Por Roberto Fernández.- Este 18 de octubre se cumplirán 3 años del estallido social que conmovió al país. Para tratar de entender lo que se vivió esos días es importante recordar que la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, en artículo de la época, señalaba que el 85,8% de las personas apoyaban el movimiento.
Una prueba contundente de esto se manifestó el 25 de octubre de 2019 con una manifestación, la más grande de los últimos tiempos, que convocó a más 1,3 millones personas solo en Santiago y que se estima fueron alrededor de 3 millones en todo el país.
El proceso fue detonado por el alza del precio del Metro, las reacciones de los estudiantes al respecto y se manifestó en una crítica generalizada, a veces violenta, sin dirección política ni organización centralizada, al modelo neoliberal y las instituciones.
Tampoco se deben olvidar las consecuencias de la represión policial y militar ejercida en esos momentos sobre los manifestantes.
- 23 muertos
- 3. 828 personas heridas
- 11.389 personas detenidas
- 460 personas con lesiones oculares, dos de ellas cegadas.
Cabe señalar que las detenciones efectivas de los responsables estos delitos son mínimas.
Uno de los efectos políticos más significativos del estallido fue sin duda el abrirse a la posibilidad de cambiar la Constitución de 1980, impuesta a sangre y fuego por una dictadura cívico militar. El acuerdo de noviembre de ese año, suscrito por la casi totalidad de los partidos políticos para dar una salida política al conflicto, permitió el inicio del proceso que terminó con el rechazo a la propuesta de la Asamblea Constituyente.
Otro efecto importante de los acontecimientos de la época fue la elección contundente de Boric como presidente 2 años después. No se pueden separar estos hechos. Boric, el Frente Amplio y también partidos de centro y de izquierda no ocultaron nunca su apoyo a las acciones de los manifestantes en esos momentos.
La derrota aplastante del Apruebo en el plebiscito de salida hace poco tiempo cambió de manera significativa el clima político del país. La derecha, que había obtenido solo 20% de los votos en el plebiscito de entrada y que había perdido contundentemente todas las elecciones anteriores, pasó rápidamente a la ofensiva política, como si el triunfo del Rechazo hubiera significado que las chilenas y chilenos se hubieran convertido de un día para otro en defensores acérrimos del neoliberalismo y de las instituciones. Incluso hoy pretenden impedir que el gobierno realice el programa con que fue elegido y le exigen pida perdón por el estallido. Insólito si se considera que los que lo hacen promovieron, apoyaron y participaron, algunos de ellos activamente, en una dictadura que cometió asesinatos horrorosos y torturas condenadas por todos los organismos internacionales.
Por su parte, los partidos de la centro izquierda y de la izquierda permanecen aún en estado de shock. Y con razón. No es fácil encontrar una explicación a cambios tan rápidos y radicales de la opinión pública. Esto, más allá de los grandes errores, de todo tipo, que se cometieron en el funcionamiento de la Asamblea Constituyente, la muy mala campaña en el plebiscito de salida y la acción escandalosa de los medios de comunicación, descalificando, desprestigiando y mintiendo sobre la propuesta de la Asamblea Constituyente
Hoy los datos de la realidad confirman que este panorama contradictorio, ambiguo y paradojal sigue muy vivo, para aumentar aún más el dolor de cabeza de los científicos sociales y dirigentes que tratan de comprender lo qué pasa. Encuestas muestran que entre los votantes del Rechazo el agua como derecho humano, el apoyo a la educación y salud publica, la participación de estado en la actividad económica, el término de las AFP e incluso el aborto siguen siendo mayoritarios. Para colmo según Data Influye el 59% de los ciudadanos consideran que el triunfo del Rechazo aumenta la incertidumbre en el país. Exactamente lo contrario de lo que decía la campaña de la derecha.
Respecto a una nueva Constitución redactada por un organismo elegido democráticamente, paritario, con representación acotada de los pueblos originarios y apoyo no vinculante de expertos está lejos dé concretarse. La derecha fija “bordes” que de hecho son contenidos que deberían ser propuestos para que la gente elija. Lo más probable es que la constitución que hoy nos rige, le guste o no a algunos, es la que fue impuesta por la dictadura cívico militar de 1980, seguirá vigente por tal vez bastante tiempo. La derecha no tiene ningún interés ni urgencia en cambiarla. A lo más se prestará a algunas reformas que no pongan en cuestión su esencia.
Cualquier cambio ya sea total o parcial requiere de una reforma constitucional con quórum de cuatro séptimos del parlamento, que nadie lo tiene hoy.
En general el panorama en lo económico, político y social no se presenta muy alentador. Se prevé una recesión mundial, incluido Chile para el próximo año.
Una pregunta válida en este contexto es si las condiciones que generaron el estallido social en octubre del 2019 han cambiado. Lo más probable es que no sea así. La concentración de la riqueza, la desigualdad, la pobreza y los abusos, seguramente han aumentado.