Por Juan Medina Torres.- El cerro que más llamó la atención a los conquistadores, por su cercanía a la naciente ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, fue el que los naturales llamaban Tupahue, palabra quechua que significa “centinela”. Sin embargo, mucho después que los cerros Santa Lucía y Montserrat (actual cerro Blanco) recibieran sus nombres, comenzó el San Cristóbal a ser conocido como tal.
En sus crónicas, el padre Alonso de Ovalle habla de “un cerro de vistosa proporción y hechura, que sirve como de atalaya, de donde a una vista se ve todo el llano como la palma de la mano, hermoseado con alegres vegas y vistosos prados en unas partes y, en otras de espesos montes de espinales”. Probablemente, también el cerro estaba cubierto de vegetación, que se habría extinguido por la acción de los habitantes del valle para satisfacer sus necesidades de construcción y combustible.
Un dato interesante sobre el tema del nombre lo constituye el acta de mensura de la propiedad de Pedro de Valdivia, fechada el 19 de marzo de 1546 y firmada por Juan Fernández Alderete y Rodrigo de Araya, alcaldes ordinarios; Juan Dávalos Jofré, regidor; y Juan Gómez, alguacil. El texto expresaba que dichas tierras limitaban al sur con el río Mapocho, al norte con el salto del agua, al poniente con la actual avenida Independencia y al oriente “con la sierra arriba desta ciudad”, refiriéndose al cerro San Cristóbal. La propiedad de Valdivia cubría la extensión que hoy ocupan las comunas de Recoleta y Huechuraba juntas. Otros documentos del siglo XVII hablan del “Cerro Grande” que está a la otra banda del río u otra designación semejante .
El primer documento que menciona al cerro por su actual nombre data del siglo XVIII y corresponde a una descripción geográfica de nuestro territorio enviada al Rey Carlos III por el Gobernador Manuel de Amat y Junyent, donde expresa que variadas flores y yerbas medicinales crecen en los campos “principalmente en los faldeos del cerro San Cristóbal que está al nordeste de la ciudad” .
Benjamín Vicuña Mackenna cree que el origen del nombre estaría en la leyenda católica que atribuye a San Cristóbal la virtud que los paganos asignaban al gigante Atlas. A San Cristóbal se le representa como un fornido gigante que lleva a Cristo en los brazos y tiene la misión de proteger a los viajeros. De aquí proviene, según Vicuña Mackenna, que los españoles llamasen con frecuencia a algunas de sus montañas con el nombre de San Cristóbal. No olvidemos que el cerro San Cristóbal servía de guía a los viajeros que llegaban a Santiago.
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