Cultura(s)

Curiosidades de la historia: el paseo del Estandarte Real

La primera celebración del paseo del estandarte real en Santiago, en 1556, marcó el inicio de un ritual cívico-religioso que simbolizaba la soberanía de la Corona española en Chile. En medio de una ciudad aún precaria, este acto ceremonial proyectaba una imagen idealizada de orden imperial y unidad entre Iglesia y Estado.

Por Juan Medina Torres.- En 1556 se celebró en Chile, por primera vez, la ceremonia del paseo del estandarte real, que hasta la Independencia fue una verdadera fiesta nacional. Así lo relata el arzobispo de Santiago, Crescente Errázuriz, en su obra Los orígenes de la Iglesia chilena 1540–1603, donde describe:

“… el 23 de Julio se reunió el Cabildo para disponer lo que debía hacerse el día del apóstol Santiago, patrón de la ciudad.  Se acordó entre otros públicos regocijos pasear por las calles el real estandarte, “un estandarte de seda i teniendo bordadas las armas de la ciudad i el apóstol Santiago encima de su caballo”.

Para ello se nombró alférez al capitán Juan Jofré, quien debía confeccionar el estandarte a su costa. La ceremonia se realizó el 24 de julio, víspera del día del apóstol. Desde su casa junto a la plaza, Jofré recibió el estandarte de manos del corregidor Francisco de Villagra y los alcaldes, en presencia del escribano del Cabildo. Luego, acompañado por autoridades y vecinos, lo llevó a la iglesia mayor para las vísperas, y más tarde recorrieron las calles de la ciudad.

“La tarde del 24, víspera del apóstol Santiago, era el tiempo escojido; i la entrega del estandarte debía tener lugar en la casa de Juan Jofre que estaba junto a la plaza. Reunido el pueblo en la plaza i calle, entraron a la casa de Jofre, Francisco de Villagra, correjidor i justicia mayor de Chile, los dos alcaldes dela ciudad i escribano de cabildo que debía dar fe. Sacaron los alcaldes el estandarte por una de las ventanas i llamaron en alta voz al alferez, que se encontraba a caballo i en la plaza; se acercó Jofre sin apearse; tenían los alcaldes en las manos la lanza de que pendía el estandarte i ambos se lo entregaron al alferez, diciéndole al propio tiempo estas palabras: «Este estandarte entregamos a vuesa merced, señor «alferez de esta ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, en nombre de Dios i de su majestad, nuestro «rei i senor natural, i de esta ciudad i del cabildo, «justicia i rejimiento de ella, para que con el sirvais «a su majestad todas las veces que se ofreciere»…

…Prometió Jofre cumplir fielmente su deber, recibió el estandarte i, acompañado de las autoridades i del vecindario, se fue a la iglesia mayor, donde todos asistieron a las vísperas. Concluidas, tornaron a cabalgar, pasearon por las calles de la ciudad i volvieron a acompañar al alférez a su casa, donde quedo el estandarte”.

Este primer paseo del estandarte real simbolizaba la autoridad del rey de España y la soberanía de la Corona sobre el territorio chileno. Se cumplía así con lo ordenado por el emperador Carlos V, quien en 1530 decretó mediante una Real Cédula la obligatoriedad de este ritual en todas las ciudades de su imperio.

Durante la colonia, el paseo del estandarte formó parte de las ceremonias cívico-militares que fusionaban lo religioso y lo político, reforzando la unidad entre Iglesia y Estado bajo la monarquía española. Era una escenificación del poder real en el espacio urbano, donde el símbolo del rey recorría las calles como signo de su presencia.

Sin embargo, este ritual se realizaba en una ciudad que, según el historiador Armando de Ramón en su obra Santiago 1541–1991. Historia de una sociedad, “no pasaba de ser un campamento militar”. Calificarla de ciudad, con escudo de armas y título de “noble y leal”, resultaba pomposo.

De Ramón señala que hacia 1550, Santiago contaba con apenas siete casas de bahareque y paja, muy ruinosas, dispuestas en torno a la Plaza Mayor. En el costado sur había dos viviendas, otras dos al este, y una de ellas era de dos pisos. El resto eran ranchos de quincha, lo que reflejaba el escaso interés por adquirir sitios en la planta urbana delineada en 1541.

En 1552 ya existía una segunda iglesia mayor, aún en construcción, junto a la cual se ubicaban las casas de los curas y el cementerio. El Cabildo disponía de un edificio precario, que seguía en obras incluso en 1578, al igual que la catedral. Por ello, las sesiones se realizaban en casas particulares o en la del gobernador.

Así, por sobre la precariedad material, los hombres del siglo XVI —soldados o religiosos— proyectaban una ciudad ideal. El paseo del estandarte real era, en ese sentido, una ceremonia de afirmación simbólica: una ciudad imaginada, ritualizada, que anticipaba el orden imperial en un territorio aún por consolidar.

Alvaro Medina

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