Chile y la política con sus extremos, los actores políticos y su ceguera ideológica, todos interactuando en un país que afrontar sus contradicciones anhelando cambios, recurriendo a sueños pasados cargados de emociones, dolor y fracasos.
Por Mario Gutiérrez Castillo – Y le sobra masturbación, autosatisfacción, ensimismamiento en cada una de sus tribus. Egocentrismo, egoísmo, autocentramiento.
Los seguidores de Boric no hacen sino alabarlo cualquiera sea el paso que de, bueno o malo, da lo mismo, actúan bajo éxtasis.
La izquierda más desvestida sigue enamorada de Castro y del Che. No sale de ahí, se enreda y se confunde advirtiendo que sus proclamas ya no encienden a nadie salvo a sí mismos. Viven adormecidos bajo el humo de un habano.
La derecha, una de ellas, la más furibunda, ama la dictadura, añora los sables y las botas, aun sabiendo que esos tiempos no volverán, en horabuena. Utopía anestesiante, irrealidad pétrea.
Y la otra, la derecha titubeante, tiene la buena intención de meterse en la cama con otros, pero el egocentrismo de sus líderes y sus patas frías les impide seducir. Se siguen tocando entre ellos.
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A su vez el centro, ese incipiente e imprescindible lugar, se adora más que cualquier otra cosa. Se lame y acaricia, se congracia y consuela, se aplaude y se sonríe, despreciando todo lo demás desde los más iluminados y cómodos salones. Solo duerme abrazado a la almohada y despierta guiñando al espejo.
Para qué decir las religiones y los masones. Cada uno de ellos se perdonan y se loan mutuamente.
El sexo da felicidad y vida, sudor y miradas cómplices. Cansancio satisfactorio, feromonas.
A Chile le falta un orgasmo real, para luego compartir esa sonrisa con el otro (con la «otredad», como suele decir mi querido Carlos Cantero) con mejor y más sana disposición. Con más honesta limpieza. Con más orgullo y menos pecado.
De otra forma seguiremos estancados en una permanente y áspera anhedonia. Una vulgar falta de placer.
Mario Gutiérrez Castillo
Periodista, conductor de Manos Libres en ElPensador.io