Por Librepensadores por la Fraternidad.- Cuando escuchamos la frase con que estamos titulando esta columna habitualmente se nos vienen a la mente temas asociados a corrupción, manejos oscuros y, en el último tiempo, la hemos asociado a episodios de contaminación en algunos territorios de alta sensibilidad.
Algo huele mal con la “nueva normalidad” que declara el Presidente. Desafortunadamente, esta vez este concepto tiene relación con la noticia altamente publicitada el día viernes 17 por la tarde, en la cual el señor Presidente de la República había dado la instrucción, materializada a través del oficio circular N°18 del 17 de abril del año en curso y firmada por los ministros de Hacienda e Interior, que los funcionarios públicos de los distintos servicios del aparato central del Estado debían comenzar a volver a su trabajo presencial desde el día lunes 20.
A partir de esta noticia es que tenemos el derecho a afirmar que algo huele mal por muchas razones.
Una razón que importa es que aún no estábamos frente al tan temido peak de la pandemia de COVID-19 y que la población debe mantener sus resguardos tomados hasta la fecha; otra razón, es la alta fragilidad que el sistema de salud está enfrentando. Algo no cuadra entonces, ¿es que un oficio circular da por terminada la pandemia y las medidas sanitarias asociadas a ella?
Por otra parte, con este oficio y posteriores explicaciones, incluyendo las del Ministro de Salud, se entregaba la idea a la comunidad de que los Servicios Públicos habían estado de brazos cruzados durante este tiempo de cuarentena. No es posible -para todos quienes son parte del Servicio Público- acceder fácilmente a los medios de comunicación y poner de manifiesto que los servicios otorgados por el aparato central del Estado no se han detenido. Todo lo contrario, los Servicios del Estado se han mantenido activos por el teletrabajo de manera constante, y varios por su calidad de indispensables, se han mantenido trabajando en la atención a público.
Algo huele mal, y es que en una dinámica que se ha hecho habitual en este país, ¿se pretende sacrificar a los funcionarios públicos como una moneda de cambio? Es claro que debemos todos ser parte del desafío de recuperar nuestra economía y tratar de retomar una senda de crecimiento, sin olvidar que están pendientes de resolución los temas levantados durante las movilizaciones sociales. Sin embargo ¿para esto debemos sacrificar a una parte de la sociedad? No cabe duda que al retomar el Sector Público una cierta normalidad vendrá de inmediato el sector privado. Exacto. Aquí está la moneda de cambio.
Una última razón. Se manifiesta de manera arrogante el recuperar la economía como contrapunto a la salud y la vida de los conciudadanos, y al parecer solo hay una postura, una esgrimida por parte del empresariado que se resume en la declaración del Gerente de la Cámara de Comercio, Carlos Soublette, quien dijo que “no podemos matar toda la actividad económica por salvar las vidas”. La otra opción, la de nosotros, la de los ciudadanos que ven con pavor cómo el Estado no cumple su rol, sino que se ve ajeno ante la pandemia y su amenaza.
Parece lógico que la vida es más importante, sin embargo el Gobierno parece inclinarse por una “nueva normalidad” para no afectar los intereses económicos de un puñado de súper ricos que no conocemos, pero que egoístamente siempre ganan.
La dicotomía entre salud y economía es totalmente falsa. Sin salud es imposible que la economía se recupere ya que sin ella no tendremos una fuerza laboral que efectúe las tareas necesarias para este fin. El Estado que queremos debe tomar todas las medidas necesarias para proteger la vida, el empleo, a sus trabajadores, ciudadanos y PYMES. Este Estado no puede solo acordar con las grandes empresas el cómo lograremos superar esta crisis y, aunque sea en algo, debe entender que en esto también se expresa nuestra anhelada dignidad.