Por Hugo Cox y Mario Ossandón.- Pensamos que estamos frente a un fenómeno que podría ser calificado como un Estallido Social, gatillado por un alza en la tarifa del Metro que operó simplemente como la “gota que rebalsó el vaso”, es decir, que expresó un fuerte rechazo a algo más amplio o más profundo. La noción de Estallido involucra, por una parte, una fuerte reacción emocional y de los estados de ánimo y, por otra, la identificación e interpretación de diversos hechos o situaciones que afectan negativamente a la posibilidad de vivir razonablemente bien y en paz.
Lo que parece dificultar una mejor y más rápida respuesta a la pregunta, es la impresionante violencia de ciertas acciones que ocurrieron lateralmente a este estallido social, las que, al ser más visible (escandalosa) logra ocupar una notoria centralidad en la conversación social y política. Entonces ocurre que mientras todos -gobierno y oposición- coinciden en que el reclamo multitudinario era y es claramente pacífico, la tan pronta implantación del estado de emergencia y el llamado a las FFAA a “poner orden”, muestra un cierto nivel de histeria gubernamental, pero también muestra el tipo de información con la que tomaron esa decisión y que, probablemente, explica la alusión a un “estado de guerra” de Piñera. Hay señales de que los asaltos, saqueos e incendios tenían activistas y un grado no menor de coordinación y de simultaneidad, que El Mercurio califica como “ataque subversivo”. Sin embargo, muy rápidamente los alcaldes, más cercanos a la ciudadanía y muchos ciudadanos, fueron descartando esta interpretación y mostraron evidencias de la intervención del narcotráfico y de bandas delictuales.
Al momento de afrontar la tarea de dilucidar posibles salidas a la crisis, se están enfrentando dos racionalidades propositivas:
Una era identificar un conjunto de medidas de corto plazo (“lista de supermercado”) que recogiera lo que suponen es lo que la gente está exigiendo, confiando en que con ello se superará la crisis bajo la idea de “aliviar el sufrimiento social”, que originó la crisis.
La otra, estima que la causa basal del estallido social es estructural y, entonces, se trata de ver cómo cambiar el “modelo neoliberal de desarrollo” imperante en el país. La primera es la que sustenta el gobierno y la derecha (obviamente) y se presenta como más “concreta”. La segunda, con alguna diversidad ideológica sería sustentada por la izquierda y los partidos de oposición, pero todavía se presenta en declaraciones generales a nivel diagnóstico, más otra lista de supermercado con diferencias de prioridades respecto de la del gobierno, diferencias. Es necesario, entonces, que el progresismo entienda mejor de qué se trata el “modelo”. Se trata del modelo inspirado en la ideología neoliberal, algunas de cuyas orientaciones constitutivas son:
Este último aspecto del “modelo” utiliza tres mecanismos principales para llevar a cabo el proceso expropiatorio:
El mercado: Se dice que es el lugar donde se cruzan las curvas de oferta y de demanda, determinando los precios de los productos y los servicios. FALSO: Hace mucho rato que es uno de los principales mecanismos de segregación social mediante el manejo de precios, apertura a los monopolios, colusiones de “competidores”, fijación de tarifas que aseguran rentabilidades abusivas. En consecuencia, es necesario regular los mercados de productos y servicios esenciales… la autorregulación no existe. Para esto es fundamental la acción del Estado.
Los impuestos. Se dice que todos pagan sus impuestos según reglas transparentes y equitativas. FALSO: Se sabe que las únicas recaudaciones “aseguradas” son las que gravan al consumo (IVA) y al trabajo. Los que más se evaden, ocultan o no se aplican son las que gravan al capital y al patrimonio. En cuanto a la distribución de los recursos recaudados, todos los alcaldes se quejan de la mala asignación de los mismos, como lo demuestra claramente el indicador “asignación per cápita” y es evidente que las prioridades en esta materia dependen fuertemente de la ideología que inspira las decisiones de los gobernantes, como ocurre en todo lo concerniente a la política impositiva. Un ejemplo nítido de esto, es la última propuesta del Gobierno.
La financiarización. Se dice que los bancos viven estrictamente del “spread” que es la diferencia entre lo que les cuesta captar dinero (interés que pagan por los ahorros que depositan en ellos) y lo que cobran por prestarlo (interés que cobran por los créditos). FALSO: Gracias al dominio hegemónico del sector financiero en el desarrollo económico de la sociedad, se han multiplicado las fórmulas que abaratan el costo de captación de los ahorros hasta el casi cero (siendo las AFP y las ISAPRES el mejor ejemplo) y se han multiplicado los mecanismos que incrementan los ingresos producidos por la colocación de estos ahorros (créditos). La expansión del endeudamiento (múltiples entidades financieras + casas comerciales) sumada al incremento de los artificios expropiatorios vinculados a los créditos (intereses excesivos, comisiones, multas, etc.), se han constituido en una enorme fuente de abusos. Por esto es necesario evaluar mucho más de cerca el tema del endeudamiento.
La tendencia a Fragmentar la sociedad y a privilegiar la Competencia como criterio central de búsqueda de soluciones han terminado por relativizar brutalmente los condicionantes éticos que deben regular las conductas sociales. Algunos ejemplos: En el espacio público, ¿qué criterio explica que el los parlamentarios reciban una remuneración equivalente a 33 salarios mínimos o el gerente del Banco Central, 50 salarios mínimos? En el mundo privado ¿en que se basa que en una empresa la relación entre el sueldo más bajo y el más alto sea de 1 a 60, mientras que en los países europeos esta relación jamás sea mayor a de 1 a 20, en empresas comparables? Pues bien, la equidad tiene que ver con la justicia de las diferencias y, claramente, estas diferencias son inequitativas o abusivas, como se quiera.
Sin embargo, de todos los aspectos constitutivos del “modelo” la Fragmentación el reemplazo de las nociones de Persona por la de Individuo y de Ciudadano (habitante de la ciudad) por la de Consumidor (“habitante” de un mercado), son los de en un mayor grado parecen explicar el corazón del estallido social, porque, por una parte, el concepto de individuo deja de lado los derechos fundamentales asociados a la noción de Persona y el concepto de consumidor implica que la legitimidad social proviene de la capacidad económica y, por lo tanto, incorpora un factor de discriminación que contamina y aleja la posibilidad de ser reconocido como miembro válido y legítimo de la sociedad en que vive. La presencia de estos dos factores propios del “modelo neoliberal” en el ideario dominante en el gobierno, en los empresarios y en los partidos de derecha, sumados a la arrogancia y muchas veces a la estupidez de algunos de sus representantes, tienen, al menos, dos consecuencias que explican buena parte del contenido emocional del estallido social. Por un lado, agreden frontalmente la Dignidad de las personas y, cuando eso sucede, la reacción natural y esperable es la indignación (que es la emoción de defensa de la dignidad), que normalmente no requiere el uso de la violencia. Por otro lado, estos factores también pueden generar altos niveles de Frustración, en aquellos sectores que sienten mucho más lejanas las posibilidades de aprovechar las oportunidades de la modernización (por ejemplo, el lumpen y los jóvenes “ninis”) y la emoción propia de la frustración es la Rabia, que es más proclive a expresarse de forma violenta.
Es evidente que en el estallido social están presentes la indignación, que parece ser mayoritariamente pacífica y la rabia que sería el caldo de cultivo para que el narcotráfico y la delincuencia hayan aparentemente podido tomar el liderazgo de las acciones vandálicas y destructivas de los bienes y la convivencia.
¿Cómo leyó la “crisis” el gobierno y la derecha?
Es muy probable que los mecanismos de información con que cuenta el Ministerio del Interior le hayan dado cuenta de la existencia de algún grado de coordinación y simultaneidad de los actos violentos desplegados las regiones más populosas del país, los que al suponerlos relacionados -por un criterio de simultaneidad- con la masiva expresión del fuerte rechazo a las alzas tarifarias de los servicios básicos, hayan llevado al ministro (con rasgos algo histéricos), al Presidente y a sus asesores a interpretar que estaban frente a lo que El Mercurio denominó un “ataque subversivo”. De aquí la tontería de que el país estaba en guerra y la premura en decretar el estado de emergencia y el llamado a las FFAA. Es evidente que no hicieron distinciones inteligentes de lo que tenían al frente, lo que muy rápidamente se reflejó en una impresionante ineptitud para manejar la crisis y tomar el control de lo que sucedía. Más aún no sería extraño que hubiesen pensado que una de las salidas posibles a la “crisis”, tal como la estaban viendo, era una solución cívico militar, pero bajo conducción civil. Afortunadamente, Piñera vio que podía salir de la situación jugando con un giro táctico, compuesto por una “lista de supermercado” consensuada con la oposición más la protección de las FFAA… Pero pronto quedará claro que el estado de emergencia se está siendo ejecutado mucho más allá de lo establecido por la Constitución y la ley respectiva. Por eso, es especialmente preocupante la declaración del ministro del Interior de que no tiene ninguna responsabilidad política por la actuación de las Fuerzas Armadas y de Orden.
¿Cómo leyó la “crisis” la oposición y los partidos de izquierda?
Principalmente, la interpretación de los partidos de centro izquierda apuntaba a que la Desigualdad y el Abuso estaban en el origen del estallido social, lo cual, obviamente, se acerca bastante más a la idea de que es el modelo socioeconómico imperante lo que está siendo cuestionado, aunque esto no esté claramente instalado así en la conciencia colectiva. Pero falta especificar mucho más claramente en qué y por qué existe la desigualdad y cuáles son los abusos, en qué consisten y cómo se pueden eliminar. Sin embargo, y probablemente con la idea de colaborar con la superación de la emergencia también elaboró su propia “lista de supermercado” pero queda por ver si esta prefigura el camino a la superación o reemplazo del modelo neoliberal.
Lo que podría ser un error político grave es interpretar que la adecuación de la agenda gubernamental y la modificación del tono discursivo del Presidente, forman parte de un cambio estratégico, como lo sugiere las mañidas frases de que “Chile no es el mismo del que era hace una semana” o ” Hay un antes y un después”. La tarea verdaderamente estratégica es elaborar un nuevo modelo de desarrollo para Chile y una estrategia probablemente gradual de desmantelamiento del modelo actual y de instalación del nuevo.
¿Hay algo positivo que podamos destacar?
Primero una reflexión general. Las experiencias de Grecia, o, más recientemente, de Argentina y Ecuador cuyos gobiernos tratando de seguir las pautas del Fondo Monetario Internacional, instrumento central del capitalismo neoliberal financiero, muestran nítidamente lo difícil y antinatural que resulta imponer este modelo en una sociedad que aspira ser verdaderamente humana y democrática. En Chile sólo fue posible bajo una dictadura militar, es decir bajo la coerción de las bayonetas.
Lo segundo que vale la pena destacar es que, contra el individualismo reinante, la solidaridad y la colaboración no están muertas y esta crisis, junto a los actos violentos mostró actos de solidaridad, de colaboración y de generosidad valiosísimos. Hay que incentivar una ampliación de estas actitudes.
Otra buena noticia es la reactivación de las juntas de vecinos por razones de seguridad es cierto, pero el que se hayan vuelto a mirar a los ojos y a coordinarse es lo verdaderamente importante.
Finalmente, el que se haya quebrado el carácter de intocable del modelo de desarrollo del país, abre un sendero por el que ya se puede empezar a caminar y, desde aquí se puede empezar a construir las grandes avenidas…
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