Por Hugo Cox.- Los escenarios posibles están todos abiertos esperando el momento en que finalice la parte más crítica de la epidemia; pero los caminos que se transiten se empiezan a construir hoy, y esta construcción va depender de cómo las fuerzas políticas y la ciudadanía establecen la agenda sobre la cual el país debe empezar a caminar de nuevo.
Los conflictos que dieron origen al 18 de octubre no han sido solucionados, los ciudadanos esperan respuestas claras y concretas, situación que no se ha dado ya que el virus COVID-19 detuvo la marcha que Chile había iniciado con un hito que era el plebiscito para formar un cuerpo colegiado que discutiera la nueva constitución. Este hito se posterga para el 25 de Octubre, fecha en que debería realizarse, ya que la epidemia estaría en su punto más bajo y por lo tanto las personas podrían desplazarse sin problemas.
Pero en esa fecha se entrelazan dos variables importantes. Por una parte, el estallido social, que es la expresión de los derechos, derechos básicos a los cuales los ciudadanos deben acceder (educación, salud, agua, medio ambiente limpio, pensiones dignas, etc.) y la otra variable es la epidemia, que coloca de manifiesto los deberes (ser responsable con uno y con los demás, ser solidario, provisión de una red de salud pública eficiente y eficaz y una red de protección social y económica por parte del Estado).
Estas dos variables tienen una salida política y esta salida está en el plebiscito. Dicha salida fue construida por los diputados y senadores, acto en que se expresará el soberano que elegirá a quienes deben construir una nueva constitución que exprese el sentir de las mayorías de este país.
Pero el escenario más probable con que nos encontraremos, es con tasas de alta cesantía, economía debilitada, mayores niveles de pobreza y de pobreza extrema, más personas marginadas del circuito socio económico, estudiantes fuera de la educación por diversas razones ya sean económicas como sociales.
En la edición del jueves 23, el diario El País en un artículo que tituló “Las colas del hambre y la pobreza inician su escalada”, se describen las acciones que la sociedad civil ha iniciado para poder repartir comida en los barrios y cómo la pobreza se expresa en Madrid. Este escenario ya se vive en Chile: algunos sectores han iniciado ollas comunes y surgen focos de protesta a pesar de las cuarentenas y toque de queda.
El pacto social va a requerir imaginar un nuevo país, con balances de poder que permitan afrontar con mayor elasticidad los conflictos que vendrán. Estoy pensando en un sistema semi presidencial. Y desde la economía, la construcción de un Estado fuerte, en contraposición al Estado subsidiario actual.
Quien describe de mejor forma los pasos a dar es Mariana Mazzucato, economista radicada en Londres, en una entrevista el día 25 del mes en el diario El País:
“¿Este renovado protagonismo del Estado es temporal o ha venido para quedarse?
La crisis sanitaria ha llevado al Estado a casi cada rincón de las economías, desde el sistema de salud, al rescate de algunas industrias o la liquidez de los bancos centrales. Dado el tamaño de la emergencia nadie pregunta de dónde sale el dinero, igual que en las guerras. Esto debería ser una llamada de atención sobre cómo gestionamos sectores decisivos para que nuestras economías y nuestras sociedades sean más resistentes. No solo se trata de una financiación apropiada sino también de la vertebración del sistema de salud público, de cómo producimos los respiradores o el sistema educativo. Esta crisis nos debería obligar a repensar la economía.
¿En qué sentido?
No podemos ser solo imaginativos cuando hay una crisis como la de 2008. El modelo de referencia para la etapa posterior a la crisis debería basarse en tres pilares. El primero, que el dinero puede crearse, también en la zona euro. El segundo, que hay que financiar y respaldar a los sectores decisivos, como el sistema sanitario, y llevar a cabo una modernización del Estado del bienestar, porque nuestras necesidades han cambiado. Y tercero, el Gobierno debe introducir condicionalidad en las ayudas que están solicitando sectores como las aerolíneas o el turismo para orientar el crecimiento hacia un modelo más sostenible, prohibir a esas empresas la recompra de acciones o exigirles mantener el empleo.
Eso exige mucho dinero público.
El problema es que el Estado ha dejado de hacer su trabajo. Las farmacéuticas, por ejemplo, reciben cada año miles de millones de dólares de dinero público en desgravaciones fiscales y si reciben dinero público, el Estado debería imponer condiciones sobre las garantías de suministro. La carencia actual de mascarillas, de respiradores o de geles desinfectantes está directamente ligada a la desindustrialización de los países desarrollados, que se han convertido mayoritariamente en economías de servicios.
¿Hablamos de capitalismo de Estado?
No se trata de que el Estado pase a decidir cómo se dirigen las empresas sino que no se limite a ser un mero regulador, que pase a ser un referente y un creador junto al sector privado. Eso exige inversión para diseñar un modelo que proporcione el tipo de crecimiento sostenible e inclusivo que necesitamos y eso requiere inversión pública y privada.
Tras la revolución liberal de los ochenta se hablaba del efecto expulsión que el sector público tenía sobre el privado.
Ese es un concepto ideológico que, sin embargo, puede ser cierto en determinados aspectos. En esta crisis, por ejemplo, EEUU ha recurrido a la Ley de Producción de Defensa para forzar a las empresas a fabricar respiradores. Eso no expulsa al sector privado, que no los estaba haciendo. También es verdad que un mayor papel del Estado puede conllevar problemas de corrupción a la hora de decidir qué sectores ganan y cuáles pierden. Lo que debería hacer el Gobierno es fijar una dirección, un modelo. Pensemos en el Pacto Verde. Es verdad que el Gobierno debería hacer algunas inversiones pero sobre todo debería redirigir sus incentivos en forma de créditos, regulación o desgravaciones hacia una determinada forma de inversión o innovación. Por ejemplo, cuando la industria del acero en Alemania pidió ayudas públicas el Estado les obligó a reducir sus desechos.
¿Es la Teoría Monetaria Moderna (MMT) la solución?
Lo que yo defiendo es una economía orientada hacia un propósito, en una dirección. No estoy planteando lanzar dinero desde un helicóptero, sino la creación de estructuras que permitan absorber esa creación de dinero. Si, como defiende la MMT, solo creas dinero, es evidente que eso puede crear inflación si no se aumenta la capacidad de la economía.
¿Asistimos a la misma crisis del capitalismo que vivimos en la crisis de 2008?
Los orígenes son diferentes. En 2008 asistimos a una crisis derivada de la ultrafinanciación de la economía, tanto del sector financiero como de las empresas y los hogares. En esta crisis nos hemos dado cuenta de que nuestro modelo de crecimiento está no solo esquilmando el planeta sino que nos pone en contacto con animales que no hemos visto con anterioridad, con virus para los que no tenemos defensas, como consecuencia del sistema insostenible de producción que tenemos. Pero el denominador común de ambas crisis es la desigualdad. En este tiempo, se ha hablado de que las empresas deberían aumentar su valor para todos los partícipes, no solo para los accionistas, como en el último Foro de Davos. Pero la covid-19 demuestra que eso solo sucede si el Gobierno lo fuerza”.
En síntesis: La tarea que viene en enorme y requiere de la participación de toda la ciudadanía en la construcción de una sociedad más igualitaria y justa.