Está claro que el sistema proporcional se quedará, pero todo apunta a su restricción, afirma el cientista político Max Oñate.
Por Max Oñate Brandstetter.- “Quiero aprovechar esta ocasión para señalar de manera explícita y para evitar cualquier tipo de especulación o lugar equívocos que como Presidente de la República estoy a favor de una reforma a nuestro sistema político”. (Gabriel Boric Font)
Adam Przeworski, en su libro “¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones?: Pequeño manual para entender el funcionamiento de la democracia”, sostiene entre otras cosas, que un cambio en el sistema político, entiéndase cambio en la estructura de procedimiento electoral y de representación, genera un cambio en el comportamiento electoral.
A partir de esa abstracción general, podemos entender que el resultado de los plebiscitos constitucionales fue modificado a partir de cambios realizados en el sistema político.
No es lo mismo decir que en el contexto Apruebo/Rechazo hubo un cambio en los resultados por un giro en las decisiones de un mismo electorado, descartando la idea de que la incorporación forzosa de más del 50% del padrón determinó la derrota y el fin del primer proceso.
Pero vamos al contexto actual: en primer lugar, no se sabe que ocurrirá con los resultados electorales de las municipales de este año, por cuanto la mayor parte del padrón electoral está obligado a votar y posiblemente se restaría del ejercicio, si no fuera por las sanciones que tendría por no participar.
Es peligroso que, sin tener certeza de cómo votará la parte más grande del padrón electoral, se divida el acto en dos días, haciendo posible un fraude electoral.
Actualmente, cerca de 2 millones de personas se abstienen de la participación, a pesar de la obligación legal. Las elecciones plebiscitarias convocan más votos (a favor y en contra) que las elecciones representativas, donde el último registro, indica que hay una sumatoria de 2,7 millones que votaron en blanco y nulo, lo que es una muestra clara de alrededor de 1/3 de votantes no quiere, no se interesa por aquel ritual.
¿Qué sucederá con la participación neta de electores? ¿Aumentarán los votos nulos y blancos, o aumentarán los votos válidamente emitidos, pensando que la representación municipal reviste mayor importancia que la nacional-parlamentaria?
El dilema de plantear reformas al sistema político –a todas luces en un plano electoral representativo– es la falta de arquitectura política y cálculo electoral, por parte de la centro-izquierda (a pesar de la difusa línea borrosa de la diferencia), pues, por una parte, está claro que el sistema proporcional se quedará, pero todo apunta a su restricción, entregando antecedentes de una suerte de restauración del sistema binominal, que por lo demás, es el mismo método D´ Hont que usamos actualmente, pero con la reducción uniforme e invariablemente dual, en cada unidad de representación política (distritos).
Acercarse a ello significa sobrerrepresentar a los bloques partidistas de siempre: la derecha (la coalición mas sobrerrepresentada de la historia de Chile) y lo que quede de la Concertación, que ha tenido una permanente fuga de apoyo electoral, hasta el punto de perder por tercera vez la presidencial, pero primera vez que ocurre en primera vuelta.
Suponiendo que esto sea una estrategia para evitar la “polarización y el enfrentamiento”, recomiendo leer la actividad legislativa en las cámaras, y el lector notará que en la gran mayoría de los casos, hay una uniformidad positiva de aprobación, salvo en caso de pensiones y otros temas en que la elite no tiene interés en discutir.
Tal fragmentación en la acción legislativa es apenas una etiqueta periodística sin asidero en la realidad, pero es una excusa para reducir la representación, so pretexto de garantizar la gobernabilidad, como funciona el debate académico entre mayoritarios y proporcionalistas.
¿En Chile ha existido conflicto político y social, como resultado de la fragmentación del sistema de partidos o es una profunda crisis contra este?
Reducir la democracia representativa es amplificar la sobrerrepresentación de la elite y esto no acabará con el malestar social, del mismo modo en que el sistema binominal desarrollaba crisis en las calles a pesar de la unidad legislativa (democracia de los acuerdos).
Reducir la representatividad dinamitará la representación de las izquierdas, esas mismas fuerzas que no ingresaron al parlamento con el sistema binominal, salvo en el caso de la primera diputación de Gabriel Boric, en tanto que Giorgio Jackson (en el mismo periodo) lo hizo a través de un pacto por omisión con la Concertación. Esta maquinaria, entregaba a la derecha la mitad del parlamento (en ocasiones más, como las del 2009) teniendo un poco más de 1/3, que no generó ni generará estabilidad institucional.
El contexto de la revuelta y el posterior ascenso de un nuevo gobierno, no significaba la superación de la crisis (sobre todo porque la representación tiene fechas de comienzo y de vencimiento) y es el bloque que compone el gobierno, quien tuvo que realizar la tarea de reconstrucción del Ancient Regime, fenómeno que siempre ocurre cuando hay revoluciones fallidas.
Desde esa perspectiva se explica la aprobación de la ley antibarricadas en primer lugar; la militarización permanente de la macro zona sur; y la ley Naím-Retamal, como algunos delirios de imposible desarrollo, como la aplicación de la pena de muerte, imposibilitada por tratados internacionales sujetos al sistema de libre mercado por lo demás.
Tal vez el “cálculo” radica solo en potenciar un Estado-Policial Portaliano a manos de una izquierda que, sin calcular su propio poder en materia de cantidad de escaños, atente con reducir su propia representatividad, como un sacrificio para la estabilidad. Pero la furia social no viene desde el interior del parlamento. Si esa fuera la realidad, quizás sería una buena jugada de ajedrez, pero es en cambio, una reflexión ciega y sin cálculo, que no es capaz de mirar ni sus propias bases de apoyo.
De desarrollarse el cambio de las relaciones de poder entre los propios representantes, las crisis sucesivas no se van a detener porque la elite esté más sobrerrepresentada, sino que incluso puedan ser su punto de inicio, en tanto que las percepciones de necesidades sociales no se resuelven ni con parlamentos más grandes ni más pequeños.
Es necesario reflexionar ante los discursos, pues sostienen mitologías absurdas como “las bancadas del 1%” a fin de conseguir la reducción.
En nuestro actual sistema electoral ¿qué sucede cuando ningún candidato de la lista tiene los votos suficientes como para obtener su escaño, pero el total de la lista si tiene derecho a alguno? Se suman los votos totales y se dividen en función de los escaños totales, repartidos en orden de las candidaturas más votadas en su interior, por lo que el mito de las bancadas del 1% resulta ser un absurdo. Otra cosa es la paridad, pero ¿el gobierno “feminista” eliminará el mecanismo distorsionador de la paridad?
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