Por Sergio Salinas.- El 15 noviembre 2019 escribí una columna titulada “Diálogo de sordos y ausencia de ética en la política chilena” en el que señalaba que el escenario político en nuestro país, carente de un diálogo colaborativo y estratégico y ética en la función política, me daba más que enojo, tristeza. Ahora, a cinco meses del llamado estallido social y la crisis de legitimidad institucional sistémica (CLIS) que se hizo evidente para todos los chilenos de derecha a izquierda, sostengo que emocionalmente me da ahora tristeza, enojo y desesperanza.
Seguimos viviendo en un país con un diálogo de sordos. Los políticos no se escuchan y sólo conversan entre ellos, cuando pueden, de lo que ellos piensan es la solución al escenario que estamos viviendo. Lamentablemente, son cortos de vista ya que sólo ven una salida, la política, dibujada como una eventual posibilidad de modificar nuestra Carta Magna. Y las otras demandas, las sociales, culturales, medioambientales, educacionales, por pensiones dignas, por ser escuchados y acogidos, se las llevó soplando el viento, como diría Bob Dylan. Pero el eco sigue sonando…y pasan los meses…las rabias crecen de uno y otro lado.
Parece que nuestra elite política tampoco escucha ni ve cómo se resquebraja la institucionalidad y los políticos de ambos lados siguen bajando en las encuesta en una caída libre. Tampoco oyen cómo se quiebra el delicado cristal de la legalidad y legitimidad democrática, cómo explotan a pedazos las esperanzas de cambio de miles de chilenos y la confianza en la democracia como el mejor sistema político que existe. Y no escuchan tampoco el sonido de los bototos, cascos, nunchakos, bastones retractiles y gritos ofensivos que llenan muchas de las calles de nuestro país. Los extremos tienen voz. Por un lado Sebastián Izquierdo con su Primera Línea del Rechazo y, por el otro, se publican libros sobre la terrorista Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) cuyo autor Felipe Guerra fue un expreso anarquista del Caso Bombas.
En el Chile de hoy -sé que no es políticamente correcto decirlo- se relativiza la violencia como arma política y, a contramano, no se ataca la violencia estructural que padecen millones de chilenos hace muchos años. También, se pone de moda ser de “Primera Línea” o de “Capitalismo Revolucionario”, remedos del MIR y Patria y Libertad. Además, vuelven aparecer los fusiles tanto en rayados murales o comprados en el mercado negro. Se produce un autorobo de armamento en La Ligua. El fantasma del enfrentamiento callejero y las víctimas que podría traer se convierten en una posibilidad cuando sólo deberían aparecer en los libros de historia.
Y cada vez se siente más utópica aquella frase que decía que todo político se debe a los ciudadanos y no a sus deseos interesados. La ganancia pequeña, el atacar al otro porque me dará votos, el escuchar lo que se quiere escuchar y mirar sólo lo que se quiere mirar como si el otro no existiera, hace que nuestra clase política viva en una especie de “isla de la fantasía” pero en la cual los visitantes no cumplirán sus fantasías.
Seamos claros esta CLIS no se solucionará el 26 de abril ni sólo con el cambio de una Constitución, se requiere un cambio de conciencia y en volver a vernos, escucharnos y tratarnos con dignidad y así juntos buscar las múltiples soluciones que los chilenos demandan. Deberíamos escuchar hasta los sonidos del silencio como dijo Simon & Garfunkel.
Una de las muchas razones de porque llegamos a donde llegamos es que Chile vive una grave crisis ética de gran alcance, profundidad y transversalidad que ha afectado a casi todas las instituciones del país, públicas y privadas. Lo que significa que es un problema estructural en el país y que con perdones judiciales o hacernos los tontos y mirar para el lado seguiremos en la misma senda hacia el barranco, sin escuchar los gritos para que paremos antes del desastre y sin ver hacia donde nos acercamos hasta que caigamos en él, ese foso de insospechadas consecuencias. La falta de ética es una enfermedad que carcome y se convierte en una crisis institucional, política, valórica, religiosa, económica y espiritual en el país. Sus expresiones ya muestran extrema gravedad, su proceso de viralización es rápido y profundo en la sociedad. Espero que no lleguemos a la metástasis o que podamos cambiar, juntos, dialogando colaborativamente y recuperando la ética y los valores para la política.
Además de esta formas también modificaremos nuestro de destino de Sísifo en política, repetir una y otra vez lo mismo durante la eternidad. En Chile tanto los estallidos como las CLIS se han repetido demasiadas veces. Nunca en la historia hemos tenido un presidente y todos los partidos políticos con tan poco apoyo ciudadano, según lo muestran todas las encuestas.
Debemos terminar de una vez por todas con el “agarra Aguirre” en la política y en el sistema económico chileno. Debemos promover una nueva ética en el ser, estar y hacer público y privado; debemos impulsar la vigencia de principios y valores del humanismo en la institucionalidad y las instituciones; debemos influir en la construcción del ethos de la Sociedad Digital, en la ética, la estética y la emocionalidad; debemos ayudar a re-construir el tejido social; promoviendo emociones de confianza y colaboración; devolviendo a Chile el valor del mérito, la probidad y la transparencia; consensuando un modelo de Desarrollo Humano, escuchando la voz de la ciudadanía y de la juventud chilena.
Como dijo Francisco Bilbao en un diario de Buenos Aires, un 27 de marzo de 1858: “Hasta hoy la palabra o el juicio de un sistema de política, la bondad, ignorancia o maldad de los gobernantes, sólo se hace oír del pueblo, desde la tribuna de las necesidades”.
Sergio Salinas es Director de Investigación del Instituto de Innovación Colaborativa y Diálogo Estratégico (INCIDES)
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