, “Cien Años de Soledad”, en 1967).
Argentina es un país de novela, como lo describe uno de sus intelectuales más profundos, el gran Marcos Aguinis. Y Buenos Aires es, como lo ha sido por más de cuatro siglos, la gran puerta de entrada, la gran vitrina para anticipar algo así como “Pah, si esto es la capital, cómo será el país que está en enorme terreno del fondo”.
Durante los últimos ciento cincuenta años, por lo menos, Argentina es un país que ha aportado al mundo hispanoamericano, y al mundo occidental en general, una destacada excelencia en diversos ámbitos, incluyendo el intelectual, deportivo, científico y artístico. A lo largo de los años, los argentinos han logrado sobresalir en estas áreas, dejando un legado notable en el panorama global.
Comenzando con la excelencia intelectual, Argentina ha hecho importantes contribuciones en áreas como la literatura, la filosofía y la educación. Grandes escritores argentinos, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Alfonsina Storni, Ernesto Sábato, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, José Hernández, Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, José Ingenieros, Alejandra Pizarnik, Manuel Puig, Eduardo Sacheri, para nombrar sólo algunos, han dejado un impacto duradero en la literatura mundial con sus obras innovadoras y su estilo único. Sus creaciones han sido traducidas a múltiples idiomas y han ganado reconocimiento internacional.
En el ámbito científico, Argentina ha realizado contribuciones significativas en diversas disciplinas. El país cuenta con destacados científicos e investigadores que han llevado a cabo investigaciones importantes y han realizado descubrimientos trascendentales.
En áreas como la medicina, la biología y la física, los científicos argentinos han dejado una huella duradera. Destacamos entre ellos a Bernardo Houssay (primer latinoamericano en ganar un Premio Nobel en ciencias), seguido de otros Nobel como Luis Federico Leloir y César Milstein (protagonista de artículos anteriores que he escrito sobre los “fueguitos” y su contribución a la virología y al descubrimiento de las inmunoglobulinas, hallazgos precursores que permitieron lograr una rápida solución para el COVID-19).
Florentino Ameghino ha sido uno de los precursores de la paleontología hispanoamericana, y de la investigación de la Patagonia para encontrar muchas respuestas a la ciencia, tarea en la que también destacó el Perito Francisco Moreno (cuyo nombre lleva el famoso glaciar).
En medicina, dentro de muchos nombres increíbles, destacan José María Ramos Mejía (sí, de los parientes de la Diputada y Marquesa española-francesa-argentina Cayetana Alvarez de Toledo-Peralta Ramos Mejía, otra protagonista de artículos anteriores), uno de los precursores mundiales -al mismo tiempo que Freud- de los estudios sobre la neurosis, a fines de la década de 1880; Luis Agote, primer científico en el mundo que desarrolló las primeras transfusiones de sangre indirectas (es decir, no inmediatas, lo que permitió que se pudiera conservar sangre no coagulada para uso posterior, un enorme avance en la medicina).
Enrique Finochietto, médico-inventor que desarrolló numerosos instrumentos de uso en los salones de cirugía de todo el mundo, entre ellos el frontolux (la lampara ceñida a la frente del cirujano que permite iluminar el área donde trabaja); el porta-agujas, la pinza doble que se usa para hemostasia y como pasahijos; el aspirador quirúrgico, que permite limpiar la sangre; la cánula para tranfusiones; la mesa quirúgica móvil, el banco para cirujanos, que les permite operar sentados; y el separador para operaciones de tórax, que se conoce como el “separador Finochietto”.
Y Juan Vucetich (croata nacionalizado argentino), que inventó para la posteridad en Argentina el método de identificación de criminales y personas en general por las huellas dactilares. Es en recuerdo del 1 de septiembre de 1891, cuando Vucetich compiló un par de decenas de fichas con huellas dactilares de procesados criminales, que todos los años se celebra el Día Mundial de la Criminalística.
Y no podemos terminar esta reseña de las contribuciones argentinas al campo de la medicina sin mencionar a quien este año cumpliría 100 años de nacido el gran René Favaloro, que en 1967, mi año de nacimiento, realizó en Estados Unidos el primer bypass coronario con injerto de vena safena, una técnica que se sigue utilizando más de 50 años después de haber sido probada.
En física, no podemos dejar de mencionar al enorme Enrique Gaviola, que estudió con Max Planck y Albert Einstein, y fue uno de los que trajo a Einstein a Argentina y Uruguay luego de que éste ganara el Premio Nobel; y al gran inventor Raúl Pateras Pescara, que inventó, en 1920, el método que permitió el despegue y aterrizaje de helicópteros, con su método de palas contrarrotativas.
Argentina en las Artes
Además, Argentina ha demostrado una excelencia artística innegable. El país ha sido cuna de importantes artistas en diversas disciplinas, como la pintura, la música y el cine.
En la pintura, figuras como Antonio Berni y Xul Solar han dejado un legado artístico único, explorando nuevas formas de expresión y capturando la esencia de la cultura argentina.
En la música, el tango es quizás el género más emblemático del país, con artistas y compositores como Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Aníbal Troilo y Astor Piazzolla, que han llevado esta música a niveles internacionales de reconocimiento.
Pero por si fuera poco, Argentina es la cuna y la inspiración de algunos grandes compositores y cantantes como Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Charlie García, Fito Paéz, Gustavo Cerati, Facundo Cabral, Leonardo Favio, Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Nito Mestre, Palito Ortega, Sandro, Django, Alberto Cortés (sí, es argentino), Andrés Calamaro, los Pimpinela, Diego Torres, Vicentico, los Cadillacs, los Enanitos, Soda Stereo, los Redonditos, Sandra Mihanovich, Celeste Carballo, Nacha Guevara, Marilina Ross, Patricia Sosa, Los Chalchaleros, Estela Raval, María Elena Walsh, sin dejar de lado algunos nombres clave en la música académica como Alberto Ginastera y Carlos Gustavino.
Y en una categoría parte, esos geniales músicos-compositores-autores-actores que son Les Luthiers, un grupo tan disruptivo como original en las artes escénicas latinoamericanas.
En el cine, directores argentinos como Luis Puenzo y Juan José Campanella han ganado Oscares y premios en festivales de renombre y han recibido elogios por sus obras cinematográficas.
Pero en una lista de los grandes cineastas argentinos no pueden faltar nombres como Leopoldo Torres Nilson, Leonardo Favio, Adolfo Aristarain, Maria Luisa Bemberg, Eliseo Subiela, Damián Szifron, Hugo del Carril, Fernando “Pino” Solanas, y Sergio Renán. Y ni que hablar de sus enormes actrices y actores, como Libertad Lamarque, Federico Luppi, Dario Grandinetti, Thelma Biral, Hector Alterio, Mirtha Legrand, Luis Brandoni, Norma Aleandro, Ricardo Darín, Graciela Borges, Guillermo Francella, Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Juan Carlos Calabró, Soledad Villamil, Rodrigo de la Serna, Diego Peretti, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Gaston Pauls, Adrián Suar, y dejo muchos nombres fuera de la lista.
Argentina en el deporte
En cuanto a la excelencia deportiva, Argentina ha dejado una marca indeleble en el mundo del deporte. Vamos a comenzar por mencionar a los que se han destacado fuera del “deporte Rey”, que es el fútbol. El país ha tenido éxito en deportes, como el tenis, con jugadores como Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini y más recientemente Juan Martín del Potro, que han alcanzado la cima del tenis mundial, ganando títulos de Grand Slam y dejando una marca en la historia de este deporte.
Además, Argentina ha sobresalido en el boxeo, produciendo campeones mundiales notables como Carlos Monzón y más recientemente Sergio «Maravilla» Martínez.
Y ahora, lo inevitable: el fútbol. La pasión de los argentinos por este deporte es enorme, y es una cantera inagotable (quizás de las pocas canteras que parecen eternas), de la que han surgido numerosos talentos que han llevado a la selección nacional a la cima del fútbol mundial. Figuras legendarias como Diego Maradona y Lionel Messi han dejado una huella imborrable en el deporte, mostrando habilidades excepcionales, liderazgo y un espíritu competitivo inigualable. Dejo la lista aquí, porque si no, este escrito se volvería interminable, ya que he seguido al fútbol argentino en los últimos 50 años, y no me aburro nunca de ver cómo produce estos jugadores sensacionales.
Y vamos llegando, como en cascada, al difícil cierre de estas reflexiones, y para ello, les quiero compartir una combinación admirable de la excelencia artística y creativa argentina, con ese otro vehículo de expresión de su ser nacional, que es el fútbol.
En medio del duro invierno austral del 2022, allá por el mes de junio, Quilmes, la cerveza icónica y patrocinadora de la selección argentina de fútbol (y que, para mi criterio, produce los mejores comerciales de cerveza del mundo), toma una decisión arriesgadísima: hacerle un guiño irónico y con mucha sorna a una obsesión/pasión/desgracia argentina, que es lo que en el Sur llaman “la cábala” o “ser cabalero”, que son las miles de formas en que un futbolista, un técnico, un dirigente, el fan o hincha, “ancla” en recursos extra-racionales y milagreros, sus sueños de ganar un partido, o de ganar todos los partidos para ser campeón.
Todos quienes hemos jugado fútbol en el Rio de la Plata o tenemos amigos jugadores, sabemos los cientos de cábalas y amuletos que tienen quienes están vinculados a ese deporte para depositar en recursos extra-campo de juego, las esperanzas de ganar. Y esta maravillosa pieza publicitaria se ríe y se hace cómplice (y en esto último recae el secreto de una publicidad memorable y de clase mundial, como esta) de esta irracionalidad argentina de vincular éxitos deportivos con el cumplimiento en la realidad, de cábalas que existen en la frondosa imaginación de sus habitantes cuando sueñan con el fútbol.
La mayoría de quienes vimos esa publicidad pensamos que iba a ser “yeta”, o portadora de mala suerte, porque en realidad, pensar en “Coincidencias”, luego de tantos años de que Argentina soñaba y se consideraba candidata para ser campeona mundial de fútbol, podría ser en general un “portasfortuna”, como dicen los italianos, una “cábala de mala suerte”.
Pero como la vida imita al arte, esta publicidad será recordada por muchos años como una arriesgada profecía que se cumplió. Porque, como lo dice el genial cierre de “Coincidencias: para el que necesita coincidencias, hay coincidencias; para el que cree en el equipo, hay equipo”. El 18 de diciembre de 2022, en la nochecita, cuando aterrizamos en el Aeropuerto de Madrid, apenas culminado el partido en Dubai, y nos enteramos, junto a un montón de argentinos que viajaban en el avión desde Amsterdam que “Argentina es campeón mundial”, además de una gran algarabía que se tomó todo el avión, no pude sino acordarme de “Coincidencias”.
Este 25 de mayo se celebró un día más del inicio de la Revolución de Mayo, y con millones de argentinos, como cada vez que sale la albiceleste al campo de juego, quiero gritar, acompañándolos, “¡Vamos Argentina, que se puede!”.
Espero que hayan disfrutado tanto este texto como yo al escribirlo, inspirado en algunos de los libros de y sobre Argentina que tengo en mi biblioteca. ¡Que lo disfruten con sus seres queridos!