Por Carlos Cantero.- Chile enfrenta una crisis estructural que está en pleno desarrollo, cuyas dimensiones y alcances témporo-espaciales aún no están definidos, que impacta en diversas dimensiones del ser humano y su forma de ser y estar en el mundo. Esta crisis se desplegará durante un largo tiempo y conlleva aspectos multidimensionales. Las brechas observadas en el país han gatillado la renovación de las instituciones y la institucionalidad.
La crisis tiene dos niveles principales: el global y el nacional. La dimensión global caracterizada por la completa ineptitud y disfuncionalidad del sistema supranacional que no responde ni oportuna ni adecuadamente a los desafíos de estos tiempos. A modo de ejemplo, el sistema de Naciones Unidas y la multiplicidad de organismos internacionales que no muestran la mínima efectividad en el cumplimiento de su misión, marcados además por un ideologismo parcial. La otra dimensión es la nacional, interna a la realidad de Estado en cada país, donde gobiernos de distinto signo o tendencia muestran la misma mediocridad, una falta de sentido con los tiempos, actuando en completa disfuncionalidad. Un dejar hacer y dejar pasar (lenidad) mientras los peores flagelos se extienden como males incontenibles: corrupción, abusos, narcotráfico, trata de personas, migraciones masivas, democracias fallidas, narco-estados, mediocridad estructural en la gestión, etc. Como consecuencia, el crecimiento económico se ve limitado, afectando el empleo y la calidad de vida.
Sostener y financiar los altos costos asociados a esta crisis, la pandemia y el colapso de estados fallidos y las masivas migraciones, con todas las externalidades que eso implica es insostenible para nuestros países. Sin una adecuada productividad y soportes económicos sólidos colapsará todo el sistema. En el corto plazo afectará gravemente el desarrollo que se conjuga con los tradicionales pilares: crecimiento económico, equidad social y estabilidad política. Estas tres patas del sistema se muestran frágiles en América latina.
Las movilizaciones sociales afectan transversalmente países de distintas sensibilidades políticas (izquierda, centro y derecha) y ha generado una sinergia negativa que pondrá en aprietos a todos los sectores. Ya se visualiza la inestabilidad política, la falta de cohesión del sistema de partidos, el desencuentro con la ciudadanía, el grave deterioro en la legitimidad, incluso la legalidad. El crecimiento económico y el empleo muestran problemas estructurales que cada mes se irán resintiendo cada vez con mayor severidad. La equidad social tan desatendida por décadas, ahora constituirá la prioridad, pero con un sistema claramente debilitado, sin disciplina, ni adecuada coordinación.
Chile no está mejor: dejó su posición de país ejemplar y transita por una peligrosa ruta de desencuentro, polarización y una ciudadanía movilizada en un ambiente de gran desconfianza. Esto resulta preocupante, ya que la sinergia es un encadenamiento autopoiético, es decir, tiene un carácter auto-replicativo, autosustentable, auto-organizativo y autosostenido, en una dinámica positiva o negativa. Es muy evidente que en Chile se observa una sinergia negativa: la desconfianza es la emoción que cruza todos los sectores del país, lo que genera disfuncionalidad recursivas, ineficiencias, descoordinación y políticas públicas tironeadas y cuestionadas, lo que genera conflictos, polarización e inestabilidad y afectará severamente la gobernabilidad.
La brecha generacional que separa la juventud de los adultos y la radicalización política del proceso, gatillan las movilizaciones y el vuelco de las tradicionales adhesiones ciudadanas. Pero esta falta de experiencia puede ser la causa basal del fracaso, particularmente si se radicaliza aún más el proceso. El abuso, en uno y otro lado será rechazado por las mayorías ponderadas. Si eso coincide con el momento en que la economía esté haciendo agua por los cuatro costados, el desempleo será alto y la desconfianza será mayor por la radicalización. Cualquier descontrol en este punto puede generar un doloroso episodio en nuestra historia. La gran categoría de pensamiento observable en la ciudadanía es “Cambio”. Pero, para abordar ese cambio, primero es necesario tener claridad de cuales son los límites de esos cambios. Por ejemplo, observando el caso de Chile, si se sigue intentando vulnerar el mandato del Congreso, las condiciones y definiciones que enmarcan el proceso, eso será punto de quiebre con graves consecuencias, si no se actúa con prudencia y buen criterio.
Carlos Cantero es geógrafo (UCN), Master en la Universidad de Granada y Doctor en Sociología en la UNED-España.