La crisis que plantea “Dejar el mundo atrás” es la provocada por el desenfreno de la pseudo libertad que quiere abrirse camino, una libertad falsa basada en el prejuicio y en la discriminación, en el reducto de la “familia” y en deshacer todo lazo con la alteridad.
Por Alvaro Medina J.- Cuando vi que Barack y Michelle Obama eran productores de “Dejar el mundo atrás”, una película que esta semana estrenó Netflix, pensé que los ex ocupantes de la Casa Blanca tenían una nueva ocupación y que diversificaban sus opciones hacia el séptimo arte.
El film parte como una de esas películas apocalípticas donde las cosas -la naturaleza, el cosmos, los animales- se confabulan contra la raza humana. A través de situaciones de caos y confusión, paso a paso, se va generando la sensación de incertidumbre creciente, de falta de control, sensaciones que típicamente los escenarios de fin de mundo.
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Hemos visto la misma cara de incredulidad y estupor en “La Guerra de los Mundos”, en “2012”, “La Tercera Ola”, “Armagedón” y tantas otras.
Pero a medida que avanza el film nos damos cuenta de que el enemigo no es el planeta, ni los alienígenas, ni una tormenta solar. El enemigo es doble y concatenado al mismo tiempo: se trata de nosotros mismos y la sociedad que hemos construido, hedonista, por completo egoísta. Una sociedad de “que se jodan”, donde ante el caos (que en la actualidad es diario y cotidiano), nos refugiamos cada vez más en la defensa de los pequeños placeres, en el derecho autoproclamado a los gustitos sin importar el otro y sus miserias.
La crisis que plantea “Dejar el mundo atrás” es la provocada por el desenfreno de la pseudo libertad que quiere abrirse camino, una libertad falsa basada en el prejuicio y en la discriminación, en el reducto de la “familia” y en deshacer todo lazo con la alteridad.
Por eso entendí que los Obama, desplazados de la Casa Blanca por quienes enarbolan la misma bandera caótica y anárquica, hubieran sido los productores de tal cinta.
En ese sentido, espero que la película sea leída correctamente, y que los elementos encriptados se traduzcan en las mentes del modo adecuado. La película no es una lección o una advertencia para evitar una sociedad distópica posible, sino un reflejo de la sociedad que ya tenemos.