Por Hugo Cox.- El futuro no es algo que está predefinido, sino que es una creación humana que puede ser moldeada y diseñada a través de la toma de decisiones informadas.
En ese contexto, la historia desempeña un papel importante en la vida de las personas y las sociedades, ya que su estudio proporciona una comprensión y a su vez una conexión con el pasado.
Entre las razones por las cuales la historia es importante se cuenta que da sentido de identidad y de pertenencia, ya que permite explorar y entender las raíces étnicas, culturales y nacionales.
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El conocer nuestra historia personal y colectiva nos ayuda a comprender la evolución y cómo las acciones pueden influir en el futuro en cuanto a lo que nos dice pasado: la historia es un registro de experiencias pasadas, tanto de éxitos como de fracasos.
Al estudiar los eventos y las acciones de las personas y las sociedades en el pasado, podemos aprender lecciones valiosas. Nos muestra las consecuencias de ciertas decisiones y nos ayuda a evitar cometer los mismos errores en el presente.
La historia también nos brinda ejemplos inspiradores de superación y logros que pueden servir como modelos a seguir. Se debe tener siempre en cuenta que el presente está enraizado en el pasado. Para comprender plenamente el mundo en el que vivimos actualmente, es crucial conocer la historia que ha llevado a su formación.
Los eventos históricos, las estructuras sociales y las dinámicas políticas tienen un impacto directo en nuestro presente. La historia nos permite analizar y comprender las causas y consecuencias de los problemas y desafíos contemporáneos, permite una toma de decisiones informada, ayuda a evaluar situaciones, identificar patrones y entender cómo se han abordado problemas similares en el pasado.
La historia brinda diferentes perspectivas y enfoques que amplían la comprensión de los fenómenos y, a la vez, ayuda a tomar decisiones más informadas y por tanto más acertadas.
Por otra parte, la historia es una forma de preservar la memoria colectiva de una sociedad. A través de la documentación y el estudio de eventos pasados, podemos conservar y transmitir conocimientos, tradiciones, valores y experiencias a las generaciones futuras.
En resumen, la historia es fundamental para comprender nuestra identidad, aprender de los errores y éxitos pasados, analizar el presente y tomar decisiones informadas. Es un recurso valioso que enriquece al individuo y ayuda a construir sociedades más conscientes y resilientes.
Falta de historia, falta de diálogo
Pero lo que ocurre hoy en día, por un déficit en la lectura en que se leen resúmenes ejecutivos fragmentos de libros, en general lecturas ligeras y breves, llevan a construir un pensamiento fragmentario y, por tanto, unidimensional.
A lo anterior debemos agregar el “a mí no me toquen mis derechos”. Se ha desarrollado una sensación de tener derecho prácticamente a todo. Pero en nuestra tradición republicana no se puede reclamar un derecho para uno, sin reclamar el mismo derecho para todos los demás. La raíz del conflicto está en la fuerza de mi intersubjetividad frente a la intersubjetividad y la relación con los demás.
No se debe olvidar que es más fácil manejar la emoción que la razón, ya que para manejar la razón se necesitan fundamentos, y cuando se trabajan las emociones sólo se retorna al tribalismo. Para el populismo de cualquier signo las emociones son fundamentales ya que no necesitan del razonamiento fundamentado. Por este motivo, una sociedad entregada sólo a la emoción puede dar paso a un populismo. La historia está plagada de ejemplos.
El camino para avanzar está en el diálogo permanente entre emoción y razón. Él equilibrio entre ambos permite avanzar.
Cuando las lecturas son sesgadas, el diagnóstico es deficiente y lleva a cometer muchos errores innecesarios y cargados de un sectarismo que impide dialogar y conversar.
Los políticos en general siempre creen que pueden ganar, la derrota no está en su horizonte y, si existe, es por culpa de otros.
La historia nos enseña que el país ha sido estable cuando las coaliciones de gobierno logran acuerdos con otros sectores. El siglo XX nos enseña que, por ejemplo, existe un mundo cristiano que en aspectos valóricos es conservador, y en temas económicos es cercano al progresismo de izquierda, y que en toda coalición debe estar incluida la visión cristiana que, si bien es cierto está alejada de la jerarquía eclesiástica, mantiene esta postura confesional o valórica.
Las izquierdas le hablan en sus discursos a la gente joven de clase media y con un nivel cultural mayor que entienden la izquierda como una red de diversas temáticas (género, ambiental, indigenista, etc.). Lograron convocar a todo ese mundo de identidades en forma potente, pero dejaron de lado al mundo trabajador y popular urbano y rural.
Lo que nos enseña nuestra historia y las derrotas recientes es que, para dar viabilidad a los cambios, se requiere una amplia coalición que vaya desde el centro derecha, pase por el centro izquierda, incorporando necesariamente al mundo de raíz cristiana. Esta amplia coalición debe tener como base la tradición histórica construida por la sociedad en su conjunto, y el acuerdo en puntos breves y claros para avanzar.
Se necesita estudiar nuestra historia y no quedarnos sólo en relatos que solo sirvan para afirmar creencias.