
Por Roberto Fernández.- El desarrollo de la neurociencia en los últimos años ha sido impresionante. Entre otros importantes descubrimientos, se ha podido determinar la existencia en el cerebro humano de las llamadas neuronas espejo. Son estas las que nos permiten empatizar con los sentimientos de los demás, ya que al observarlos, las neuronas espejo de nuestros cerebros los captan y se activan como si los estuviéramos experimentando. Se reflejan en ellas.
Más recientemente, se ha comprobado que los cerebros y corazones de las personas que interactúan en grupo se sincronizan en su funcionamiento. Se armonizan en torno a lo que en esos momentos se debate o se realiza en común.
Estas son pruebas evidentes de que los seres humanos estamos diseñados biológicamente para convivir socialmente en la empatía, la armonía, la solidaridad y la cooperación.
El problema está en que, al mismo tiempo, gozamos de la libertad para hacer exactamente lo contrario y vivir como lo estamos haciendo hoy en el mundo: en el individualismo, la competencia, el abuso, la desigualdad, la violencia, la indiferencia y la destrucción del planeta.
No podemos culpar a nadie de esto. La realidad que vivimos, tanto individual como socialmente, la creamos nosotros mismos a partir de las ideas que nos hacemos de la vida y las decisiones que tomamos.
Por lo tanto, somos responsables de lo que nos está ocurriendo, ya sea por permitirlo o por no hacer nada para evitarlo.
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