Samuel Fernández Illanes – El asesinato del ex militar venezolano Ronald Ojeda, al que Chile dio refugio y comprometió protección, trae consecuencias internas e internacionales que recién comienzan, y orientan tantas especulaciones que rodean estos hechos. Se barajó un autosecuestro que estaría descartado, porque ser asesinado no calza.
Un rapto por narcotraficantes del Tren de Aragua u otros criminales, sin cobro de rescate y con el solo propósito de demostrar poder, aumenta la confusión, en el siempre enredado mundo de las operaciones de inteligencia, que suelen utilizarlos para ocultar los verdaderos autores. En definitiva queda la versión más plausible, una acción de contrainteligencia por quien tendría el mayor interés de acallar definitivamente y mandar un poderoso mensaje de advertencia: el régimen de Venezuela.
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Estos servicios jamás reconocen su accionar, pues quedarían vulnerables y mostrarían sus métodos, sobre todo los foráneos para seguir operando. Seguramente no habrá ninguna reacción oficial venezolana, a menos que pesquisas profundas logren encontrar la verdad.
En todo caso, la responsabilidad se atribuirá al país donde ocurrió, o se culpará a criminales, para que se debate localmente y oculte la acción extranjera. A ello han apuntado las declaraciones de Diosdado Cabello, negando todo involucramiento, añadidas las burlas y menosprecio a nuestra seguridad, buscando la mayor confusión.
Lo ocurrido hace recordar los muchos casos de la era soviética, que eliminó o atentó contra disidentes, traidores o enemigos, ejecutados en varios países europeos, utilizando todo tipo de armas y procedimientos.
Nunca reconocen nada, y los países involucrados prefirieron atribuirlos a la pugna de la guerra fría. Por lo visto, el régimen venezolano seguiría empleándolos, bien instruido por los servicios cubanos, de innegable presencia y colaboración en la actual Venezuela, y que a su vez aprendieron de los soviéticos, actuando directamente o por medio de delincuentes a su servicio.
Lo grave es que ha sucedido en Chile, con el consecuente desprestigio e impunidad. Ojalá se siga avanzando en las investigaciones en curso, y se evalúe sus consecuencias internacionales, sin priorizar las discusiones y rencillas internas, lo que precisamente los presuntos mandantes buscan, para distraer un incómodo caso de intromisión en nuestra soberanía.
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