Por Jadille Mussa.- En un complejo escenario de pandemia, donde todo el planeta tiene centradas sus preocupaciones (y sus acciones) en torno a este tema, hemos de reconocer que otros graves problemas que nos aquejan como humanidad han quedado un poco al margen, los cuales mucho antes de lo que creemos pasaran factura; un ejemplo claro es el agua, tema que especialmente en Chile arrastra históricas complejidades y que promete un futuro no muy positivo en términos de disponibilidad y accesibilidad, si no es que tomamos acciones concretas.
Este año cualquier anuncio por su defensa y protección parece más un saludo a la bandera, infértil en términos de soluciones. El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció de manera rotunda el derecho humano al agua, el acceso y el saneamiento, lo cual reafirma que el agua limpia, potable y su saneamiento son derechos básicos y esenciales de todas y todos los habitantes del planeta. Nadie debería objetar este derecho, pero ¿qué pasa con la naturaleza y sus derechos? Como el de establecer al agua como irreemplazable y propender a tener un recurso no contaminado, ni sobre explotado. Reconocer el derecho de la naturaleza en sí, de mantener nuestros recursos limpios, libres de residuos vertidos al mar, ríos, lagos y cuerpos de agua.
Mantener los glaciares como fuente de agua futura, en especial con la disminución de este recurso por el calentamiento global, debiera privilegiarse, valorarse y ponerse en igualdad de condiciones respecto a su extractivismo. Entenderlo como un bien que se relaciona con la calidad de vida de los humanos.
Hoy se debiera privilegiar la conservación de la naturaleza, ya que ofrece beneficios económicos y para la salud, lo que ha quedado de manifiesto con la pandemia. El tener una población sana, hace que los países prosperen social y económicamente, por lo que mantener y proteger nuestros paisajes, en especial los que contienen agua, debe estar garantizado en la discusión de nuestra nueva Carta Magna, que otorgue al agua los valores que nunca debieran haber estado cuestionados y que le dé a la población mejor calidad de vida. Ojalá esta sea una discusión que no pase desapercibida.
Jadille Mussa es arquitecta del Paisaje, Ecóloga y Paisajista de la Universidad Central. Máster Internacional en políticas del trabajo.