Las elecciones en Argentina que han desembocado en la investidura presidencial de Javier Milei, hace que desde nuestra realidad política tengamos que mirar no sólo lo que pasa en el país trasandino, también al resto del mundo.
Por Pedro Durán – El proceso electoral en Argentina y la derrota del peronismo por un candidato del extremo neoliberal nos debe alertar porque en los próximos meses tendremos en Chile y en el mundo todo tipo de elecciones y el mal puede propagarse.
Habrá elecciones en varios países, incluyendo Estados Unidos de Norteamérica, donde puede volver a gobernar Donald Trump, inspirador de varios extremistas de ultraderecha del mundo. El próximo año 2024, en junio, habrá elecciones del parlamento europeo donde, según analistas, la extrema derecha aumentará su votación.
El fenómeno no es nuevo, lo vimos en Italia, casi se repite en España, recientemente sucedió en Holanda y la extrema derecha aumenta su influencia en Suecia y otros países. La elección de Donald Tusk como jefe de gobierno en Polonia es una excepción.
La victoria del candidato Milei en Argentina, solo fue posible por el desgaste político producido por los errores e incapacidad del peronismo para solucionar los problemas económicos y sociales de Argentina. La propuesta política del candidato Milei fue de un cambio radical – extremista a fondo, producto de la mala gestión peronista.
Ganó una propuesta de rechazo, no una propuesta de futuro
Es una señal importante que nos alerta de las amenazas para el futuro de la humanidad, si no se es capaz de encontrar un camino de desarrollo que tome en cuenta la crisis del sistema capitalista neoliberal, responsable de las desigualdades sociales y del cambio climático en el planeta, que ofrezca una alternativa socialmente aceptable para todos los ciudadanos.
La situación social en el planeta está cada vez más debilitada y polarizada. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Los valores que considerábamos como fundamentales, después de la segunda guerra mundial, destacados en la declaración universal de los derechos humanos de 1948 y la democracia como sistema para entendernos a lo largo y ancho del planeta, están siendo reemplazados por las decisiones de los grandes grupos económicos y el poder del dinero.
Los avances tecnológicos concentran sus beneficios en favor de los grandes conglomerados. La llamada inteligencia artificial está creada en función de generar más dinero – poder para los grandes grupos tecnológicos, no para ayudar a la población mundial a lograr una mejor calidad de vida, salvo que sea un buen negocio.
El dueño de la principal fortuna del planeta tiene alrededor de 3 mil satélites orbitando alrededor de la tierra. Su poder va más allá del poder de los organismos multilaterales que representan a toda la humanidad.
La relación del poder del dinero de los grandes grupos económicos con la gestión política institucional es cada vez más dominante en favor del dinero, debilitando el rol e importancia de la democracia a nivel mundial. Las instituciones multilaterales que representan a la humanidad pierden cada día más poder.
Lo podemos ver en la invasión de Rusia a Ucrania, los asesinatos masivos en Israel y Gaza, los conflictos sociales y militares en África y Asia. Se ha llegado al extremo de realizar la COP28 en uno de los países que más responsabilidad tiene en la producción de CO2 y en las consecuencias negativas del cambio climático, que hoy no se pueden negar.
En la COP 28 se planteó crear un fondo financiero para ir en ayuda de los países más afectados por el cambio climático. El cambio climático pone en peligro la vida en el planeta mediante la emisión descontrolada de CO2, en el contexto de un sistema económico que agrava la contaminación. Un fondo financiero no soluciona el problema de fondo, es sencillamente pagar para contaminar más.
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Solo la reducción de emisión de CO2 puede ayudar a combatir el cambio climático, pero para eso es necesario convencer a los empresarios y autoridades de reordenar la economía y poner límites. El llamado crecimiento del PIB como objetivo principal de los países y organizaciones multilaterales agrava la situación.
Es conveniente adoptar otras formas de medir el crecimiento, como por ejemplo el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, que fue desarrollado por un equipo liderado por el economista Amartya Sen, que toma en cuenta la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita.
No es necesario descubrir la pólvora, para comenzar basta con aplicar la declaración universal de los derechos humanos de 1948 y la agenda 2030 de la ONU, con sus 17 objetivos de desarrollo sostenible. Ambas aceptadas y aprobadas por la inmensa mayoría de los dirigentes de los países del planeta, pero ya olvidadas, porque para muchos bastaba la foto de la firma.
En un mundo que cambia rápidamente en todos los planos de la actividad humana es necesario ser capaces de cambiar las formas de pensar y actuar para avanzar en el camino ya planteado por la declaración universal de los derechos humanos de 1948 y la agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Es urgente construir una alternativa política internacional para hacer frente a la crisis mundial.