Por Mario Rosas.- Este 12 de noviembre de 2019 Evo Morales aterrizó en Ciudad de México gracias al asilo político concedido por Andrés Manuel López Obrador, argumentando razones humanitarias. Mediante las presentes líneas quisiera hacer un análisis de cómo el primer presidente indígena de Bolivia hoy se ve obligado a abandonar su país, en medio de acusaciones hacia la extrema derecha de tramar un golpe de estado y precipitar su caída. Mi objetivo es identificar todos los factores que fueron decantando en esta situación para intentar tener todos los elementos a la vista.
Morales inició su participación política en la década de los 80 siendo líder sindical cocalero. Su ascendencia indígena se convirtió en un elemento de identidad y unión en un grupo importante de la población boliviana, ya que tiene un 62,2% de población considerada indígena. De esta forma, en 1997 fue elegido diputado por Cochabamba y su figura política se acrecentó de manera exponencial.
En diciembre de 2005 ganó las elecciones presidenciales con mayoría absoluta en primera vuelta con un 54% de los votos (fue el tercer presidente de Bolivia en conseguir aquello), iniciando su primer gobierno que se extendió entre los años 2006 y 2010. Durante este primer gobierno Morales centró su esfuerzo en la mejora de las condiciones de vida de la población, focalizando su atención en la creación de una Asamblea Constituyente que redactara una nueva constitución para Bolivia. Entre los años 2007 y 2009 Bolivia vivió el proceso de redacción de su nueva constitución (con serias desavenencias con la oposición, por supuesto, lo que incluso llevó a Morales a realizar un ayuno, al que se sumaron unas 3 mil personas). Finalmente, la nueva constitución fue aprobada el 7 de febrero de 2009 y es la que actualmente rige a Bolivia. Uno de los elementos determinantes que ahí se establecieron es que el presidente de la República no puede estar al mando del país más de dos períodos seguidos, lo que cobra vital importancia en lo que ocurrió después (el primer período de Morales no se considera por lo que en la práctica la constitución le permitía a Morales estar un total de 3 períodos en el poder).
En diciembre de 2009 se realizaron nuevas elecciones presidencias y en éstas sí que Morales arrasó, ya que obtuvo el 64% de los votos. Su segundo período presidencial se extendió entre los años 2010 y 2015.
Si observamos las estadísticas de estos dos primeros períodos presidenciales de Morales (2006-2015) nos encontraremos con cifras muy positivas en diferentes ámbitos: la pobreza extrema disminuyó del 37,7% al 16,8%; el promedio del crecimiento de la economía fue de 5,2%; el PIB se duplicó, por lo que se puede afirmar a ciencia cierta que las condiciones de vida de la población boliviana mejoraron notablemente en esta década.
Tercer período en caída
Toda esta situación permitió a Morales seguir contando con un tremendo apoyo popular, por lo que, al presentarse a las siguientes elecciones, nuevamente fue elegido Presidente de la República por un tercer período seguido (el último que le permitía la Constitución que el mismo impulsó). En octubre de 2014 ganó las elecciones con un 63% de los votos por lo que asume su tercer período entre 2015 y 2020.
Durante este tercer período en la Presidencia de Bolivia, Morales se vio enfrentado a diversas situaciones adversas que, por una parte, fueron disminuyendo poco a poco su respaldo de base popular y, por otro, el país dejó de tener las altas tasas de crecimiento económico de los dos períodos anteriores. A esto tenemos que sumar el apoyo permanente que Morales siempre ha dado al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela (en el poder desde 2013), lo que hizo que en determinados momentos fuese prácticamente el único país latinoamericano que le estaba dando su respaldo explícito.
Postularse
Una vez comenzado su tercer período presidencial, Morales quiso empezar a modificar la Constitución que el mismo había impulsado hacía más de 10 años con el fin de tener la posibilidad de seguir siendo presidente por un cuarto período consecutivo. En primera instancia, el 21 de febrero de 2016 se sometió a un referéndum la modificación del artículo que prohibía su reelección, opción que perdió por un muy estrecho margen (48,7% a 51,3%). En ese momento el pueblo boliviano se expresó y decidió que Evo Morales no podía ser nuevamente candidato en las siguientes elecciones presidenciales.
Y acá es cuando ya la situación se empieza a salir del cauce más “normal“, ya que luego de este fracaso Morales les pidió al Tribunal Constitucional que se manifestara en relación con su imposibilidad de ser candidato en las elecciones presidenciales. El 28 de noviembre de 2017 la instancia falló a favor de Morales y le permitió seguir postulándose de manera indefinida a la Presidencia de la República, argumentando la inconstitucionalidad de una serie de artículos de la Constitución que tienen relación con las expresiones “por una sola vez de manera continua” y “de manera continua por una sola vez”. Al mismo tiempo el TC dijo que este derecho de postularse de Morales era considerado como un Derecho Humano.
No es mi objetivo evaluar la validez o legitimidad de lo resuelto por el TC boliviano. Creo que esa es tarea para abogados constitucionalistas que sepan en profundidad del tema. Así que continúo con mi análisis de lo que sucedió después. No obstante, es evidente que la oposición a Morales consideró que esta situación se salió del marco legal y constitucional y se empieza a argumentar que las ideologías de los gobiernos venezolano y cubano lo estaban asesorando para asegurarle la permanencia en el poder. Aparte de esta presunta influencia de gobiernos extranjeros, el respaldo de base de Morales fue bajando poco a poco en la población, que ya no lo veía con los mismos ojos que durante sus dos primero períodos como presidente de Bolivia.
¿Fraude?
Entonces llegamos al panorama en que nos encontramos ahora y que no deja de ser llamativo por varias razones: se realizaron las elecciones el domingo 20 de octubre de 2019 (poco más de 3 semanas atrás). En ellas Evo Morales obtuvo un 47,08% de los votos, mientras que su contendor Carlos Mesa obtuvo un 36,51%. Esto quería decir que Evo Morales salía elegido de inmediato como Presidente ya que la Constitución boliviana establece que si un candidato obtiene más de diez puntos porcentuales de ventaja sobre el segundo lugar no sería necesaria la realización de una segunda vuelta. Sin embargo, desde un principio surgieron acusaciones de fraude en la elección dado que por un período de tiempo el sistema que iba entregando el conteo de votos cada 3 minutos se “apagó” sin una clara razón y luego se volvió a activar con la ventaja de Morales. A poco andar se supo que esa fue una orden del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Ahora bien, el fraude de que se acusa no se trata evidentemente de que Morales haya ido perdiendo y haya querido engañar al sistema para ganar. Morales claramente obtuvo una ventaja que desde los primeros cómputos ya era cercana a los diez puntos en la primera vuelta, por lo que cabe preguntarse: ¿Tenía necesidad Evo Morales de realizar un fraude para ganar en primera vuelta cuando su ventaja era bastante holgada como para pensar que podía ganar sin inconvenientes la segunda vuelta? Esa interrogante abre espacio para muchas más.
A modo de conclusión creo que el principal momento en todo este proceso se da entre los años 2016 y 2017 cuando ya se encontraba en su tercer período y decide postularse para un cuarto, el que partiría en 22 de enero de 2020. Lamentablemente al parecer Morales quería perpetuarse en el poder, una situación que se ha visto repetida muchas veces en la historia y que termina empañando a un presidente que llevó a Bolivia a convertirse en un país exitoso en su modelo, sacando a millones de bolivianos de la pobreza.
Mario Rosas es Licenciado en Historia y Profesor