Por Edgardo Viereck.- En formato de serie y en tres excelentes temporadas, la pequeña Anne, con una “e” (Serie de TV. Canadá 2017. Disponible en Netflix), nos comparte su extraordinaria vida en la zona de Nueva Escocia, Canadá, a fines del siglo diecinueve.
En medio de un mundo campesino y puritano, la chica carga a su espalda un resumidero de todo lo que el conservadurismo de la época se esmera por echar bajo la alfombra del miedo y el prejuicio. Huérfana desde los tres meses de vida, esta pequeña pelirroja, desgarbada y paliducha, exhibe un aspecto algo enfermizo y al límite de lo mal nutrida, lo que, sin embargo, no consigue ocultar la energía vital que se anida en sus ojos y el conmovedor optimismo que nos regala su sonrisa.
Anne es quizás demasiado locuaz y se ataranta por complacer, como si ahí hubiera encontrado la llave mágica para abrir el corazón de los demás. La sucesión alternada de temporadas en el orfanato y lamentables experiencias con familias de acogida donde fue maltratada han blandido su carácter como el fuego lo hace con la espada de una noble guerrera y, en el dilema de qué camino tomar frente a la adversidad, Anne ha resuelto, simple y desfachatadamente, ser la más fiel escudera sacada de un cuento de hadas al servicio de todas las formas posibles de felicidad.
Para esto se ha aferrado a su bien más preciado. La imaginación. Si acaso es cierto que a nadie la falta Dios, entonces Anne podría ser el mejor ejemplo. Su miseria cotidiana ha sido compensada con el don natural de la palabra, el amor por la lectura y una fina sensibilidad que le permiten beber hasta la última gota todo la belleza que la vida pueda ofrecerle a cada instante.
¿Cómo es capaz de regalarnos tanta luz un ser que ha vivido en medio de tanta oscuridad? Esa es la gran pregunta que nos acompaña durante toda la aventura que esta serie nos invita a vivir junto a la deslumbrante Anne, una niña que viene desde el lado desdichado de la condición humana para decirnos que no hay calamidad lo suficientemente grande como para abatirnos, siempre que nos mantengamos atentos a mirar con los ojos del corazón.
El secreto para salir adelante no está en el cálculo frío de la razón sino en la aparentemente no muy razonable pero muy sensata aceptación de la magia y la fantasía que se esconden detrás de la aturdidora realidad. Prefiero imaginar que recordar nos dice Anne a muy poco de presentarse, y es exactamente por eso que a ella es a quién debemos conocer por estos días, en los que pareciera que todo está perdido. El resto que se los cuente Anne, que sabe hacerlo mucho mejor que yo.