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Brasil: La interminable lucha por recuperar la dignidad

Por Fernando de la Cuadra[1].- “A pesar de você, amanhã há de ser outro dia..”, decía Chico Buarque.

Los resultados de las últimas elecciones municipales permiten aventurar tres conclusiones con relación al escenario que se vislumbra para los próximos meses y pensando en las futuras contiendas y “batallas por las ideas” que se presentan en el país. Lo primero es que los candidatos apoyados por Bolsonaro en las capitales y las principales ciudades del país fracasaron indudablemente y la tendencia es que aquellos que pasaron a segunda vuelta -Crivella en Rio de Janeiro y Capitán Wagner en Fortaleza-, no obtengan los votos necesarios en función de las articulaciones que ya se producen entre sus adversarios para sumar a las fuerzas democráticas. En São Paulo, el candidato del Bolsonarismo tuvo un desempeño más que mediocre, obteniendo poco más del 10% de las adhesiones.

Una segunda constatación, es que los partidos del llamado “Centrão” ganaron en un número significativo de municipios dispersos por todo el país, aunque como ya hemos señalado en columnas anteriores, el apoyo de este sector al ex capitán es meramente instrumental y fisiológico, razón por la cual no es esperable que el gobierno se sustente sobre una plataforma tan endeble y caprichosa como la que ofrecen este conglomerado un tanto amorfo de partidos.

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La tercera comprobación, es que la izquierda y los sectores progresistas experimentaron una recuperación en las capitales y en centros urbanos medianos, en gran medida impulsados por una agenda que levanta los temas de la diversidad sexual, la identidad racial y la equidad de género. A pesar de la incesante campaña promovida por los sectores más retrógrados del gobierno que combaten la llamada “ideología de género”, muchas de las alcaldesas y concejalas electas son mujeres negras con amplio trabajo en sus respectivas comunidades. Un caso emblemático, es el de Mônica Benício -la viuda Marielle Franco asesinada en marzo de 2018-que fue electa concejal en Rio de Janeiro, con más de 22 mil votos por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), el mismo al que pertenecía Marielle al momento de ser ultimada por milicianos.

La cuestión central que se coloca a partir de este escenario, es que el ciclo de la anti-política -que le permitió a Bolsonaro navegar en la marea ultraderechista que emergió intempestivamente en 2018- parece estar llegando a un punto de agotamiento y declinación. Candidatos truculentos que montaron sus campañas en torno a un discurso de odio y mentiras fueron penalizados por la mayoría de los electores. Perdieron y perderán en el segundo turno del día 29 de noviembre, como ya está siendo constatado en las diversas indagaciones sobre intención de voto realizadas en estos días.

Otro factor que ha afectado el apoyo de la población a candidaturas cercanas al gobierno se asocia con el desprecio que éste ha asumido con relación al uso de mascarillas y al distanciamiento social como una actitud elemental para prevenir el contagio entre personas. Un estudio efectuado por la Universidad de Brasilia muestra que muchos de los electores del ex capitán le están retirando su apoyo en función del papel displicente e irresponsable que ha tenido el gobierno para enfrentar el COVID-19, ya sea mintiendo sobre posibles remedios para curar o mitigar sus efectos (Cloroquina) como en el trato vejatorio que ha tenido el presidente al sentenciar que frente al virus los brasileños se han comportado como “un país de maricones” (sic). La banalización de la muerte y la visión necropolítica impuesta por el bolsonarismo posee un límite en la subjetividad ciudadana y a pesar de todos los males históricos que aquejan a los brasileños desde la época del Imperio y la República atrofiada, un fulgor de lucidez emerge al final, cuando parece que la deshumanización de los más pobres, de los excluidos, de los indígenas, de los negros, de los invisibilizados, ya es una tarea concluida y sancionada por un orden natural.

El negacionismo de Bolsonaro, del gabinete y de su grupo ideológico, desconociendo la gravedad de una pandemia que ya ha infectado a casi 6 millones de habitantes y ha causado la muerte de más de 166 mil personas, sólo puede generar un crecimiento del malestar que se viene incubando en la población, a lo cual hay que sumarle los altos índices de desempleo, el aumento de la pobreza y la arremetida de la criminalidad urbana que no cesa de acumular víctimas, especialmente entre los más vulnerables.

Al igual que otras naciones de América Latina, Brasil se encuentra en estos momentos en una dura lucha por recuperar la dignidad, pese a la herencia nefasta dejada por la esclavitud y la desigualdad acumulada. Sobre el mito de la “democracia racial”, Brasil ha montado una estructura socioeconómica perversa que no ha hecho más que penalizar a los sectores más explotados y más fragilizados históricamente. Esta es su marca de nacimiento y su trayectoria secular, su relato aberrante y su tragedia, la cual debe ser reescrita nuevamente por las fuerzas mayoritarias que siendo traicionadas y sucumbiendo a los intereses patrimonialistas de unos pocos, se deben levantar una vez más para consolidar sus derechos y su calidad de ciudadanos con la legitima esperanza de un futuro mejor.

[1] Doctor en Ciencias Sociales. Editor del Blog Socialismo y Democracia.