La académica Mariela Norambuena afirma que la Educación Sexual Integral es una buena oportunidad de dar herramientas a los niños para conocer su cuerpo.
Por Mariela Norambuena.- Es claro que un sector de la sociedad se encuentra profundamente convencido de que formar en educación sexual integral a sus hijos o hijas, puede ser un riesgo enorme.
Sin embargo, desde la realidad del aula lo único riesgoso parece ser la gran oportunidad que tendrían para conocer su cuerpo, sus emociones, sus distintas formas de expresión, sus identidades y sus ganas de estar en la sociedad.
La Educación Sexual Integral (ESI) entrega, a quien la recibe, la oportunidad de construir relaciones con certezas y conocimiento del profundo valor que tiene el cuerpo, lo que siente y lo que representa, permite avanzar en la eliminación de los fanatismos, de la discriminación y de los constantes cuestionamientos sobre la identidad sexual de las personas.
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En consecuencia, se observa una mayor disminución de la violencia, no solo al interior de los establecimientos educacionales, sino también constituye un gran aporte para la construcción de una sociedad con mayor perspectiva de lo que implica la diversidad.
Tema pendiente es cómo la Formación Inicial Docente (FID) se hace cargo de desarrollar las competencias necesarias para que las y los futuros profesores puedan abordar la educación sexual en sus aulas desde una perspectiva integral que comprenda a las personas como sujetos de derechos y diversos por naturaleza.
Tal vez un camino sea, como el que nos señalaron Humberto Maturana y Ximena Dávila, crear un futuro de colaboración y respeto que nos permita revisar la situación desde una emoción de coherencia con el mundo natural.
En ello la escuela tiene un rol importantísimo que jugar. Sabemos que el espacio escolar -y también el de la educación superior- es un lugar donde se construyen relaciones, afianzan valores, desarrollan certezas, adquieren conocimientos que les permite enfrentarse a las distintas etapas de la vida.
De ello depende cómo librarán las distintas barreras que enfrentarán en su adultez, con una educación sexual integral que les permita reconocerse, aprenderse y valorarse. No cabe duda que el camino será mucho más enriquecedor.
Mariela Norambuena Carrasco es educadora diferencial y académica de la Facultad de Educación en la U. Central