Por Jadille Mussa.- Cada 22 de abril celebramos el Día de la Tierra, un momento para reflexionar sobre nuestro papel como custodios de este planeta que nos alimenta, nos abriga y nos permite existir. Compartimos este hogar con innumerables seres vivos, y somos nosotros, como especie, quienes más dependemos de su riqueza natural.
A lo largo de la historia, nuestra intervención en el medio ambiente ha causado alteraciones significativas en los suelos, el agua y la atmósfera. Aunque hemos logrado construir refugios y desarrollar medios de subsistencia, también hemos modificado la naturaleza de maneras que comprometen su salud y, por ende, la nuestra.
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La pandemia nos mostró de manera contundente la interconexión entre nuestra calidad de vida y la salud del entorno natural, pero al parecer no aprendimos nada. Es hora de que transformemos nuestras ciudades en espacios resilientes, seguros, inclusivos, ecológicos, ecofeministas y comestibles, ciudades de cuidado.
Para lo anterior, debemos enriquecer la vegetación urbana con árboles y arbustos que nos proporcionen alimentos, estableciendo soberanía alimentaria. Incentivemos la creación de techos y fachadas verdes para mitigar el calor urbano, gestionemos el agua con eficiencia y apostemos por vegetación nativa adaptada a condiciones climáticas cambiantes, incluyendo especies medicinales que honren nuestros saberes ancestrales.
Necesitamos mayor conciencia ambiental y la participación activa de la ciudadanía en la defensa de nuestro entorno. Exijamos que se incluya el derecho de la naturaleza en nuestra nueva constitución, promovamos una educación ambiental de calidad que respete a todos los seres vivos, y en especial a nuestra flora, fungi y fauna nativa.
A pesar de que el Día de la Tierra nos invita a celebrar, debemos reconocer que aún nos queda un largo camino por recorrer. Sin embargo, en medio de los desafíos, también hemos visto avances significativos, como la Ley de Cambio Climático y el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas que esperamos pongan el acento en las especies No Humanas.
La única manera sensata de honrar el Día de la Tierra es a través de propuestas concretas y con el compromiso de cada uno de nosotros para cuidar de este legado común. Soñemos en grande y fijemos un compromiso global por transformar nuestro mundo y no tengamos miedo a palabras como inclusión, ecofeminismo y/o naturaleza.
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