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Alejandrario de la semana: El “milagro asiático”

La experiencia de los países asiáticos, particularmente los del sudeste asiático, muestra la importancia de la resiliencia y la adaptabilidad para navegar entornos globales complejos.

Por Alejandro Félix de Souza (desde Panamá).- En este “Alejandrario” voy a regresar a dos de mis ocupaciones profesionales e intelectuales desde hace más de 30 años, que son el orientalismo y el análisis económico comparado.

Para ello, los invito a adentrarnos en una de las cuestiones más importantes y paradójicas que capturan la atención de la mayoría de los ciudadanos conscientes y preocupados por la cuestión de si es factible, y cómo, alcanzar grados superiores de desarrollo económico y productivo, y si el “factor cultural” es un elemento que puede ser apalancado a favor de la evolución de nuestras economías.

En 1992, unos meses después de mi llegada a Japón se me pidió que realizara una investigación sobre los esquemas y mecanismos de política industrial y atracción de inversiones extranjeras de los seis países de la ASEAN (Asociación de Países del Sudeste Asiático), para ver su aplicabilidad al régimen de promoción de inversiones y política industrial del Uruguay.

En ese momento todavía no se utilizaba internet, así que tuve que dedicarme por bastantes meses a investigar “en forma analógica” consultando a secciones o departamentos económicos de Embajadas de esos países acreditadas en Tokio, más algunos viajes por mi cuenta para ver la experiencia, y contacté a decenas de “think tanks”, universidades y centros dedicados al desarrollo económico comparado, al World Bank, al Asian Development Bank, y, entre otros, al Institute for Developing Economies.

Uno de los hallazgos más importantes que tuve en esa investigación fue el encontrar una miríada de herramientas de política industrial heterodoxas, disruptivas y “fuera de la caja”, y extremadamente pragmáticas, que tenían los seis países del sudeste asiático en ese entonces miembros de la ASEAN (Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia, Filipinas y Brunei, a los que luego de mi investigación, y de la progresiva apertura de sus economías a la inversión extranjera, se sumaron Vietnam, Cambodia, Laos y Myanmar).

Algo que, en una América Latina que había sido “zona caliente” de la Guerra Fría, y que todavía mantenía enconados debates económicos entre la ortodoxia liberal renovada (los llamados “neoliberales”), y los enfoques neomarxistas con fuerte carga ideológica como la Teoría de la Dependencia de Fernando Henrique Cardoso (con quien tomé clases) y Enzo Faletto, y en una posición “intermedia y más vegetariana” representada por la orientación cepalina de Raúl Prebisch y sus discípulos (con muchos de los cuales conversé y tomé clases), era bastante difícil de pensar.

Estos eran los textos con los que se formó toda una generación de profesores y alumnos en las universidades latinoamericanas, los que luego ocuparon altas responsabilidades presidenciales y/o ministeriales, y tuvieron que olvidarse de lo que estudiaron, y reaprender cómo funciona orgánica y espontáneamente la lógica económica, para lo cual mi amada economía conductual, o “behavioral economics” es una excelente guía.

Nadie como Fernando Henrique Cardoso, ex Presidente de Brasil, explicitó mejor eso cuando pasó de ser el exitoso Ministro de Economía que puso (finalmente) a Brasil en el camino de la racionalidad económica (un camino del que, felizmente, no ha habido desviaciones fundamentales), a competir, también exitosamente, por la elección presidencial en 1994, en una frase que quedó para la posteridad: “esqueçam o que escrevi” – “olvídense de lo que escribí” (sobre la Teoría de la Dependencia).

Es que una cosa es el confort de la Torre de Marfil de la Academia, y otra es la dura y engorrosa tarea de gobernar y darle la vuelta a una economía en caos, que requiere enriquecer la perspectiva teórica con pasar a ensuciarse la suela de los zapatos con el fango de la realidad. Así lo aprendió Fernando Henrique, uno de los mejores presidentes que ha tenido el Brasil contemporáneo.

A principios de la década del noventa, para quienes no lo recuerdan, o quienes no habían nacido entonces, América Latina estaba empantanada entre la opción de adoptar la ortodoxia económica del “consenso de Washington” por un lado, abandonando lo que ya se veía que era un fracaso, que era la aplicación ortodoxa o semi-ortodoxa de políticas económicas estatistas, marxistas o neo-marxistas, o buscar en forma pragmática un camino que, sin negar la realidad latinoamericana o renunciar a las esencias políticas, económicas, sociales o culturales de los países que la integraban, les permitiera progresar hacia un desarrollo balanceado y sostenido (luego, en 1992 se agregaría el adjetivo “sostenible”), algo que a la región le había sido esquivo, a pesar de ciclos repetidos de bonanza de sus exportaciones.

Mientras en América Latina ocurrían estos debates, y yo los vivía “de cerca y de lejos” (con un pie en Asia y otro en América Latina) en Asia Oriental, callada y discretamente, se estaba procesando uno de los fenómenos más notables del siglo XX.

Dos obras fundamentales, “The East Asian Miracle” del Banco Mundial y “East Asian Development Experience – Economic System Approach and Its Applicability”, del Institute of Developing Economies, informe editado por Toru Yanagihara y Susumu Sambommatsu, y que son el objeto de este Alejandrario, ofrecen perspectivas interesantes sobre los factores que impulsaron este fenómeno.

Aunque ambos trabajos tratan de desentrañar el enigma del crecimiento de Asia Oriental, lo hacen desde ópticas distintas, con importantes implicaciones para el análisis económico contemporáneo. En este artículo realizamos un esfuerzo de análisis económico comparado, para revisar, a 30 años de realizadas ambas publicaciones, las ideas que aportan estos dos trabajos fundamentales, y su relevancia en el contexto mundial actual, y reflexionar sobre las enseñanzas que esta historia de éxito le ofrece a América Latina.

PRIMER ENFOQUE: TESIS

“The East Asian Miracle” (El milagro de Asia Oriental), del Banco Mundial

Publicado en 1993, “El milagro de Asia Oriental” representa un estudio histórico fundamental realizado por el Banco Mundial, que trata de dilucidar los factores que impulsaron el rápido crecimiento económico experimentado por los países de Asia Oriental en las décadas de los setenta y ochenta, luego de que todos hubieran sido severamente afectados por la Segunda Guerra Mundial (a diferencia de América Latina). El libro identifica ocho economías asiáticas de alto desempeño (HPAEs en inglés): Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong, Malasia, Tailandia e Indonesia, también llamados los “Tigres Asiáticos”, y se enfoca en identificar factores en común en sus trayectorias de desarrollo.

Principales conclusiones

“El milagro de Asia Oriental” atribuye la historia de éxito de estas economías a una combinación de políticas macroeconómicas prudentes, estrategias de desarrollo orientadas al mercado externo, una significativa inversión en capital humano, y un entorno consistente y propicio de políticas públicas que fomentó el crecimiento impulsado por el sector privado. En este estudio, ocupa un lugar central la noción de “Estado Desarrollista”, en el que los gobiernos desempeñaron un papel proactivo a la hora de guiar el proceso de industrialización de la economía, y promover actividades económicas orientadas a la exportación.

El libro subraya la importancia de ejecutar intervenciones estatales de forma selectiva, estratégica y específica, como la reforma agraria, la inversión en infraestructuras que dinamicen las economías locales y las integren a nivel nacional, y las políticas públicas de fomento de las exportaciones, para facilitar la rápida industrialización y la transformación estructural de sectores de actividad económica.

Además, subraya el papel de la educación y el desarrollo de capacidades técnicas para mejorar la productividad y fomentar la modernización y actualización tecnológica, permitiendo así que estas economías puedan moverse hacia actividades y etapas de más valor agregado en la cadena de producción.

Otro factor importante fue la apertura a la inversión extranjera y el comercio exterior. Si bien en un inicio mantuvieron algunas medidas proteccionistas para apoyar temporalmente a algunos sectores económicos estratégicos, estas economías de Asia Oriental se mantuvieron muy abiertas a la inversión extranjera, buscando en forma muy activa transferencias de tecnología y la atracción de flujos de capital foráneo, mientras iban liberalizando sus economías en forma gradual.

Un tema común en el milagro asiático fue que los Estados fomentaron la disponibilidad de créditos baratos dirigidos a los sectores estratégicos a impulsar, aunque esto algunas veces llevó a distorsiones y/o ineficiencias.

Finalmente, los Gobiernos de estos ocho “Tigres Asiáticos” tuvieron en común el mantenimiento de políticas macroeconómicas muy estables, con baja inflación, disciplina fiscal, y políticas monetarias prudentes, lo que transmitió implícitamente a los inversionistas extranjeros la sensación de que no iban a experimentar las inestabilidades y vaivenes tan comunes en otras áreas geográficas del mundo.

Relevancia actual

Las ideas que surgen de “El milagro de Asia Oriental” siguen teniendo gran vigencia en el análisis económico contemporáneo, especialmente en los debates sobre la eficacia de la intervención estatal, el fomento de la competitividad a través del fortalecimiento del capital humano, y el diseño de una política industrial inteligente. El éxito de las economías de Asia Oriental en el aprovechamiento de la adecuada coordinación estratégica entre el Estado y el sector privado subraya la importancia de la intervención proactiva pero muy inteligente del gobierno en el fomento del desarrollo económico.

La crisis financiera de 1997, que afectó severamente a varias economías del Asia Oriental (un fenómeno que pude ver en directo), le dio un golpe significativo a la supuesta invencibilidad del modelo asiático, pero los años siguientes demostraron que las economías de la región superaron ese shock con mucha resiliencia y adaptabilidad.

Además, el énfasis en el desarrollo del capital humano como un motor importante del crecimiento a largo plazo sigue siendo pertinente en una era caracterizada por el rápido avance tecnológico y la globalización. Los países que aspiran a reproducir el llamado “milagro de Asia Oriental”, deben dar prioridad a las inversiones en educación, formación profesional e innovación, para mejorar su competitividad en el mercado mundial.

SEGUNDO ENFOQUE: ANTI-TESIS

East Asian Development Experience – Economic System Approach and Its Applicability” (La Experiencia de Desarrollo de Asia Oriental – El Enfoque del Sistema Económico y su Aplicabilidad), editado por Toru Yanagihara y Susumu Sambommatsu

En contraste con el enfoque macroeconómico de “El milagro de Asia Oriental”, el libro “La Experiencia de Desarrollo del Asia Oriental”, adopta una perspectiva más integral, enfocándose en la teoría de los sistemas económicos. Editado por Yanagihara y Sambommatsu, el libro examina el papel de los marcos institucionales y los sistemas económicos en la configuración de las trayectorias de desarrollo de las economías de Asia Oriental.

Temas clave

El libro profundiza en la evolución histórica de las economías de Asia Oriental, destacando las características distintivas y propias de sus sistemas económicos, y el papel de la intervención estatal en la orientación del desarrollo. Basándose en estudios de casos de Japón (la recuperación económica de posguerra liderada por el Ministerio de Comercio Internacional e Industria – MITI), Corea del Sur (la industrialización orientada a exportaciones con la guía del Economic Planning Board), y las iniciativas de reforma agraria de Taiwán, entre otros, el estudio destaca las políticas heterodoxas seguidas por estos países, desafiando las recetas ortodoxas de la economía neoclásica.

Contrario a la frecuente dicotomía propuesta entre un Estado socialista y un capitalismo exclusivamente dirigido por las fuerzas del mercado, el modelo de capitalismo de Asia Oriental forjó una mezcla única y original de guía estatal, con incentivos que seguían la lógica del mercado. Los Estados jugaron un rol proactivo en direccionar las políticas industriales, asignando recursos y promoviendo sectores estratégicos, mientras que al mismo tiempo dejaban que las fuerzas del mercado operaran dentro de un marco conducente al crecimiento económico.

Un elemento central del análisis es el enfoque del sistema económico, según el cual el marco institucional en el que se desarrollan las actividades económicas es un factor determinante de los resultados del desarrollo. El libro subraya la importancia de las políticas industriales con sentido estratégico, el realizar intervenciones selectivas, y la estrecha colaboración entre el Estado y el sector privado para impulsar el crecimiento y la transformación estructural de la economía.

Destaca como ejemplos el auge de la industria automovilística de Japón, la producción de semiconductores en Taiwán, y la fabricación de electrónicos en Corea del Sur como ejemplos de la eficacia de las intervenciones estratégicas del Estado en fomentar la innovación y la modernización tecnológica.

Igualmente señala que una lección destacada del proceso meteórico de desarrollo de Asia Oriental lo constituyó el entender la importancia de las estrategias orientadas a la exportación en integrar a las economías nacionales al mercado global. Al apalancar las ventajas comparativas en industrias que requerían un alto uso de mano de obra, los países de Asia Oriental pudieron acumular reservas y financiar inversiones en sectores de alto valor agregado a través del tiempo, moviéndose hacia la generación de empleos con mayor remuneración.

Un sub-tema interesante que diferencia a este estudio del anterior, es que señala con honestidad de que, a pesar del destacadísimo éxito de las economías del Este de Asia, todavía persistían en la segunda mitad de los años noventa desafíos relacionados con la inequidad en el ingreso, la exclusión social, y la sostenibilidad ambiental.

Mientras el rápido crecimiento económico sacó a decenas de millones de personas de la pobreza y pobreza extrema, las disparidades en cuanto a la distribución de la riqueza y el acceso a los servicios básicos constituían una preocupación significativa.

El libro propone un interesante camino que es el de tener un enfoque más holístico o integral sobre el desarrollo, que priorice el desarrollo inclusivo, el bienestar social, y el cuidado del medio ambiente. Al examinar los casos exitosos de Japón y Corea del Sur en el manejo de estos desafíos, el libro ofrece lecciones valiosas para los formuladores de política económica que procuran lograr resultados sostenibles y equitativos en sus programas de desarrollo.

Relevancia actual

El enfoque de sistema económico adoptado en el libro “East Asian Development Experience” ofrece valiosos aportes a los responsables de las políticas públicas que deben enfrentarse a las complejidades del desarrollo económico. Al hacer hincapié en el papel de los acuerdos institucionales en la formación de incentivos y comportamientos, el libro subraya la necesidad de intervenciones políticas específicas para cada contexto, y adaptadas a las condiciones locales, sin recetas ortodoxas.

Además, las lecciones extraídas de la experiencia de desarrollo de Asia Oriental, cuestionan la excesiva ortodoxia predominante de la economía neoliberal, que aboga por una intervención estatal mínima, y políticas de laissez-faire. El éxito de las economías de Asia Oriental a la hora de aprovechar la orientación y guía de un Estado inteligente (es decir, tampoco un Estado con regulación pesada o de “mano dura”), y el rol de la política industrial para fomentar el desarrollo, pone de relieve las limitaciones de los enfoques únicos (lo que en inglés se dice “one size fits all”), y subraya la importancia del pragmatismo en la formulación de políticas.

TESIS – ANTITESIS – SINTESIS

Análisis comparativo

Aunque “El milagro de Asia Oriental” y “La experiencia de desarrollo de Asia Oriental” ofrecen perspectivas divergentes en ciertos aspectos sobre el desarrollo de Asia Oriental, también convergen en varios temas clave. Ambos trabajos subrayan la importancia de la intervención del Estado en sectores estratégicos, el desarrollo del capital humano y las estrategias orientadas a la exportación para impulsar el crecimiento económico y la transformación estructural de las economías.

Sin embargo, difieren en su énfasis en los factores macroeconómicos (en el primer enfoque) frente a los marcos institucionales en la configuración de los resultados del desarrollo (el segundo enfoque). El libro “El milagro de Asia Oriental” tiende a centrarse más en proporcionar recetas de políticas públicas y las mejores prácticas, mientras que la obra “La experiencia de desarrollo de Asia Oriental” profundiza en los acuerdos y arreglos de marcos institucionales y los sistemas económicos subyacentes que sustentan el desarrollo.

Además, mientras que “El milagro de Asia Oriental” ofrece una visión más completa de la experiencia de desarrollo de Asia Oriental, “La experiencia de desarrollo de Asia Oriental” proporciona un análisis más atenuado y con matices, en base a la teoría de los sistemas económicos.

La experiencia de Asia Oriental muestra la importancia de la resiliencia y la adaptabilidad para navegar entornos globales tipo VUCA (Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad). Al mantener el foco estratégico en objetivos de largo plazo, mientras se mostraban flexibles en su respuesta a circunstancias cambiantes, los países de Asia Oriental han demostrado su habilidad para soportar shocks externos y salir fortalecidos de las situaciones de crisis. Esta mentalidad resiliente ha sido particularmente pertinente en el contexto de la reciente pandemia por el COVID 19, cuando los países se vieron enfrentados a enormes desafíos sanitarios, económicos y sociales.

Por otra parte, el fenomenal ascenso de China Popular en las últimas tres décadas ha proporcionado nuevas dinámicas al desarrollo de Asia Oriental, desafiando las narrativas establecidas, y abriendo nuevas perspectivas. El modelo chino, caracterizado por el desarrollo liderado principalmente por el Estado, con un enfoque descripto por sus líderes como “socialismo con características chinas”, constituye una desviación de los modelos analizados en ambas obras, y contribuye a demostrarnos que todavía tenemos muchas otras experiencias que incorporar en el repertorio o arsenal de políticas públicas para impulsar el desarrollo.

Otra lección importante que arrojan ambas obras, han sido las respuestas coordinadas durante tiempos críticos. Desde paquetes de estímulos fiscales o medidas de flexibilización monetaria, como el apoyo específico a poblaciones vulnerables, ambas obras destacan la importancia de medidas de intervención estatales integrales y bien coordinadas para mitigar los efectos negativos de las crisis y promover la recuperación económica.

Un aspecto importante de ambas obras es el cómo realizar la transición económica desde países de bajo ingreso a países de ingreso medio, incluyendo desafíos fundamentales como la necesidad de realizar reformas estructurales, como la construcción de capacidades institucionales que acompañen esa transición (un tema bastante presente en América Latina, que conserva diseños constitucionales y políticos muchas veces desfasados de su progreso económico). Al examinar la trayectoria de los países de Asia Oriental, los países pueden obtener importantes lecciones sobre cómo navegar esas transiciones, al tiempo que pueden evitar las trampas de una liberalización prematura, o depender exclusivamente en la inversión extranjera (sin hacer las tareas para tener marcos sociales y jurídicos de estabilidad que permitan atraer, mantener y hacer crecer tanto la inversión extranjera como la nacional) para impulsar el desarrollo.

En conjunto, estas obras enriquecen nuestra comprensión del desarrollo de Asia Oriental, y ofrecen valiosas lecciones a los responsables de política pública que tratan de navegar entre las complejidades de los desafíos económicos contemporáneos.

 

Alvaro Medina

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