Por Sergio Salinas.- El próximo 1ª de noviembre se conmemorarán 55 años del fallecimiento del médium más grande de la historia de Chile y un maestro espiritual para muchos chilenos, desde la década del 30 del siglo pasado hasta la actualidad. En él, hay tres líneas gruesas de desarrollo: la ética, ocupada del conjunto de normas que dignifican el comportamiento humano; la filosófica, no para filosofar sino para la vigencia de los principios y valores fundamentales; y la iniciática, como experiencia espiritual de cambio desde una etapa de vida a otra, hacia un nuevo estado de consciencia individual y social. En cada una de estas líneas, Galté escribió libros, en cada una fundó organizaciones, en cada una fue sobresaliente, pero además su amor al prójimo no tuvo precio, jamás cobró dinero alguno por ayudar a los demás.
De cierta manera, puedo aseverar que en la vida de Galté se encarnaron dos espíritus que sintetizan lo mejor de la ciencia (Dr. Halfanne) y lo mejor de la espiritualidad (Mr. Lowe). Pero la propia vida de Galté es una síntesis de lo mejor de ambos mundos concordando en un principio básico de vida: el humanismo.
Su capacidad innata de médium le permitió “transmitir” en su cuerpo a estos dos espíritus, Halfanne y el maestro Lowe, un filósofo y humanista que, con sus mensajes cargados de sabiduría y humanidad, deleitaba a los miembros de la Sociedad Chilena de Parapsicología que se reunían todos los domingos a estudiar los fenómenos extrasensoriales. Algunos de estos mensajes fueron taquigrafiados e incluso grabados en una de las primeras grabadoras que llegó a Chile. Los testigos de estas reuniones y los que han escuchado las cintas, aseguran que la voz que salía por la boca de Galté era una voz muy extraña y de marcado acento británico.
Don Jaime Galté comenzó a tener las primeras canalizaciones de Mr. Lowe en el año 1927, pero los registros más ordenados datan de 1937. Señaló, Galté que “los fenómenos que me corresponde protagonizar, los siento, los veo, los sufro, pero no los puedo explicar. Son para mí incomprensibles”.
Mr. Lowe fue el primer maestro ascendido o guía espiritual que canalizó Jaime Galté. Los guías espirituales son muchas veces aquellos que siembran el camino de escollos para probar la fortaleza del caminante. Los guías espirituales son aquellos que siembran de espinas los senderos para probar el temple del viajante.
Los guías espirituales son aquellos que entregan la antorcha que ha de iluminar, pero que no ha de cegar; que ha de facilitar, pero que no ha de regalar. Los guías espirituales otorgan caridad y amor. El guía espiritual, si de tal nombre quiere honrarse, ha de ser más que padre, hermano, más que acompañante, amigo; más que el que otorga felicidad, el que comparte el dolor. Porque el ser en evolución ha de ir a su creador por sus propios méritos y por sus propias y determinadas posibilidades.
A través de Jaime Galté, Mr. Lowe señaló: “Si deseas encontrar un guía espiritual busca al amigo, no al rector. Busca al Maestro que instruye, pero que no ordena y que solo sugiere. Busca al maestro que no cobra por sus enseñanzas. Sólo así encontrarás al verdadero guía espiritual”.
Mr. Lowe dijo en repetidas ocasiones que no le está permitido revelar su verdadera personalidad espiritual, ni siquiera la personalidad que tuvo en su última encarnación terrena por el cumplimiento de una ley del “más allá”, como nosotros denominamos al mundo espiritual. El Maestro nos mostró, a nosotros los encarnados, que las enseñanzas y doctrinas no adquieren mayor fuerza de convicción debido a la boca que las pronuncia, sino por la luz que reflejan en las mentes adormecidas por la opacidad de la materia. Mr. Lowe: “Si mis pobres enseñanzas os han servido de algo en su penoso camino terrenal, me doy por satisfecho y os pido excusas por no haber sido más brillante. En consecuencia, ¿qué importancia tiene que Mr. Lowe sea éste o aquél? ¿Qué sea un simple espíritu o un Enviado?”.
Para Mr. Lowe, la Caridad es, entonces, el impulso espiritual de amorosa comprensión por la obra del Creador, de apoyo incondicional a sus designios ocultos y la entrega total de esta Espiritualidad a la obra común de la Humanidad. Algo extremadamente raro en el mundo que vivimos.
Añadió, Mr. Lowe que un acto, por muy pequeño que sea, una palabra, un sacrificio pequeño pero razonado, voluntario y sincero, constituye uno de los actos de Caridad más grande que es capaz de efectuar el hombre. Ello exige que nos igualemos espiritualmente a nuestros semejantes, que tomemos sus sufrimientos como propios, que tendamos generosamente las redes sutiles de nuestro sincero Amor, que depongamos todo egoísmo y pretensión de superioridad. Exigencias difíciles que las resisten nuestra humana soberbia y trata de excusarlas en mil formas. Conceptos valóricos que parecen una quimera en la actualidad.
Mr. Lowe señala que la Caridad empieza a surgir cuando se abandona la idea de que se está haciendo un servicio y se cree profundamente que se está recibiendo un servicio. El donativo, el óbolo no es Caridad si no se recibe el sentimiento o si no se siente que se está recibiendo un favor y el favor que debe sentirse es de agradecer al Creador el de poder facilitar en la mínima parte la obra de la Creación.
Mr. Lowe sostuvo que el Amor y la Caridad son el anverso y reverso de una misma moneda; que cuando se hace la verdadera Caridad, o sea, se mira la moneda en una de sus caras, se presiente que en la otra cara, en lo oculto, hay Amor. Si, por el contrario, se toma la moneda y no se le mira por el lado de la cara del Amor, se intuye, se sabe que esto involucra ocultamente Caridad. Y estas dos virtudes básicas, por cierto, de la Espiritualidad están férreamente unidas por un canto que se llama Sinceridad, canto que mantiene unidos estos dos aspectos de la medalla en su anverso y su reverso, o viceversa. Este canto que permite y facilita su frotamiento, su consistencia, esta es la Sinceridad y me explico. Supóngase que el símil que doy del Amor y de la Caridad, como anverso y reverso de una medalla, unidos por el canto firme y seguro de la Sinceridad, no es así; me veo, entonces obligado a defender mi posición y mi ejemplo.
A través de Jaime Galtè, este maestro espiritual señaló que: “La Espiritualidad ni se regala ni se compra, la Espiritualidad es una actitud interna y personal, que se adquiere a su debida y exacta hora para la mente humana. El predicar la Espiritualidad es un gesto muy fraterno y muy conveniente, si tú quieres, más la mente humana que no ha tenido esta actitud del espíritu para crear su propia Espiritualidad, encontrará siempre argumentos, razones, juicios para negarla. La verdadera Espiritualidad es la que no trepida, la que no vacila y la que llena toda una Evolución. Ensaya, reúnete, da satisfacción a tu propia Espiritualidad y observa cómo en algunos se retrae y vuelve a aparecer y en otros se mantiene firme, recta, en un camino. Sabrás distinguir la verdadera de la falsa Espiritualidad, porque en una hay amor, Caridad y Sinceridad y en la otra falta amor o Caridad o Caridad para sí mismo o Sinceridad”.
Según el exdiplomático y escritor, Miguel Serrano, Jaime Galté no era un ser convencional, sino que un “mutante”, es decir, “personajes que nacen adelantados a su tiempo con uno o más órganos psíquicos que el resto de la Humanidad. En la evolución ellos se anticipan en siglos. Sirven tal vez, de algún misterioso modo, al avance del conjunto. A lo mejor ellos pertenecen a una Humanidad diferente. También es posible que haya más de una Humanidad.”
Sergio Salinas Cañas es Doctor en Estudios Latinoamericanos, Magister en Ciencia Política, biógrafo de Jaime Galté Carré.