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Consciencia y conciencia: en lo público y privado

Por Carlos Cantero[1].- Las personas no distinguen la diferencia de estos conceptos y equivocadamente los usan indistintamente, práctica muy extendida en la sociedad. Wikipedia nos entrega la regla mnemotécnica al respecto: “Todos los seres humanos han de estar conscientes para manifestarse en conciencia”. Sin consciencia (inconsciencia) no se puede tener conciencia. Cuestión que debiera tenerse presente en el accionar, más aún en lo público, que en estos tiempos deja tanto que desear.

Consciencia, de la raíz latina “conscientia” refiere a “ser conscientes de algo”, es un estado fisiológico que implica la capacidad de reconocerse ante el ethos o entorno, lo que permite el conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos, reflexiones y su realidad. También refiere a la capacidad de los seres humanos de juzgar sobre esa visión y reconocimiento. La consciencia permite al individuo la vigilia y las funciones perceptivas, intelectuales, afectivas y motoras. El sistema nervioso central lleva información mediante la actividad cerebral, por mecanismos neurobiológicos, lo que permite al individuo la capacidad de responder de forma apropiada a los estímulos ambientales. El ser humano, cuando está consciente y mentalmente normal, puede intercambiar con otros individuos diferentes elementos de tipo social, lingüístico, ideológico, sentimental, etc.

Respecto del concepto conciencia, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), señala su común raíz latina: “conscientia”, significando “conocimiento compartido”, y “cum scientĭa”, “con conocimiento”. El concepto tiene diversas acepciones:

  1. Conocimiento del bien y del mal, que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios;
  2. Sentido moral o ético propio de una persona;
  3. Conocimiento espontáneo, más o menos vago de una realidad;
  4. Conocimiento claro y reflexivo de la realidad. Se define también como “subjetividad”, el estado de conocimiento de objetos externos o de algo interno a uno mismo; inclusive la experimentación bruta de cualquier sensación, aún en ausencia de significado o conceptualización sobre la relación entre el sujeto y esas cosas. La conciencia, es la capacidad para reconocer la coherencia moral y la consecuencia ética.

Ambos conceptos, “consciencia” y “conciencia”, son esenciales para entender la vida y el trascendente llamado para que la persona expanda, amplíe o eleve la consciencia. Uno de los elementos más trascendentes en las personas es su estado o nivel de consciencia, la capacidad para percibir el universo, distinguiendo entre lo interior y lo exterior.

Desde el fondo del tiempo las personas han elevado su consciencia, buscando respuestas a las grandes preguntas: ¿Qué somos?, ¿De dónde venimos? y ¿Hacia dónde vamos?

De allí viene el antiguo aforismo griego “Conócete a ti mismo”, que estaba escrito delante del templo de Apolo (Delfos), deidad del panteón griego vinculado con la verdad y la luz (conocimiento).

Sócrates en coherencia con este aforismo, enseñaba a sus discípulos la necesidad de gobernarse a sí mismo; la importancia del pensamiento como base de la vida; la permanente búsqueda de la sabiduría, más allá del conocimiento. Justo lo que tanta falta hace en el mundo actual, en la política y en las principales instituciones de la sociedad, para el cultivo y práctica de las virtudes, para superar el materialismo e individualismo, promoviendo el Desarrollo Humano, anclados en una ética Humanista. ¿Será muy utópico o inalcanzable? ¿Tiene usted consciencia de este desafío?

 

[1] Carlos Cantero, Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología. Es académico, Conferencista, Asesor y Consultor Internacional. En su vida pública ha sido Alcalde en tres ocasiones, dos veces Diputado y dos períodos de Senador. Fue VicePresidente del Senado de Chile. Estudia la sociedad digital, el poder, la ética y el laicismo.