“Una Educación Sexual Integral no busca negar la existencia de hombres y mujeres, sino visibilizar diferentes identidades y expresiones de género”, afirma el sociólogo Andrés Kogan.
Por Andrés Kogan.- La cruzada de ciertos sectores anti derechos, lamentablemente, ha ido en aumento en Chile, a través de distintas organizaciones religiosas y de extrema derecha que ven como amenaza cualquier política que busque instalar prácticas inclusivas y una agenda dirigida a distintos grupos históricamente invisibilizados, llegando al extremo de querer prohibir la discusión de ciertos temas considerados como inoportunos.
Es el caso de una campaña para convocar el apoyo para una carta denominada “Firme contra la ESI (Educación Sexual Integral)” de parte de distintas agrupaciones contrarias a discutir sobre la posibilidad siquiera de pensar una eventual política nacional al respecto, que permita hacerse cargo de un vacío a nivel curricular en esta materia, siendo las y los estudiantes los más afectados y vulnerados con ello (1).
De ahí que, revisando los argumentos de la carta, se le solicita al Presidente no enviar un proyecto de ley sobre Educación Sexual Integral a la Cámara de Diputadas y Diputados, ya que no sería prioritario, como sí lo son la violencia y la deserción escolar, mostrando una mirada incapaz de verlo todo relacionalmente, como sí lo está haciendo el Ministerio de Educación con el Plan de Reactivación Educativa (2).
Asimismo, la carta va más allá y muestra sus reales propósitos doctrinarios conservadores y antiestatales, al señalar lo grave que sería supuestamente impulsar una educación no sexista en los colegios, ya que atentaría él derecho preferente de los padres a educar a sus hijos, los cuales siguiendo el argumento de ellos, el derecho de los estudiantes no tendrían ninguna importancia, mostrando así una burda mirada adultocéntrica al respecto.
En otras palabras. pareciera que estos sectores reaccionarios quisieran vetar una discusión pública y pautear al Presidente, ya que a un grupo de personas se le ocurrió que la escuela no debiera ser un espacio para trabajar la sexualidad de manera integral, por una serie de mitos, llenos de prejuicios y desinformación, los cuales se repiten una y otra vez a través de los medios tradicionales y las plataformas sociodigitales.
Por nombrar solo algunos mitos de estos grupos, señalan que la ESI incentivaría a los estudiantes a iniciar tempranamente su vida sexual, a eliminar cualquier noción que se tenga sobre hombres y mujeres, y a homosexualizar de manera forzada a los estudiantes, como si fuera una política de adoctrinamiento escolar.
Nada más lejano de la realidad, ya que lo que busca una Educación Sexual Integral es justamente entregar información clara a los estudiantes en distintos aspectos de la sexualidad, pero siempre tomando en consideración la edad y la autonomía progresiva de cada uno, aunque estos sectores sigan entregando información falsa de manera intensional.
A su vez, una Educación Sexual Integral no busca negar la existencia de hombres y mujeres, sino visibilizar diferentes identidades y expresiones de género, las cuales son parte de la diversidad y de la riqueza humana, por lo que se vuelve muy necesario romper con estereotipos, mandatos y roles fijos de género que solo generan discriminación y violencia a quienes no cumplan con lo esperado.
Por lo mismo, desde esa pluralidad existente, en ningún momento se pretende imponer un solo tipo de orientación sexual a nadie.
Por el contrario, lo que se intenta es generar espacios inclusivos para la comunidad LGBTIQ+ que, de acuerdo a múltiples estudios, siguen sufriendo humillaciones y exclusiones en los establecimientos educacionales y en las propias familias.
En consecuencia, los argumentos para negar la discusión de un proyecto de Educación Sexual Integral son tan poco consistentes que sería igual de ridículo que prohibir que se trabaje la prevención de consumo de drogas (como se viene haciendo desde hace años desde SENDA), desde la prebásica en adelante, ya que incentivaría el consumo de sustancias y buscaría que los estudiantes pongan en riesgo su salud física y mental.
Dicho lo anterior, que el presidente Boric envíe un proyecto de Educación Sexual Integral, más que impulsar una agenda particular, responde a una deuda histórica del Estado de Chile con niños, niñas y adolescentes que se han visto vulnerados sus derechos, los cuales deben ser garantizados en los establecimientos educacionales como pasa en varios países del mundo que entendieron sus obligaciones.
A seguir trabajando por y desde las comunidades educativas sin tabúes y temas prohibidos por nadie, ya que las y los estudiantes merecen una educación sexual en todo su ciclo escolar, que vaya mucho más allá de la mirada biologicista y sanitarista que se tiene actualmente en Chile en los colegios, para abrir la conversación de manera integral, no cediendo así a algunos grupos autoritarios que quisieran imponer su mirada al resto.