Por Sergio Salinas Cañas.- Hemos llegado a un punto en el escenario político chileno que más que enojo da tristeza. Escuchaba en un programa de televisión, que ha tenido que dejar la farándula por la política, cómo se interpelaba a dos diputados que ejemplificaban como nadie la frase “diálogo de sordos”. Ambos (uno UDI y el otro del Frente Amplio) apenas lograban entretejer una respuesta coherente para explicar lo que sucede en el Chile actual, el que cambió.
No se atrevían a decir que estamos inmersos en una Crisis de Legitimidad Institucional Sistémica (CLIS) y como ha pasado en otros momentos, la historia es sabia en eso, las situaciones difíciles dan energía a la manifestación de sentimientos y conductas extremas. Y en la CLIS que vivimos, resurgen dramáticamente formas extremas de pensamiento que muchos hubiéramos dado por superadas y que ya solamente deberíamos analizar en los libros de historia y no escucharlas o leerlas en redes sociales. Y cada vez se siente más utópica aquella frase que decía que todo político se debe a los ciudadanos y no a sus deseos interesados.
La escritora Evelyn Beatrice Hall dijo en 1906, en su libro Los amigos de Voltaire, una frase que resume justo lo que no pasa en el Chile de hoy: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. En este sentido, concuerdo con David Bohm, en que el significado del término “diálogo” es algo distinto del que suele atribuírsele. Etimológicamente “diálogo” proviene de la palabra griega diálogos, una palabra compuesta de la raíz lagos, que significa “palabra” (“el significado de la palabra”) y el prefijo día, que no significa “dos” sino “a través de”.
Bohm en su libro Sobre el diálogo sostiene que no sólo puede tener lugar entre dos sino entre cualquier número de personas e incluso, si se lleva a cabo con el espíritu adecuado, una persona puede llegar a dialogar consigo misma. La imagen que nos proporciona esta etimología sugiere la existencia de una corriente de significado que fluye entre, dentro y a través de los implicados. El diálogo hace posible, en suma, la presencia de una corriente de significado en el seno del grupo, a partir de la cual puede emerger una nueva comprensión, algo creativo que no se hallaba, en modo alguno, en el momento de partida. Y este significado compartido es el “aglutinante”, el “cemento” que sostiene los vínculos entre las personas y entre las sociedades. Por ende una primera reflexión: en el Chile actual no existe diálogo.
Y lo otro que falta, y que es necesario recobrar para la política chilena, es la ética. Partamos que estamos inmersos en un escenario planetario que muestra un profundo y vertiginoso cambio hacia la sociedad digital, lo que ha provocado modificaciones del “ethos” que se extiende a su ética, estética y emocionalidad. Se trata de una crisis cultural que desafía pensamientos y nos exige ser pro-activos y redefinir las referencias éticas que nos rigen. Una primera conclusión, para salir de esta crisis se debe ejercer un activo liderazgo ético y filosófico, para evitar que sólo el mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, definan los límites de nuestra sociedad.
En la antigüedad, la ética de Platón estaba basada en la virtud que se concebía como el hábito de obrar bien, por la disposición constante del alma o las acciones conformes o la ley moral. En el Cármides, el filósofo sostiene que: los males de la comunidad sólo desaparecerán cuando el poder político se combine con el conocimiento de un criterio moral universal. El gobernante tiene que poseer “una clase única de saber que tiene por objeto el bien y el mal”. Estas ideas luego serán más desarrolladas en su libro La República. Para Platón, lo justo en sí, la bondad en sí, la prudencia, etc., esto es, los valores morales existen por sí mismos, y por ello es posible definirlos objetivamente y, una vez conocidos, llevarlos a cabo en la vida práctica.
En Chile, cuando los límites ético-valóricos aún estaban claros, el abogado y académico, Jaime Galté Carré señaló que el elemento humano, como realizador de la justicia, debía pulir nuestras ideas y conducta por la razón y la tolerancia, por lo que es necesario dedicarse al estudio de las causas de las miserias humanas y de los medios para remediarlas, como sacrificar nuestras pasiones y destruir nuestra propia ignorancia y la de nuestros semejantes (1962).
En este escenario de falta de diálogo y de ética en política la respuesta es una: Debemos crear una nueva ética valórica y una cultura de diálogo en política que se haga cargo de las particularidades de la sociedad actual. Debemos comprometernos en recomponer la vigencia de los principios y valores del humanismo laico, reconstruir un tejido social en la confianza y la colaboración, devolver a Chile el valor del mérito, la probidad y la transparencia, para volcarnos a un consensuar un modelo de desarrollo humano, integral y sistémico. Para eso, es vital participar del llamado a que nos invita la ciudadanía. Eso es, hoy en día, el verdadero sentido del concepto de República.
Sergio Salinas Cañas es director de Investigación del Instituto de Innovación Colaborativa y Diálogo Estratégico (INCIDES)