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Dolores y amores en el CESFAM Padre Joan Alsina de San Bernardo

En el CESFAM Padre Joan Alsina de San Bernardo, la precariedad no ha logrado apagar el compromiso. En medio de la escasez de insumos, la sobrepoblación y los silencios institucionales, florecen gestos de humanidad. Aquí, el amor no es una consigna: es el motor que sostiene una red de cuidados invisibles, resilientes y profundamente transformadores.

ElPensador.io.- “Por favor, no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón”, fue la última frase que pronunció el sacerdote español Joan Alsina, justo antes de ser asesinado vilmente por la dictadura cívico-militar el 19 de septiembre de 1973. Sin duda, un mensaje que ha calado y trascendido a lo largo de las décadas en nuestro país por su extrema y superior demostración de genuina humanidad. De aquellas que escasean.

Sin embargo, para quienes lo conocieron, las virtudes humanas del Padre Alsina abundaban a diario. Su entrega, empatía, solidaridad y compromiso ferviente con la comunidad, en especial hacia los más pobres, no eran episódicas: correspondían a su actitud permanente. Bonhomía que no solo llevó a que el CESFAM Padre Joan Alsina lleve su nombre con orgullo, sino que —junto con ello— permitió transmitir un sello, una mística indeleble de preocupación y acción inquebrantable en beneficio de los demás entre quienes hoy ahí desempeñan sus labores profesionales. Eso que se percibe con notoriedad podría resumirse en una palabra: amor.

Como lo dijo también el propio Padre Joan Alsina: “Hay momentos en la vida en que hay que jugarse el todo por el todo, y si me necesitan, allá estoy”. De eso se trata: de que la entrega de cariño y abnegación sea plena, sin limitaciones previas. Compromiso, amor y entrega a pesar de todos los pesares.

Y hay amores resilientes, persistentes, que con astucia y bondad pueden sortear hasta lo más amargo y sanar el más feroz daño. No se trata siempre de amores románticos de pareja. Hay otros más profundos, imperecederos y fundamentales, como el amor filiar —aquel que une para siempre a padres, madres e hijos— y que, incluso, adquiere mayor valor y belleza cuando el sentimiento no transita por lazos sanguíneos, sino cuando se elige amar sin condiciones.

Tal es el caso de Katherine Aguilar, quien, a sus 47 años, hace ya una década decidió —junto a su círculo más cercano— prestar uno de los servicios sociales más nobles desde el punto de vista humano: convertirse en Familia de Acogida para menores vulnerables y vulnerados que han sufrido violencia de parte de sus propios padres biológicos, la gran mayoría de ellos entrampados en espirales de consumo de drogas y alcohol. Esto se conoce como casos judicializados en el sistema de salud pública de nuestro país, y en el CESFAM Padre Joan Alsina de San Bernardo hay varios ejemplos como el citado. Para Katherine, este centro le permite cubrir las necesidades de atención de sus pequeños a cargo. Al respecto, detalla la labor que cumple:

Katherine Aguilar

“Somos una familia que cuidamos niños que tienen alguna medida de protección dictada por la justicia y que, en vez de que vivan en alguna residencia u hogar, viven en nuestras casas 24/7 por un tiempo indefinido hasta que el tribunal decida su situación. Ellos no pueden vivir con sus papás porque han sufrido algún tipo de violencia, por lo tanto, quedan a nuestro amparo. Nosotros, voluntariamente postulamos; los miembros adultos de la familia pasamos por una serie de evaluaciones para ser declarados idóneos y aptos para poder cuidarlos”, nos comenta mientras mira a una preciosa bebé que descansa en un coche a su lado y que llegó a la vida ya dañada irreversiblemente a causa de la drogadicción de sus padres. Pero ya volveremos con esta historia.

Estrecheces y estrategias

Vamos ahora a conocer la dinámica de funcionamiento del CESFAM Padre Joan Alsina, y para ello nos recibe con total amabilidad Diego Mellado, trabajador social y dirigente de la asociación de funcionarios del recinto que, con alrededor de 220 trabajadores, atiende a una población validada de 41.844 usuarios inscritos, según cifras oficiales a mayo de 2025.

Recorremos los pasillos y luego nos sentamos a conversar en el casino del lugar a fin de conocer su realidad cotidiana. Diego Mellado comienza por describir las dificultades logísticas que deben afrontar todos los días:

Diego Mellado

“Actualmente estamos en una situación bastante complicada por la gran cantidad de población que atendemos. Una de las problemáticas tiene que ver con la escasa infraestructura a la que los funcionarios debemos adaptarnos. Muchos trabajadores deben compartir los boxes de atención, lo que genera una lógica incomodidad. Por lo mismo, también tenemos estrategias que se desarrollan a nivel local, a nivel de centro, que son atenciones en los territorios de la zona sur de San Bernardo. Por ejemplo, hoy hay un operativo de toma de muestras coordinado con una junta de vecinos con el fin de facilitar a los pacientes sus controles. Todas las semanas se realizan operativos. Claro que también hay tiempos en que no se pueden ejecutar por las condiciones del clima, la lluvia o el frío en las sedes de atención, pero estas acciones son una constante y tienen como propósito central acercar este CESFAM a los usuarios que no pueden venir por distintas circunstancias”.

Consultado por la recepción y disposición de la gente ante estos operativos, el profesional precisa: “Hay mucha gratificación respecto a la atención en los territorios. En la práctica se llevan adelante en coordinación con el encargado de Promoción y Participación, con quien se realizan solicitudes y listados de pacientes que no tienen sus controles al día. Con esa información y esa demanda se efectúan los operativos con atención de enfermeras, médicos, en ocasiones también con duplas psicosociales, vale decir, psicólogos, trabajadores sociales, nutricionistas, etc. En mi caso específico, el trabajo está enfocado principalmente en evaluaciones de salud mental, orientaciones en el ámbito de personas con problemáticas socioeconómicas. Mayormente, el trabajo en esas instancias tiene que ver con derivarlas a la red comunal, visibilizar a estas personas en dicha red respecto a los beneficios a los que pueden acceder”.

En paralelo a estos despliegues territoriales, también los funcionarios del CESFAM Padre Joan Alsina buscan informar y convocar a los ciudadanos de su zona por otras vías, como lo indica Mellado: “Hacemos la entrega de abundante información a través de otros canales, como en reuniones que se hacen en los Consejos de Desarrollo Local donde participan las diversas juntas de vecinos. Ahora bien, siempre es importante mantener estos vínculos con las comunidades por distintos medios, incluso por grupos de WhatsApp, para dar a conocer el funcionamiento de nuestro centro o de alguna estrategia que se va a implementar”.

Ruralidad: un desafío pendiente

En cuanto a las características de la población que atiende este Centro de Salud Familiar Padre Joan Alsina, Diego Mellado nos cuenta que abarca diversos rangos etarios, con predominancia de personas mayores, en un extenso territorio cruzado por un factor clave: la ruralidad aún vigente en el sector.

“Es importante también considerar estos determinantes sociales que son parte de nuestra comunidad. Por ejemplo, encontramos personas que no tienen acceso a agua potable, que no cuentan con alcantarillado. Hay adultos mayores con problemas socioeconómicos o que viven en el abandono, con redes de apoyo muy frágiles. En los sectores rurales, se da la dificultad de que es más complicado para los usuarios llegar hasta acá por la falta de accesos. Por ejemplo, está el sector de Estancilla de Nos, una zona rural en la cual hay una posta que pertenece a nuestro CESFAM. En esa posta realizamos atenciones todas las semanas, donde acude un médico, un Técnico en Enfermería de Nivel Superior (TENS), se entregan medicamentos y se realizan atenciones de morbilidad y medicina general, con la intención de que la gente de esas zonas no se vea en condición de abandono ni se le haga tan dificultoso acceder a la salud”.

Claro que, objetivamente, no pueden realizar todas las prestaciones que quisieran allá. “Por ejemplo, para los controles de salud infantil o los controles crónicos, las personas deben venir al CESFAM a pedir su hora. Pero para muchos pacientes es muy beneficioso poder atenderse en la posta de Estancilla”.

Narco y consumo

Junto a las afecciones cardiovasculares que suelen ser frecuentes en este sector del sur de Santiago, hay otro elemento que preocupa y ocupa a los funcionarios del CESFAM: la salud mental. Así lo explica el trabajador social: “Nosotros, en el Programa de Salud Mental, desarrollamos estrategias que abordan estas problemáticas. Hay un equipo de profesionales que realiza un Taller de Alcohol y Drogas, aparte de las atenciones que ofrece el Centro Comunitario de Salud Mental (COSAM). Tratamos de abordar también el problema del consumo”.

Y agrega un factor relevante presente en todo el territorio nacional: “Hay que considerar que uno de los factores psicosociales presentes en nuestros territorios tiene que ver con la inseguridad, la presencia de consumo de drogas en la población y, obviamente, del narcotráfico. Hay sectores cercanos donde esto es clave para diseñar e implementar estrategias de desarrollo local o comunitario que, de cierta manera, permitan a las comunidades empoderarse de los espacios y no cederlos a quienes protagonizan esa actividad”.

A pesar de permanentes agresiones

Como ya se ha evidenciado en anteriores entregas periodísticas sobre los CESFAM de San Bernardo, las violencias verbales y agresiones físicas también se han manifestado en el CESFAM Padre Joan Alsina. Con no poca congoja, Diego Mellado relata: “En este CESFAM ha habido situaciones de agresiones. Hace un tiempo, una compañera sufrió un ataque por parte de un usuario que necesitaba un medicamento. Aquí tenemos formularios de agresiones a funcionarios, y esto se produce por distintos motivos. Por una parte, está la necesidad de la gente de tener una hora de atención, las problemáticas que genera esperar mucho tiempo; a veces llegan muy temprano y eso los irrita. Pero nosotros intentamos desarrollar estrategias para abordarlo de la mejor forma: empezar a entregar horas más temprano, ordenar bien la fila. Es importante resaltar que, a pesar de los problemas y estos factores que puedan incidir en perjuicio de los usuarios, los funcionarios buscamos siempre la manera de beneficiarlos y que el tiempo de espera sea el menor posible”.

En ese mismo sentido, se realizan tácticas de apoyo entre los distintos sectores del recinto en las aperturas de agenda, para que la atención sea más fluida y rápida. “El episodio que te comentaba en torno a la compañera agredida: ella necesitaba entregar un medicamento en Farmacia a un paciente. No estaba inscrito en el CESFAM Padre Joan Alsina —solo se pueden otorgar medicamentos a quienes están registrados— y como resultado de eso, la persona le lanzó una botella. En ese momento había una ventanilla abierta, la botella alcanzó a entrar y la golpeó en el rostro. Posterior a ello, se han tomado medidas como instalar una reja en ese sector para prevenir incidentes. Pero, de igual manera, la Farmacia ha continuado su atención de la mejor forma posible y se siguen entregando los remedios, aunque esté todo enrejado. No es algo muy bonito, pero es la forma de resguardar la seguridad de los funcionarios”.

La eterna precariedad

Otro pesar que se vuelve común en estos centros de atención de salud es la constante escasez de insumos para funcionar adecuadamente, y las consiguientes soluciones que surgen de la urgencia, la improvisación y el profundo compromiso profesional de sus trabajadores. Al respecto, Diego Mellado reflexiona:

“Eso es algo transversal a todos los centros de nuestra comuna en relación con la falta de insumos clínicos y medicamentos. Pasa mucho que funcionarios traen ellos mismos elementos de trabajo como resmas de papel, insumos para curaciones y otros. Incluso se ha dado el caso de que hasta los propios usuarios han donado y aportado con papel y otras cosas para que podamos funcionar”.

A esto se suma otra dificultad: en espacios administrativos se han tenido que implementar boxes de atención. Por otra parte, en el segundo piso —correspondiente al espacio psicosocial— no hay computadores suficientes, y los trabajadores utilizan desde sus casas sus propios equipos e impresoras. Esto demuestra el alto interés y voluntad de los funcionarios por sacar adelante su labor y entregar una atención de calidad, usando los recursos personales de cada uno.

Aquí se ve con claridad el compromiso permanente de los profesionales por proveer una atención digna y oportuna a los pacientes, a pesar de todo. A modo de resumen, Mellado considera que lo peor en el marco del desempeño es la falta de recursos, los problemas en el uso de los espacios y la sobrepoblación. Esto lleva —nuevamente— a expresar la necesidad de contar con otros centros clínicos que permitan una atención con mejor infraestructura.

En torno a lo positivo, destaca la resiliencia del equipo, su fortalecimiento, la unidad del grupo y el vínculo fuerte con la comunidad, especialmente el contacto con las Juntas de Vecinos y el CDLS. Los talleres también enriquecen y son muy gratificantes, tanto para los trabajadores como por la buena acogida que manifiesta la comunidad.

“Mi trabajo es maravilloso, pero…”

Mónica Traslaviña

A la charla se suma Mónica Traslaviña, enfermera encargada de curaciones avanzadas de Pie diabético, quien lleva once años trabajando en el CESFAM Padre Joan Alsina en distintas funciones. Trabaja desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde exclusivamente en dichas prestaciones, combinando esto con obligaciones administrativas también intensas.

Mónica parte su relato con entusiasmo: “¡Mi trabajo personal es maravilloso! Me hace sentir satisfecha y bien como profesional y como persona. El problema no está en eso, está en la parte más administrativa de los recursos. Con los pacientes todo bien, uno fluye en el quehacer diario de las curaciones avanzadas”.

Recuerda que con la pandemia se produjeron muchos cambios que detonaron crisis preexistentes, haciendo más significativas las carencias. “Ahora estoy en exclusiva en las curaciones, pero entremedio tengo que ver toda la parte administrativa: generar planillas, revisar exámenes, analizar fichas, gestionar horas de control, derivar, conseguir con los médicos horas de morbilidad para derivaciones a nivel secundario, por ejemplo, pacientes con enfermedad arterial que no podemos detectar porque no tenemos los instrumentos necesarios”.

En toda la comuna hay un solo equipo para realizar el índice tobillo-brazo, examen clave para detectar enfermedad arterial.

La muerte no espera

Uno de los aspectos más críticos que debe presenciar son las interminables esperas para interconsultas de vascular, que no demoran menos de doce meses y tienen consecuencias fatales: “Es un año y más de espera. A veces detecto a los pacientes antes de que se compliquen las heridas, pero terminan amputados porque nunca llega esa hora de vascular. También muere gente en ese periodo. He tenido dos pacientes fallecidos esperando esa interconsulta”, aclara. “Eso no depende de nosotros los CESFAM, es resorte de los hospitales que tienen las especialidades”.

Los compro yo

Sobre posibles soluciones, Mónica apunta a una mejor gestión de las listas de espera hospitalarias y una comunicación más fluida con los CESFAM. “Derivamos una interconsulta, esta es recepcionada en el hospital, pero perdemos el rastro. No sabemos qué pasa con la persona”.

También denuncia la falta de insumos: “Hace cinco meses que no tenemos apósitos de curación avanzada con plata, material bactericida para tratar heridas infectadas. Muchos de esos apósitos los compro yo y también los pacientes. Uno de buena calidad cuesta más de veinte mil pesos. Este insumo debiera estar garantizado por GES y no está”.

Donaciones y heridas que no cierran

Mónica relata que un paciente con recursos decidió donar cinco apósitos, equivalentes a cien mil pesos. Ella también recibe insumos de laboratorios tras capacitaciones. “Estamos en una precariedad tal que técnicamente debiera eliminar los apósitos sobrantes, pero los guardo en bolsas Ziploc bien cerradas para reutilizarlos dentro de 48 a 72 horas”.

Finalmente, responde por qué considera su trabajo maravilloso: “Es la satisfacción de ayudar a las personas a sanar, recuperar la funcionalidad del pie, que puedan caminar y seguir sus vidas. Tengo un paciente joven amputado, de 44 años, cuya herida aún no cierra. Estuvo 80 horas esperando atención sin antibióticos. La infección llegó al hueso y terminó amputado. Su interconsulta fue solicitada en 2018 y lo llamaron recién este año, siete años después”.

Deterioro emocional

La profesional agrega otro factor que considera demasiado invisibilizado: “Uno aquí puede educar a los pacientes —esa es otra parte linda de este trabajo, que uno tiene tiempo para educar, uno va enseñándoles—, pero detrás de esto también hay un componente psicológico que no está siendo abordado por nadie. Los pacientes diabéticos están emocionalmente mal, tienen depresiones y otras afecciones que podrían abordarse con psicólogos, pero no tienen las herramientas para ello. Aquí en el consultorio sí, pero no es suficiente”.

En el caso particular de un joven amputado, relata que tiene ideas suicidas porque se siente una carga para su familia. “Son complicaciones que se invisibilizan y eso conlleva a compensaciones dañinas: mala alimentación, inactividad física… lo que los enferma aún más. Es muy complejo, porque no es un factor, es multifactorial”.

“Estamos mal”

Consultada sobre si algunos pacientes se refugian en el alcohol o las drogas para evadir sus dolores psicoemocionales, Mónica Traslaviña responde que el caso citado no, pero que “sí, atiendo a un paciente completamente alcohólico que camina con una herida en la planta del pie. No hay forma de hacerlo entender. Entre el alcohol y la diabetes mal manejada, tampoco tiene la capacidad cognitiva de comprender que lo que le explico es por su salud. Su respuesta siempre es: ‘De algo me tengo que morir’”.

Y concluye: “Estamos mal en prevención, en abordaje, en derivaciones, en insumos. Otro caso: un paciente que el hospital no pudo manejar y lo mandaron acá, al nivel primario… es como al revés. Y bueno, uno lo asume y trata de darle la mejor calidad de vida posible, no porque tengamos recursos, sino porque en el CESFAM Padre Joan Alsina hacemos un sobresfuerzo, poniéndole ganas y corazón”.

Falta de espacios y sobrepoblación

Diego Mellado alude a la falta de espacios: “En la Asociación de Industrias, frente al CESFAM, se realizan los Talleres de Alcohol y Drogas, otros para población mayor, el Programa de Salud Mental para personas mayores, y nuestras reuniones, porque acá no tenemos sala”.

También menciona el acuerdo para el uso de estacionamientos, que ha mejorado la relación con las asociaciones. “No podemos omitir el Taller de Educación de Insulina, donde el usuario y su acompañante aprenden sobre jeringas, dosis, etc., en espacios que no son adecuados. Los profesionales deben adaptarse a lugares pequeños, sin poder convocar a mucha gente”.

Mónica complementa: “La necesidad de un nuevo CESFAM está planteada hace tiempo. El proyecto está listo, pero no sabemos cuándo se ejecutará. Este CESFAM fue construido en 2007, acorde a la población de ese momento. Hoy, con los proyectos inmobiliarios en calle General Urrutia y cerca del mall, la población inscrita sigue creciendo. Muchos de ellos son usuarios FONASA que se inscriben acá”.

Tomas de terreno, campamentos y migrantes

Mellado destaca la presencia de población migrante: “En el sector de Camino Internacional hay tomas de terreno y campamentos. Debemos garantizar el derecho a la salud a todas esas personas. Se les gestiona el RUT provisorio”.

Sobre diferencias entre población nacional y extranjera, indica: “Hay mayor desconocimiento sobre el acceso a la salud. Muchos se sorprenden cuando los visitan kinesiólogos, trabajadores sociales, o el Programa Respiratorio. En sus países, eso no se realiza. Nosotros educamos sobre garantías, normas jurídicas y derechos del niño para que se empapen de nuestra cultura”.

Casos judicializados

Diego comenta los llamados casos judicializados: “Se refiere a medidas de protección o denuncias por sospechas de vulneración contra niños, niñas, adolescentes o personas mayores. Como funcionarios públicos, debemos denunciar cualquier posible delito. Muchos pacientes están en procesos judiciales por violencia, negligencia o abandono”.

“Cuando se detecta una lesión o el relato de un niño revela vulneración, debemos actuar como garantes de derecho. Se realiza trabajo intersectorial con los tribunales de Familia, que muchas veces solicitan seguimientos. El Programa de Acompañamiento Psicosocial y los programas de salud son un aporte clave”.

Gratitud

Manfred Muñoz

Finalmente, Manfred Muñoz, paciente de 55 años, comparte su experiencia: “Me atiendo hace 15 años por una úlcera venosa. Trabajo en un SAR como guardia nocturno. Aunque allá me podían curar, quiero reintegrarme al Joan Alsina. A veces faltan insumos, pero la atención aquí es muy buena, muy humana. Aquí me siento realizado”.

Empeño y amor

Volvamos al inicio. Cuando al comienzo de esta crónica hablábamos de amores, es porque en el CESFAM Padre Joan Alsina se percibe una curiosa mixtura, una dualidad tan poco usual como edificante: el padecimiento, las estrecheces y las angustias se entrelazan con la resiliencia, los deseos de superación y la solidaridad.

En cada falta de insumo hay una buena dosis de misericordia y proactividad. En cada reducido espacio para trabajar, está el ingenio y la mano cálida para dar vuelta la situación. En cada paciente sobrepasado aparece la posibilidad de generar y concretar la empatía. No hay tiempo para el llanto extendido. Hay vidas que salvar y almas que sanar.

Tampoco se trata de conformarse. Mejorar las condiciones laborales es una urgente exigencia. Pero el CESFAM Padre Joan Alsina es, prístinamente, una comunidad de personas: unas que atienden y otras que son atendidas con un alto e innegable grado de humanidad.

Testimonio de amor

Prueba de ello es el testimonio de Katherine Aguilar, joven madre cuyo núcleo familiar se aboca cada día al cuidado de seres indefensos que, por desgraciadas circunstancias de la vida, incluso nacen con golpes indelebles. Pero es justamente ahí donde también emerge el amor en sus distintas dimensiones y capas.

Ella nos cuenta las razones para atenderse en este lugar: “Me atiendo acá porque es el centro más próximo a mi casa. Yo no tengo enfermedades crónicas, pero aquí se atienden mi mamá y mi marido, que es hipertenso. A mis chicos los traigo por los controles del niño sano, las vacunas, por el tema salud psicomotor, porque como la gran mayoría de ellos tiene retraso, acá los atiende la fonoaudióloga, la educadora, también retiramos la leche, etc. Y porque, además, al ser Familia de Acogida, todos mis niños deben ser atendidos en el sistema público de salud. Al estar tan cerca de mi hogar, me permite que ellos tengan sus atenciones de manera oportuna. El servicio por parte de los profesionales, al menos en mi caso, es muy bueno. Nos atienden muy bien, son un siete. Yo además participo activamente en el Centro de Desarrollo Local de Salud y por eso conozco a la mayoría de los funcionarios, que nos han abierto las puertas de muy buena manera”.

¿Por qué?

Respecto a las características de estas acogidas, agrega: “El tiempo que estemos con cada niño va a depender de los procesos judiciales. Pueden ser un par de meses o más tiempo. El período más largo que tuvimos a un niño fue de siete años”.

Sobre la separación cuando los menores son adoptados o vuelven con sus padres biológicos, comenta: “La verdad es que no es tanto el desapego porque nosotros siempre seguimos manteniendo el vínculo. Nos seguimos viendo, nos visitamos. Entonces, es como que se fue de paseo no más. Hablamos constantemente con ellos, tenemos mucho contacto. No está ese dolor de no verlos más”.

Y explica que hay dos variantes cuando se van: “Cuando las familias originales se recuperan, pueden volver con ellos. Hay papás que le ponen empeño y logran salir de sus problemas de adicciones, o el tribunal los declara susceptibles de adopción. También hay casos en que los niños se van con algún tío, con abuelos u otros familiares de origen sanguíneo que resulten aptos. Pero, como digo, al mantener los contactos, no es una pérdida total”.

Por amor

¿Por qué una pareja, junto a sus hijos, decide convertirse en Familia de Acogida? Katherine, quien ya lleva siete experiencias similares, lo contesta en primera persona: “Por amor. Es una manera de proteger a la infancia que hoy en día está tan vulnerada. Si queremos jóvenes y adultos sanos en nuestra sociedad, tenemos que partir por ellos, por los más chiquititos. Y un niño, lamentablemente, aunque esté en una buena residencia, nunca va a ser lo mismo que vivir al calor del seno de una familia”.

Lo dijo alguna vez el laureado escritor uruguayo Eduardo Galeano en El libro de los abrazos:

“Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día”.

El amor como motor

Como se puede constatar vívidamente, en este CESFAM los dolores y las carencias ebullen a diario, pero su identidad se refleja en las persistentes ganas de procurar el bienestar del otro. Esa identidad de luchar por sacar la tarea adelante con amor y de la manera más óptima posible. De hacerlo con lo poco que se tiene, en un incesante y loable ejercicio de levantarse una y otra vez, las veces que sea necesario. A pesar de los problemas y los daños.

Tal como lo expresó en un concierto el inmortal cantautor Víctor Jara —también asesinado con cobardía durante la dictadura—:

“Nosotros somos porque existe el amor, y queremos ser mejores porque existe el amor, y el mundo gira, crea, se multiplica porque existe el amor”.

Aquí, en el CESFAM Padre Joan Alsina, la identidad es la entrega. Y el amor, el motor.

Alvaro Medina

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