Por Carlos Guajardo Castillo.- Pese a que la pandemia causada por el Covid 19 aún nos persigue, poco a poco hemos ido regresando a una suerte de normalidad, debido a la vacunación exitosa que ha experimentado nuestro país. Este proceso ha permitido que el Ministerio de Salud y de Educación hayan autorizado el retorno a clases presenciales y así revertir la catástrofe que ha ocasionado la modalidad virtual de enseñanza y aprendizaje.
Sabemos que los más afectados han sido niños y niñas que se encuentran en los niveles iniciales de la escolaridad que, en cifras proporcionadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU), han hecho que más del 70% de estudiantes de 10 años aún son incapaces de leer comprensivamente. Tal es el caso de países como Etiopía donde se calcula que los niños han aprendido a efectuar cálculos matemáticos entre un 30% y un 40% si hubiesen estado en un año normal de clases presenciales.
Chile no es ajeno a las consecuencias acontecidas por la pérdida de clases presenciales. Esto hizo que el Mineduc tomara una reacción inmediata para que los estudiantes del país regresaran a clases desde la primera semana de marzo. Pudimos notar cómo los niños y niñas eran los más felices en volver a reencontrarse con sus compañeros y amigos. Más allá de este grado de satisfacción propia de la inocencia de los más pequeños, está en juego el trabajo que deberán realizar los profesores, con tal de nivelar los objetivos de aprendizaje declarados en el currículo nacional. No será una tarea fácil, ya que está en juego el dominio de los aspectos disciplinares de cada asignatura, pero, además, el desarrollo de aquellas habilidades y actitudes que hacen que el ser humano aprenda para subsistir para la vida.
Seamos conscientes que todo lo que no se logró aprender por motivos de la pandemia, se restituya con responsabilidad y sin tener a los docentes y estudiantes “con la soga al cuello” por intentar que se enseñe y aprenda lo que aún no se logra comprender. Debemos darnos el tiempo necesario para hacer un diagnóstico de cada una de las asignaturas del sistema escolar, para que luego, tener la claridad por dónde empezar. Por sobre todo, en la etapa escolar básica, infantes que no pueden aprender bajo una suerte de presión, sino que habrá que ser capaces de recurrir a estrategias de enseñanza–aprendizaje que propicien dinámicas distintas a una clase de “plumón y pizarra”. No olvidemos que esta tarea debe involucrar a todos los actores: directivos, docentes, estudiantes y apoderados.
Carlos Guajardo Castillo es director de la carrera de Pedagogía en Educación General Básica en la Universidad Central